Es imposible discutir contra alguien que siempre “tiene otros datos”.

Es absurdo.

El gran tema es por qué, esos demagogos, denominados “populistas”, logran engañar a millones de personas.

Eso ocurre lo mismo en Venezuela tanto con Chávez como con Maduro, en el polo seudo izquierdista o en el polo opuesto Bolsonaro en Brasil, eso en nuestro Continente sin olvidar a Donald Trump.

En Europa, tanto Erdogan en Grecia, como Jonhson en el Reino Unido. Estos y muchos otros casos recientes o de principios del Siglo XX, Stalin, Hitler, Mussolini, Mao o de mediados de ese siglo “de nobleza y de odio” llamado así por el poeta ruso Evgueni Evtushenko, como Fidel Castro, Domingo Perón, el presidente Guzmán de Sendero Luminoso en el Perú y muchos más y “los que nos faltan mi niño”, diría Alex Lora.

El gran filósofo Mario Bunge, quien murió recientemente con más de cien años de una productiva vida, nos dice en uno de sus libros: “No hay sociedad sin política, ni política sin ideología”. La política estudia tanto la política, como las ideologías que inspiran a los miembros del cuerpo político, o al menos a sus dirigentes.

“Desgraciadamente el estudio de las ideologías no suele distinguirse por su calidad o profundidad, y ello porque no suele fundarse sobre una teoría del sistema político, como subsistema de la sociedad”.

Considero por lo tanto absurdo pretender un mundo sin ideologías, la cuestión es cómo algunas o casi todas las de nuestros días son, simplemente mascaradas para buscar el poder o sostenerlo a toda costa.

Estoy de acuerdo también con Mario Bunge:

“En cuanto al interés práctico, es igualmente evidente debido a que todos somos en mayor o menor medida víctimas de equivocaciones relacionadas con palabras tales como ‘democracia’ y ‘nacionalismo’. No es que las luchas políticas se ganen con palabras, pero sin éstas no se pueden librar. Y en cuanto mejor sepamos qué significan las grandes palabras-consignas que se emplean en las lides políticas, tanto mejor preparados estaremos para participar en ellas o al menos para sobrellevarlas”.

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Actualmente hay una decadencia de la democracia, tanto en su aplicación como en la concepción misma de ese tipo de Estado, lo que favorece el crecimiento de los demagogos y una peligrosa tendencia al nihilismo entre los jóvenes, quienes curiosamente suelen ser carne de cañón de los llamados populistas de derecha y de izquierda, a los que prefiero llamar demagogos.

Los regímenes populistas pueden ser infernales, cito aquí a la joven escritora venezolana Karina Saiz

“Ana y yo nos conocimos en la Facultad de Letras, desde entonces compartimos una sincronía para nuestros propios infiernos. Esta vez también. Cuando mi madre ingresó en la Universidad de cuidados paliativos, los Hijos de la Revolución, arrestaron a Santiago, su hermano. Ese día apresaron a decenas de estudiantes. Terminaron con la espalda en carne viva por los perdigones, apaleados en una esquina o violados con el cañón de un fusil. A Santiago le tocó la TUMBA, una combinación de las tres cosas dosificadas en el tiempo. No sabemos si está vivo o muerto y “no sabemos nada de él”-, me contó Julio en voz muy baja (…)”.

El infierno dantesco de los casi cien mil desaparecidos, no debiera usarse para estafar a sus familiares con la creación de una Comisión de la Verdad limitada de antemano a no tocar al ejército, porque es “pueblo uniformado”

La demagogia es infinita en los gobiernos “populistas”.

Imposible creerle a Alejandro Encinas promotor de esa pantomima, cuando reitera que no dejarán avanzar a los migrantes. Haciendo el trabajo sucio a la política de Trump continuada por Biden, cínicamente admitida por el presidente a “la mitad del camino” si “la naturaleza y el Supremo o creador se lo permiten”, quizá una de las pocas verdades dichas en su libro y en su enésimo “informe”.

Es inquietante tal confesión, su salud, es un asunto de interés público.

El cinismo de Encinas es de un sadismo casi criminal, ante la defensa de la represión de los migrantes, que tuvieron que lanzar piedras, poner troncos para continuar su camino hacia la frontera con Estados Unidos, dado que en Tapachula la tercera parte de la población 30 mil personas procedentes de Haití, Honduras, Guatemala, El Salvador, Venezuela, Cuba, también de África, están llegando de Rusia y Europa del Este y ahora de Afganistán. Todos ellos están varados en esa ciudad fronteriza de 300 mil habitantes. Sobreviven en las calles, sin techo, sin comida, sin atención alguna a su salud. Es totalmente lógica su desesperación ante la cual la Guardia Nacional, el Instituto Nacional de Migración actúan salvajemente, como lo vimos en las imágenes donde los patean, los golpean, los tratan de asfixiar para cumplir con los dictados de Trump.

Ante toda esa barbarie cabría recomendarle a Encinas la lectura de la novela La hija de la española de la joven venezolana antes citada.

“Crecí rodeada de hijas de inmigrantes. Niñas de piel morena y ojos claros, la sumatoria de siglos en la vida de alcoba de un país mestizo y extraño. Hermoso en sus psicopatías. Generoso en belleza y violencia, dos de las más abundantes pertenencias nacionales. El resultado final era esa nación construida sobre la hendidura de sus propias contradicciones, la falla tectónica de un paisaje siempre a punto de derrumbarse sobre sus habitantes”.

Venezuela es muy parecido a México, donde “Nadie quería envejecer o parecer pobre, ocultar, maquillar. Esa era la divisa de la Patria: aparentar”.

Negar la represión a migrantes cuando se producen situaciones infernales en la estación Migratoria “Las Agujas” en Iztapalapa en la capital del país, el día 1 de septiembre, aproximadamente 600 migrantes se amotinaron después de permanecer hacinados durante varios meses castigados sin beber agua más de una vez al día, alimentados con comida en mal estado, muchos enfermos sin atención incluso con Covid y además algunos encerrados en áreas es una especie de campo de concentración nazi.

Una situación semejante se vive en una inmensa “casa” en Cadereyta, Nuevo León denunciada por la TV “conservadora”, uno día antes del llamado informe de AMLO. Ocurren casos de ese tipo o incluso peores en Tijuana.

Considero muy interesante lo que nos dice Piketty:

“Si me hubieran dicho en 1990 que en 2020 iba publicar una colección de crónicas titulada ¡Viva el socialismo!, habría pensado que se trataba de un mal chiste. Pertenezco a una generación que no tuvo tiempo de dejarse seducir por el comunismo y que se hizo adulta constatando el fracaso del sovietismo el fracaso del socialismo”.

Coincido también con Piketty y varios pensadores en la necesidad de luchar por un socialismo autogestionario, “con libertades plenas sin ninguna concesión al pasado ni a un falso socialismo tipo China o Vietnam”.

Es inquietante como los demagogos usan a los aparatos de justicia, tan corruptos y sumisos a los poderes fácticos y los líderes y jefes de gobierno y estado, como es el caso mexicano.

Juan Villoro en su novela más reciente La Tierra de la Gran Promesa escribe:

“-Como lo oyes. La mayoría de las noticias que se dan este puto país, son filtraciones. Un judicial o un gobernador o un general del ejército te convierten en su informante y eso te permite cubrir exclusivas del narco. ¿De qué otro modo obtienes datos clandestinos? La mayoría de los periodistas están súper amenazados. En el despacho hemos atendido denuncias de Artículo 19, Human Rights Watch, Reporteros Sin Fronteras, a eso nos dedicamos- El pedo no es que alguien te dé información (en todas partes es normal recibir filtraciones) si no que dejes de usarla. Esos vínculos no se rompen. Cuando el pendejo de Calderón sacó al ejército a la calle, para su guerra contra el narcotráfico, lo más patético no es que se pusiera un uniforme con una camisa que le quedar agrande. El problema no es sacar el ejército de los cuarteles, sino volver a meterlo”.

Nada es eterno, un demagogo también puede ser derrotado.