En el último año del Siglo XX, en marzo-mayo de 1999, Jorge Masseti publicó su libro El Furor y el Delirio. Itinerario de un hijo de la revolución cubana, en las primeras páginas escribe Elizabeth Burgos, quien ni siquiera conocía al autor: “Gracias a la solidaridad de algunos amigos pudo dedicarse a la escritura de esta suerte de catarsis… A descender del destino altivo del héroe, a despojarse de la doble personalidad que lo asfixiaba: la de su padre, héroe mítico, y la del no menos mítico Che Guevara. Retomó el hilo del afecto y de las relaciones truncas; buscó el reencuentro con sus hijos, abandonados por dedicarse a la causa de la Revolución. Recobró la paz interior, emprendió los pasos que lo condujeron a forjarse su propio destino, rompiendo con el que le habían trazado de antemano. Todo ello no fue una tarea fácil; pasó por toda suerte de altibajos: a un héroe no le es fácil aprender la humildad que requiere acercarse a lo humano”.
Este perfil fue el de miles de jóvenes en el continente, durante varias décadas, a partir del triunfo de la Revolución cubana.
Las acciones de esos jóvenes llegaron a niveles épicos.
Fugas masivas de prisiones, secuestros de embajadores norteamericanos, ejecuciones de dictadores, asaltos a bancos, secuestros de multimillonarios, combates en la selva, la montaña y en las calles de pequeños grupos guerrilleros contra ejércitos bien armados, muchos de ellos entrenados en los Estados Unidos; centenares de muchachos y jovencitas sufrieron torturas de una barbarie indescriptible, muchos murieron en esas infernales cloacas de salvajismo de los militares, los agentes de las policías políticas, asesorados por la CIA y otros aparatos militares de los Estados Unidos.
Esas jornadas épicas, valientes, tuvieron algunos desenlaces victoriosos, principalmente la pionera Revolución en Cuba, con la toma del poder en enero de 1959 y 20 años después en Nicaragua con el derrocamiento de Anastasio Somoza en julio de 1979.
En el ínter hubo guerrillas muy poderosas en Venezuela, las FALN, el MIR y otros grupos castristas; en Colombia las FARC, un ejército con el control de casi la mitad del territorio; el terrible fenómeno de Sendero Luminoso en el Perú; los grupos de guerrilleros urbanos en Brasil; la guerrilla en toda Centroamérica; la poderosa Guerrilla en el Uruguay, de los Tupamaros; los diversos grupos armados en Argentina bajo influencia del Che, su hermano y los trotsquistas.
Toda esa gran rebelión no consiguió el sueño de poner fin a la dominación imperialista.
Incluso México, blindado por la política del gobierno de Cuba, quien optó por aliarse al gobierno mexicano y, por lo tanto, prácticamente no apoyó a ningún grupo armado, no pudo evitar la actuación en nuestro territorio, de los grupos castristas. Aquí operó Jorge Masseti hijo, asaltando bancos y otras acciones bajo el comando de Barba Roja Manuel Piñeiro Lozada casado con Martha Harneker, hoy venerada por muchos morenistas.
Tras la perversión del proceso revolucionario en Cuba, la trágica decadencia en Nicaragua de la tiranía de los Ortega y después de la experiencia de finales y las primeras décadas del llamado Socialismo del Siglo XXI, que convirtieron a Venezuela en un país casi destruido, con millones de migrantes, en la miseria y bajo una dictadura extrema; después de ese fenómeno, en estos días y semanas estamos presenciando varios hechos de confrontación política en el Continente.
La más reciente tragedia ocurrió la madrugada del miércoles 7 de julio en Haití, Jovenal Moïse, su joven presidente fue asesinado en un atentado dentro de Palacio, donde quedó gravemente herida su esposa Martine Marie Etienne Joseph, sus tres hijos al parecer residen fuera de Haití.
Este es uno de tantos episodios trágicos del primer país que conquistó la independencia en América. Uno de los más pobres del mundo y sometido a las peores prácticas de racismo, violencia de género y demás lacras padecidas por una sociedad atrapada en la más salvaje expresión del capitalismo equivalente a la barbarie.
Se ven negros nubarrones sobre el cielo de Haití y los costos en vidas, expulsados fuera del su territorio tendrán repercusiones en nuestro propio país.
El número de personas buscando salir a México, se sumará a los varios miles de haitianos, que tienen años esperando recibir refugio en los Estados Unidos, mientras tanto viven hacinados en las miserables casuchas de Tijuana, cerca de Lomas Taurinas donde fue ejecutado Luis Donaldo Colosio. Otros, están en guardia diaria permanente en la puerta de El Chaparral, llevan años con sus hijos desnutridos, sin empleo, sin atención a su salud y solo unos cuantos son cobijados por la generosidad de algunos refugios patrocinados por grupos religiosos y otros reciben la solidaridad de pobladores de Tijuana.
Los haitianos solicitantes de refugio en México han ido en aumento inusitado. Mientras en 2018 solo hubo 76 solicitudes aumentaron impresionantemente en 2020, a 5 938. Pero, los migrantes haitianos en tránsito o en una situación confusa de su condición de migrantes, están por todas partes en nuestro país.
La tiranía en Nicaragua ha llegado a límites increíbles, hasta el 7 de julio había 26 opositores detenidos, una buena parte de ellos candidatos a la presidencia. La violencia contra las manifestaciones, empezó desde 2018, continuó en 2019, 2020 y también este año. Fueron reprimidas con saña las mujeres, los estudiantes y perseguidos incluso antiguos dirigentes del Frente Sandinista de Liberación Nacional.
En Brasil se han realizado movilizaciones masivas contra Jair Bolsonaro, exigiendo que sea procesado por delitos de diverso tipo. La inmensa tristeza, estupor y depresión que produjo la victoria de Bolsonaro, en los grupos populares, así como la correspondiente derrota del PT de Lula y Dilma Roussef, poco a poco están saliendo de ella y retomando la iniciativa.
En el Perú, el triunfo apretado del profesor Pedro Castillo ha despertado muchas esperanzas entre los indios, los campesinos, los mineros. Al mismo tiempo hay una creciente violencia de los partidarios de la derrotada Keiko Fujimori que insiste en echar atrás los resultados. Se vive en el país andino una atmósfera de enfrentamiento de pronósticos inesperados.
Además de las represiones de las semanas recientes en Guatemala y la demagogia del presidente del Salvador; Nayib Bukele, ahora está amenazando con expulsar del país, al periodista mexicano Daniel Lizárraga editor de El Faro.
La miseria y violencia en Honduras sigue aportando el mayor torrente de migrantes del Triángulo Norte de Centroamérica que cruzan por México y que debido las políticas del gobierno mexicano y las iniciadas por Trump, padecen el maltrato e incluso la violencia de la Guardia Nacional.
La mayoría de las peticiones de refugio de los centroamericanos, están relacionadas con la violencia que afecta a cientos de miles de personas en ciertos lugares dela región, incluidas amenazas, reclutamiento forzado, extorsión, violencia sexual y asesinatos.
Las solicitudes de refugio son:
“Un 64 por ciento del triángulo norte de Centroamérica. De ellos, el 51 por ciento proviene de Honduras, 8 por ciento de El Salvador y un 5 por ciento de Guatemala. Los cubanos y haitianos son un 11 por ciento cada uno y los venezolanos un 6 por ciento. Un 22 por ciento de todos los solicitantes son niños y la mayoría llegan sin familiares”, explica Aikaterini Kitidi, portavoz del ACNUR.
Las semanas anteriores se produjo una represión bárbara en Colombia. Las diversas fuerzas opositoras al gobierno derechista y principalmente los partidos y grupos de movimientos sociales y partidos de izquierda, denunciaron esa salvaje represión.
El continente entero se encuentra en una convulsión de destino incierto.
El gobierno mexicano ha sido muy blandengue en condenar los actos contrarios a las libertades.
Están más concentrados en las disputas internas y ponerse zancadillas entre Marcelo Ebrard y Claudia Sheinbaum, que en impulsar un política exterior comprometida con los intereses democráticos.
Ahora estamos, en plena lucha a navajazo limpio, por ver quien es el sucesor de AMLO, en el más viejo estilo priista.
Solamente, que de manera muy anticipada.
Puede ser que ello se deba a que el gobierno de AMLO está agotado, sin haber podido realizar la más mínima transformación.
Aturdido por ese fracaso y los inesperados movimientos electorales en su contra, que le produjeron una derrota contundente en la Ciudad de México y las principales ciudades del país, el presidente ha optado por una política de Bigh Brother.
Dejemos solo al inquisidor en sus delirantes mañaneras.