El Tercer Informe de Gobierno y el Paquete Económico 2022 muestran el limitado desempeño en la gobernanza del país y las acotadas herramientas para lograr la pronta recuperación económica. De cara a la segunda mitad del sexenio, se advierte una economía estancada sin capacidad de reacción y mucho menos con intenciones de cambiar el rumbo de lo que figura ser un sexenio perdido.

El informe con otros datos nos brinda un panorama con más retos que logros en el que resalta la caída de la economía en 8.3 por ciento anual en 2020, la de mayor magnitud en la que se tiene registro. La perspectiva de los especialistas que estiman un crecimiento anual cercano al 6 por ciento en 2021, resulta insuficiente para alcanzar los niveles de prepandemia.

Las proyecciones en Consultores Internacionales, S.C.® estiman que en el mejor de los escenarios, será hasta el año 2023 cuando se alcancen los niveles de producción previos a la crisis sanitaria; es decir, se habrá perdido al menos la mitad del sexenio. Lejos hemos quedado de la promesa del crecimiento del 7 por ciento anual.

Si bien ha prevalecido la estabilidad macroeconómica ante la crisis sanitaria reflejándose en niveles inflacionarios y cambiarios moderadamente aceptables, así como la prudencia en las finanzas públicas explicada por los esfuerzos de fiscalización y de austeridad en el gasto, hoy más que nunca urge crecer para evitar el estancamiento.

El crecimiento no es un capricho, es una necesidad en la generación de más y mejores empleos. Aún no se han recuperado los niveles de empleo formales y muchos de ellos se explican por el efecto outsourcing. Lo más alarmante es que los nuevos empleos formales fueron registrados con menores ingresos. La menor calidad laboral agrava la capacidad de recuperación de los hogares y ello se traduce en su bienestar.

Según las estimaciones del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), en 2020 el número de personas en situación de pobreza aumentó en 3.8 millones de personas en comparación con 2018. Con estos resultados se borraron años de esfuerzos en el combate a la pobreza. Si bien las transferencias aumentaron, fueron insuficientes ante la crisis sanitaria y económica y también han sido mal enfocadas ya que se perdió progresividad; es decir, el decil más pobre recibió menos proporción de estos subsidios.

Revertir este contexto se ve más lejano que los próximos tres años. En principio, el Paquete Económico para el año 2022 queda corto para reactivar los motores de la economía. La ausencia de una reforma fiscal impide ampliar la base de contribuyentes enfocándose en eficiencias administrativas y mayor fiscalización a los contribuyentes. Nuevamente se resiente la necesidad de crecer, sin crecimiento se acota la recaudación.

En años anteriores el problema de la baja recaudación se amortiguaba con los ingresos petroleros, hoy la plataforma de producción ha tocado mínimos históricos y lo único que mejora su aportación a los ingresos públicos es la recuperación de los precios internacionales del petróleo.

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Con menores recursos y manteniendo la prudencia en el incremento de la deuda pública, el gasto se estrecha aún más. El factor más castigado es la inversión. Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), la inversión pública en México fue del 1.3 por ciento del PIB en el año 2019 cuando en 2007 representaba el 2.0 por ciento del PIB. Este dato nos ubica debajo del promedio del 3.3 por ciento del PIB y en el último lugar de los países miembro de la OCDE.

En los tres años que restan del sexenio, los proyectos bandera en infraestructura han mostrado pocos efectos multiplicadores en la economía y la apuesta por incrementar el consumo interno vía transferencias sociales no ha resultado conforme lo esperado por la debilidad de las pequeñas y medianas empresas y de los hogares.

Estamos en la antesala de un sexenio perdido que ve poca capacidad de reacción en la instrumentación de políticas contra cíclicas por el gobierno federal y limitada efectividad ante los riesgos estructurales como la inseguridad, la corrupción, la falta de aplicación del Estado de Derecho y la ausencia de visión de largo plazo.

Como ciudadanos, empresarios y consumidores, nos toca participar a través de los canales democráticos para fungir como los contrapesos necesarios que busquen retomar la senda del crecimiento de México.

El autor es presidente de Consultores Internacionales, S.C.®