La ilusión no viaja en tranvía. La ilusión habita en Palacio Nacional. A partir de reiterar el ejercicio de “informar” trimestralmente sobre la gestión a su cargo, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha trivializado la obligación constitucional de la cuenta anual sobre el estado que guarda la administración pública su cargo. Habrá que revisar el texto entregado al Congreso, pero el mensaje pronunciado el miércoles 1 del actual en el recinto juarista de la ahora casa presidencial, debe producirnos honda preocupación: el monólogo del deseo y la ausencia de rendición de cuentas.
Puede entenderse que el discurso político para enmarcar el envío al Poder Legislativo del tercer informe del presente período presidencial y el mensaje que desea transmitirse enfatice los resultados obtenidos, algunos de los logros alcanzados o el significado de ciertas decisiones adoptadas, pero poco o nada se comprende la pretensión de dar por hecha la transformación anunciada y la afirmación de que ha dado inicio su etapa de consolidación.
Es el juego de la prestidigitación: proponer el cambio, decir que está en marcha, evaluarlo con referentes objetivos, afirmar que es un hecho y aducir la consolidación en el resto de la gestión. Todo un ejercicio de propaganda en torno a la aceptación de la persona, pero sin la evidencia de que las palabras correspondan a los hechos o querer que el discurso se asuma como hecho.
Cuando el resultado electoral de los comicios federales intermedios refleja una situación muy distinta a la del otorgamiento del mandato, quizás el discurso de la promesa reeditada o de las convicciones reformuladas, pero con saldos magros, sólo pueda justificarse desde el poder y el ánimo reiterado de la polarización.
El problema es que ante la realidad, la reacción emotiva de la promesa para acceder al cargo despierta la esperanza y la adhesión factibles; pero cuando ante la realidad a casi tres años del ejercicio del cargo no refleja el cambio ofertado, la renovación de la promesa sin la más mínima autocrítica es voluntarismo puro.
Frente al ánimo de transformar del mandatario ejecutivo federal, ¿que hay en el panorama?
En lo político, el retroceso de la concentración del poder de facto en el Ejecutivo y la confrontación y la descalificación a todo actor —gobiernos, partidos, medios y organizaciones de la sociedad— que no estén de acuerdo con el pensamiento y deseos presidenciales. Se pretende presentar la pluralidad como un componente sin valor ni justificación.
En lo económico, la incertidumbre derivada de la ausencia de respeto y cumplimiento del orden jurídico, así como de la polarización de la sociedad, y la ausencia de empatía para disponer de recursos en favor de los empresarios micro, pequeños y medianos, a fin de que hicieran frente a la crisis económica detonada por la emergencia sanitaria.
En lo social el peor de los escenarios: la mutación del desarrollo social como eje conceptual de la elevación del nivel de vida de la población, por el establecimiento de subsidios para el ingreso de subsistencia de ciertos grupos, como las personas adultas mayores o las personas discapacitadas; la destrucción del Seguro Popular y los fondos para el acceso a servicios de salud por quienes no son parte de la seguridad social, a cambio de la promesa de atención universal gratuita en una institución mal concebida (el INSABI) y que ha sido incapaz de organizarse siquiera para adquirir medicamentos; la trágica mortalidad derivada del nuevo coronavirus por haberse ideologizado su atención y no adoptarse las medidas de prevención y detección necesarias; y el deterioro para el proceso de enseñanza-aprendizaje de millones de niñas, niños y jóvenes por ausencia de cuidado de la infraestructura y de planeación para reactivar las clases presenciales con la prontitud y seguridad en la que se realizó en prácticamente todo el mundo.
En lo ambiental, el incumplimiento palmario de los compromisos para la transición energética y de combate al cambio climático y la inadecuada concepción del programa para subsidiar la siembra de árboles.
En la atención de las legítimas demandas de las mujeres por el respeto irrestricto a sus derechos, empezando por su integridad física, psicológica y sexual, la ausencia de respuesta institucional y el rechazo por censurar formas de expresión, a lo que aúna la socarrona versión de que si bien el índice de feminicidios se ha incrementado, es probablemente porque antes no se documentaban como tales esos ilícitos.
Y en la seguridad el consuelo de que se ha estabilizado la tendencia ascendente de la violencia y los homicidios dolosos relacionados con la delincuencia más peligrosa -la vinculada a la producción, tráfico y comercialización de las drogas-, pero sin respuesta al dominio que para sus actividades ejercen en porciones importantes del territorio del país.
Si bien el compromiso de combatir la corrupción es un principio válido, indispensable y encomiable para la gestión gubernamental, se desfonda ante los indicios y las pruebas de hechos que involucran a personas del régimen o cercanas al mismo, como los hermanos –Pío y Martín– del propio Ejecutivo Federal.
En el recuento hecho de las acciones de gobierno en el mensaje alusivo a su tercer informe constitucional, el presidente de la República se solaza en la postulación, presunción y autoelogio de aquello que considera emblema en la autoconcepción de la transformación planteada, pero no sin ofrecer la contradicción de hablar de reformas mayores como prueba involuntaria de que el cambio no ha ocurrido y -al menos en esos aspectos- es muy posible que no ocurra.
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La transformación se reduce a la probidad del mandatario; la austeridad republicana que practica, pero desde Palacio Nacional; las cuatro obras de infraestructura emblema del período; los subsidios presupuestales hechos programas sociales en la Constitución; la economía en cifras de crecimiento ilusorio por el rebote de la reactivación pos pandemia que esconde la recesión del 2019 y 2020, y el establecimiento de la Guardia Nacional sin respetar la Ley Fundamental.
Ha habido modificaciones al régimen constitucional y cauces para su ejecución, pero no transformación del Estado mexicano. Hay mucha pirotecnia pero no transformación. Hay demasiada propaganda pero no transformación. Sin auténticos acuerdos en la pluralidad vigente y a partir de la polarización, el voluntarismo presidencial generará más tensiones y la prolongación de las confrontaciones, pero no transformación.
Si están pendientes las reformas mayores por mal diagnóstico (energía eléctrica), por rectificación de los acuerdos de 2018 (Guardia Nacional) o por tomar ventajas en los procesos comiciales (reforma político-electoral), el pronóstico es contrario a las aspiraciones presidenciales.
Un informe sin ninguna autocrítica y despegado de la realidad.


