Miguel Díaz-Canel, presidente nominal de Cuba, designado por Raúl hermano de Fidel, ambos de la dinastía en el poder desde 1959, ha sido invitado por el presidente Andrés Manuel López Obrador a las ceremonias de celebración del inicio de la revolución de Independencia de México.

El presidente mexicano sale de del closet y hace público su castrismo.

Bienvenida esa tardía definición de las preferencias políticas, ideológicas y fanáticas del presidente.

Sus opositores de derecha están al borde de un ataque de histeria.

Los seguidores castristas de la 4T podrán dejar de jugar al avestruz y proclamar abiertamente su admiración por la dinastía de los hermanos Castro, probablemente convencidos de que la salida del closet de AMLO es un “viraje a la izquierda” que exige el apoyo incondicional de “los comunistas” y los “revolucionarios” para hacerle frente a las conjuras golpistas de los enemigos del cambio y del pueblo.

A algunos ex comunistas, a otros “marxistas”, no les importa que el gobierno actual reprima a las feministas, a los líderes de comunidades originarias, a los maestros, a los estudiantes normalistas, a trabajadores en muchos hospitales, a los propios médicos; no les importa que despida a decenas de miles; basta con que reciba con todos los honores al presidente cubano para darle su apoyo a AMLO por su defensa “de Cuba socialista”.

Militantes o partidos de izquierda, como el Partido Comunista de México que tiene posturas muy críticas al gobierno de AMLO, el 14 de septiembre marcharon por avenida Reforma con una gran Manta que decía “sin poder Obrero, no hay cambio verdadero”; sin embargo se contradicen y se emocionan con la visita del dictador y organizan manifestaciones de bienvenida al “presidente” Miguel Diáz-Canel en defensa de los “logros de la revolución”.

Afirmar eso es un insulto para los cubanos. Sobre todo para los más oprimidos.

Cuba es una isla donde hace mucho dejó de existir algo semejante a una formación social denominada socialista.

Algunos viejos priistas dentro y fuera de Morena han sido castristas desde siempre.

Fenómeno que es necesario estudiar, que permitió al sistema autoritario mexicano, blindarse contra el surgimiento de guerrillas en México y al castrismo tener una puerta de salida hacia “occidente”.

Esa “pax castrista” no estuvo exenta de episodios tensos, desde el triunfo de la Revolución Cubana. El propio AMLO ha dicho que tuvo diferencias con Fidel Castro cuando vino a la toma de posesión de Salinas y cuando dio asilo a Carlos Ahumada. Durante el priato, Cuba sufrió la expulsión de varios de sus diplomáticos a acusados de realizar actividades de espionaje a lo largo de diferentes momentos.

No debemos olvidar que México, en voz del Secretario de Relaciones Exteriores Manuel Tello, argumentó que Cuba era “incompatible” con el sistema democrático panamericano, al mismo tiempo que se abstuvo a la hora de votar la expulsión de Cuba de la Organización de Estados Americanos. Solamente la abstención es lo que nos recuerdan cada vez que pueden los procastristas mexicanos mayoritariamente priistas, como ejemplo de dignidad y “congruencia” con los “principios” de la política exterior de México de “no intervención y respeto al “derecho de autodeterminación de los pueblos”.

El balance de 62 años de relaciones entre México y Cuba es de gran simpatía con el castrismo de los gobiernos priistas, panistas y ahora morenistas con el castrismo.

Ese idilio obedece a una convenenciera política de chantaje ante los gringos, pero con límites.

México nunca quiso comerciar con petróleo para evitar el traslado desde la URSS a la Isla. En una palabra a la hora de las definiciones México se alineó con los Estados Unidos.

Es muy impresionante la fuerza de los mitos.

Ante toda esa jerigonza es casi imposible criticar a la dictadura castrista. Quien lo haga es “agente del imperialismo, de la CIA o traidor”.

A los gobiernos priistas hasta se les perdonan las masacres cometidas contra el pueblo, pero se les respeta por su política de “no intervención” en relación con Cuba.

En Cuba hay una inmensa cantidad de negocios de los altos burócratas del Partido Comunista Cubano, del Ejército y de las llamadas empresas del Estado. Esos burócratas son multimillonarios. Son una nueva clase como la llamó Milovan Dijlas en Yugoslavia hace mucho tiempo.

El famoso caso “Ochoa” dejó clara la existencia de una política para allegarse de divisas que incluía el tráfico de drogas procedentes de Colombia, creado y promovido por el propio Comandante en Jefe Fidel Castro.

Esa insoportable realidad ha sido relatada por los más destacados escritores, forma parte de la nueva música de los jóvenes, también de la creación cinematográfica, teatral, de todo tipo de artes.

Esta en el “boca a boca del pueblo, a pesar del terror de una sociedad policiaca donde los vecinos denuncian a sus vecinos o incluso familiares a sus propios familiares.

Venciendo el hambre, el terror, hace unos meses primer en San Isidro y luego en muchas ciudades y poblaciones de la isla, la gente Salió a manifestarse. La respuesta del Estado y de Díaz-Canel fue brutal, salieron a apalear a los manifestantes, a intimidarlos con armas y después a detener a centenares a las puertas de sus casas o invadiendo sus modestos domicilios.

Testimonios de mujeres, jóvenes, niños mayoritariamente de barrios pobres de la Habana, de Camagüey, Matanzas, Santiago, de San Antonio de los Baños donde iniciaron las movilizaciones que rápidamente se extendieron por toda la isla, dan cuenta de acosos, torturas, golpizas y arrestos de mucha gente cuyo paradero continúa sin saberse después da varios meses de haber sido arrastrados ante los gritos de impotencia de sus familiares.

Salvo algunos grupos trotskistas, incluso uno dentro de Cuba, casi todas las “izquierdas” del continente y de Europa, siguen venerando a los dictadores cubano.

Esa actitud favorece al anticomunismo más vulgar que usa la represión y el hambre contra la gente, como muestra de la “condición” represiva y de miseria que produce “el comunismo”.

Los que defienden a la dictadura castrista son, paradójicamente, los mejores propagandistas del anticomunismo.

Continuar la política del avestruz y negarse a ver la realidad tiene costos muy altos para la lucha radical contra el capitalismo en todo el mundo, incluida la isla de Cuba.

Mientras el presidente recibe a Díaz-Canel varios miles de cubanos están hacinados en territorio mexicano y participan en caravanas para romper el cerco salvaje de la Guardia Nacional en su contra.

Los cubanos siguen huyendo en lanchitas o en balsas improvisadas hechas con llantas, con tal de buscar algo diferente para poder sobrevivir y enviar dinero a sus familiares.

AMLO adora a las remesas, como lo dice cada vez que puede. En eso coincide con Díaz-Canel, habla contra el imperialismo, se desgañita denunciando el bloqueo, pero Cuba recibe millones de dólares. Sin las remesas cientos de miles o millones de cubanos tendrían hambruna.

Ese socialismo carcelario, de hambre y prostíbulo barato es exactamente lo contario por el que lucharon los campesinos, obreros, intelectuales, estudiantes, mujeres bajo la dirección de los “jóvenes barbudos” de Fidel, Camilo, Abel Santamaría y del Che Guevara entre otros. Antes de que los Castro se convirtieran en autócratas.

Cuba dejo de ser socialista hace mucho.

La lucha por una sociedad libre de explotadores, de opresión y de absoluta falta de libertades, tiene que romper con el culto a dictaduras como la castrista.

Sin romper con ese modelo de socialismo y comunismo de barbarie, los grupos anticomunistas se fortalecerán.

Es muy patético que algunas fuerzas políticas que han sufrido la ineptitud, la estafa y los crímenes contra los opositores populares por parte del gobierno de AMLO, caigan en la trampa de “saludar” la visita de Díaz-Canel como un signo izquierdista y antiimperialista.