Norteados, es quizá el estado que mejor describe nuestra situación. ¿Hacia dónde va el país? No sabemos. Estamos perdidos en un laberinto.

En lo cotidiano pasamos de un problema a otro como en una caja china, se destapa una nota para olvidar la anterior. Cada evento es efímero, aunque se trate de una desgracia o un tema crucial.

Diariamente hay una cortina de humo que esconde un problema y nos hace mirar otro. Lozoya, el huachicol, niños con cáncer, desaparición de fideicomisos, accidente en la línea doce, explosión del ducto de Pemex, masacre en Tamaulipas. Y así como parecen llegar, desaparecen para dar lugar a otras, sin dar tiempo siquiera a una somera reflexión acerca de la complejidad del problema.

Y es que no son niños con cáncer un asunto aislado, es la escasez generalizada de medicamentos, las malas condiciones de los hospitales, la falta de vacunas tradicionales, el déficit de 15 millones de vacunas contra la tuberculosis, el virus de papiloma, tétanos y la hexavalente, el retorno del sarampión, y la lentitud de la vacunación contra la COVID.

Tampoco las masacres son eventos aislados, en el fondo está la impunidad generalizada, la inseguridad en las calles, en las carreteras, la portación ilegal de armas, los autos sin placas, la violencia contra las mujeres, los homicidios dolosos por diversas causas.

Tampoco la desaparición de los fideicomisos es independiente de las políticas educativas y de investigación científica, de desarrollo tecnológico e innovación, de la autonomía universitaria, del control de los desastres, ni del mantenimiento adecuado a instalaciones tan diversas como los centros de salud o las instalaciones petroleras.

La informalidad sigue en aumento y supera el 50%, y el año pasado el PIB tuvo la peor caída en la historia del México moderno, se perdieron más de un millón de empleos formales. La pandemia fue sin duda uno de los factores de esta caída, pero no el único.

Resolver de manera aislada y casuística cada problema, será simplemente una aspirina que nos distraiga aun más y nos engañe. Todos son problemas complejos que requieren una planeación creativa, inteligente y participativa a largo plazo. Se trata de encontrar y garantizar procedimientos transexenales, pero que además garanticen mínimamente dos condiciones para nuestra supervivencia: el estado de derecho y la democracia, como garantes de un mejor futuro.

Es necesario marcar la agenda de país que vaya mucho más de resolver los vicios ya tan conocidos como la corrupción y la inequidad. Por supuesto que éstos deben resolverse, pero no a costa de lo que ya hemos ganado para el bienestar de los mexicanos, se debe reconocer y fortalecer lo bien hecho.

La democracia requiere que el estado no se convierta en juez y parte en los procesos electorales, que haya garantía de la independencia de los tres poderes.

Seguramente se deberán modificar las formulas para las representaciones plurinominales y evitar el enriquecimiento de particulares a través del registro oportunista de partidos políticos, pero ello no debe coartar la diversidad que debe existir en las cámaras con la presencia de todas las expresiones nacionales.

El incumplimiento de la ley da lugar a la inequidad y a la desconfianza, genera inseguridad, violencia y anarquía, significa que cada cual hace lo que le plazca y que no se tienen mecanismos para resolver los diferendos entre las personas ni entre los grupos sociales.

El estado de derecho garantiza esencialmente la igualdad de las personas en una sociedad y todos pueden buscar y encontrar una protección igualitaria cuando sus derechos son violados.

El equilibrio que permite la gobernabilidad y el desarrollo es justamente un Estado de Derecho fuerte, en el que sea el gobierno quien ponga el ejemplo de la cultura de la legalidad. La impunidad a cualquier escala es un cáncer que deteriora irremediablemente a la sociedad, promueve la corrupción, genera desconfianza y deteriora la identidad.

El estado de derecho y la democracia son el único camino para preservar la convivencia con bienestar, la gobernabilidad, la estabilidad política y la paz social, y así, salir del laberinto.