“La falta de respeto, aunque menos agresiva que un insulto directo, puede adoptar una forma igualmente hiriente. Con la falta de respeto no se insulta a otra persona, pero tampoco se le concede reconocimiento; simplemente no se le ve como un ser humano integral cuya presencia importa”, dice Richard Sennet, uno de los más destacados sociólogos, estudioso de los fenómenos urbanos, un intelectual de los que irritan tanto al poder y específicamente al presidente Andrés Manuel López Obrador.
Estamos llegando a límites de la falta de respeto, cuando se ofende a la gente y se le considera imbécil, diciendo que denunciar al gobierno por su política contraria al derecho humano a la salud, al no dotar de medicamentos a los niños con cáncer y a otros miles de enfermos de ese mal y otros; es una “telenovela, golpista” como lo dijeron Gatell y el monero El Fisgón, ante las cámaras de la TV pública.
La intolerancia es un cáncer, una pandemia mundial. Eric Claptón está en el ostracismo porque es negacionista del Covid y contrario a las vacunas. Lo insultan, dejaron de llamarle por teléfono, incluso sus amigos de muchos años.
En el extremo opuesto eso mismo le ocurre al escritor español Arturo Pérez Reverte. A él lo insultan, lo amenazan por haberse vacunado.
La intolerancia es un signo ominoso, puede resultar trágico.
Ahora más que nunca es necesario defender la libertad. Rechazar con energía los tribunales inquisidores, sobre todo los que proceden del poder.
Las diarias condenas del presidente a sus críticos, a los movimientos y el delirante discurso contra la clase media, son en sí mismas un hecho inadmisible de persecución.
“…ese arte, ese conocimiento que caracterizan al político, es el arte de prescribir, de mandar. Ahora bien, ¿ quién manda? Un rey por supuesto. Pero después de todo un adivino que transmite las órdenes de un dios, un mensajero…”, dice Michel Foucault.
El mensajero de palacio nacional, se encuentra precisamente en esa tesitura: trasmite órdenes de Dios. Por ello, no puede admitir, como buen pastor, que su rebaño desacate sus órdenes divinas y lo humille votando en su contra. Eso solamente ocurre porque hay una “conjura”, una telenovela golpista.
El delirio del monarca se ha expandido a sus súbditos.
Tanto los del círculo de palacio, sus intelectuales reconocidos, sus empleados de angora, sus propagandistas y las “masas”, el “pueblo bueno”, el solovino, el que no se presta a las “campañas golpistas” y acepta con resignación “que las cosas pasan” y una tragedia anunciada, como la línea 12, admite que no debe “convertirse en capital político” de los “neoliberales”.
No tiene importancia el desastre nacional.
El crecimiento de la pobreza. Los millones de empleos perdidos. El aumento terrible de la violencia, las masacres. Las ejecuciones de líderes indígenas y ambientalistas, mujeres víctimas de feminicidio y otras violencias de género y las ejecuciones a la luz del día en plazas, avenidas, calles y carreteras de decenas, centenares de personas ajenas a los cárteles.
Tampoco importa mentir tanto y con fatales consecuencias en el COVID.
Basta con repetir no somos iguales para exorcizar a los demonios. Ningún corrupto de antes y mechos menos de ahora es sancionado.
El presidente actúa como judas de semana santa, lleno de cuetes por fuera muy ruidosos, pero vacío por dentro.
La corrupción es obscena. Está por todas partes. Los y las “guaruras” se convierten en altos funcionarios a cargo de dependencias para “otorgar contratos millonarios” sin concurso, ni licitación alguna a los amigos, parientes y compadres del presidente.
No se vale denunciar la corrupción, dice el gobierno y sus secuaces, por los que el gobierno dice eran “protegidos de antes, los que callaron ante el saqueo de los presidentes neoliberales, ahora dan clases de moral”. Con esa operación de exorcismo, se justifica la ausencia de combate a la corrupción.
El gran número circense, está por venir en unas semanas. Una consulta absurda, con un texto incomprensible y con una evidente imposibilidad de lograr una concurrencia para que la consulta se convierte en “vinculante”, es decir que obligue a procesar a los ex presidentes puestos en el banquillo; ese gran número de Opera Bufa cumplirá su objetivo: ocultar la realidad de un país en crisis, una sociedad extraviada y empujada por el presidente a la intolerancia a los diferentes hacia una gran cacería de brujas.
Ante toda esa “doctrina religiosa”, entiendo perfectamente y estoy de acuerdo con los Rolling Stone y tengo una gran Simpatía por el Diablo.
Dice Foucault que el sistema “panóptico” de las cárceles, con una torre de observación desde donde se ven todos los rincones de las prisiones, como en Lecumberri “permite perfeccionar el ejercicio del poder”. Y esto de varias maneras; porque puede reducir el número de los que lo ejercen, a la vez que multiplica el número de aquellos sobre quienes se ejerce. Porque permite intervenir a cada instante y la presión constante actúa aún antes de que las faltas, los errores o los delitos se cometan… El esquema panóptico es un intensificador para cualquier aparato de poder: garantiza su economía (en material, en tiempo); garantiza su eficacia por su carácter preventivo; su funcionamiento continuo y sus mecanismos automáticos. Es una manera de obtener poder “en una cantidad hasta entonces sin ejemplo”, “un grande y nuevo instrumento de gobierno …”
Ese gran sistema panóptico, un gran Lecumberri, es el esquema del poder de este gobierno auto nombrado Cuarta Transformación.
Una estafa en todos sus términos. No existe ninguna reforma para transformar una realidad decadente. En ningún sentido: el neoliberalismo sigue vigente en lo económico; el modelo “de guerra” contra los grupos criminales, ahora continúa mediante la Guardia Nacional ahora con legitimación constitucional; la militarización está en todas partes; la corrupción es una metástasis en todo el aparato del Estado; la desigualdad está en niveles impresionantes, profundizando y expandiendo la pobreza; el control de la economía, el poder y todo lo demás, está bajo un pequeño grupo de grandes capitales; los trabajadores siguen prisioneros de la camisa de fuerza del charrismo tradicional y el de los cuates del jefe del Estado; el presidente tiene más poder que la llamada presidencia imperial: controla al poder legislativo, tiene sometido al poder judicial y aumentó su poder en los gobiernos y congresos estatales; tiene todo el aparato de los medios de radio y TV públicos, bajo el control de sus lacayos.
Los electores urbanos consiguieron darle una buena felpa a Morena y al presidente, la más simbólica fue hacerlos morder el polvo en la Ciudad de México.
Los movimientos sociales autónomos no se rinden.
La intelectualidad y la clase media cada día nutren sus filas con gente, que incluso votó en 2018 por AMLO.
No todo está perdido.