Los calificativos no alcanzan para desentrañar las causas de la conflictiva situación que priva a nivel global. La creciente frustración de la gente deriva de amenazas tradicionales y nuevas a la seguridad, y de una percepción de crisis que se profundiza y traduce en incertidumbre y miedo. Los eventos mundiales llaman la atención, son inéditos y multicausales; polarizan opiniones y emociones. En este convulso escenario, los pilares de la paz se debilitan y alertan sobre la importancia de que la comunidad internacional impulse acuerdos que permitan desactivar conflictos, alentar la cooperación para el desarrollo y fortalecer al multilateralismo.

En un mundo interdependiente e interconectado, son evidentes las causas estructurales que propician desencuentros. A manera de ejemplo, el sur global padece las consecuencias de una globalización inacabada, que no alcanza a derramar beneficios en todo el orbe. Es una globalización que estimula la pobreza y la ruptura del tejido social; que degrada el medio ambiente y arriesga la sustentabilidad del planeta. Estas realidades se agravan con la pandemia de Covid-19, que exhibe la vulnerabilidad del género humano en un momento delicado, en el que los nacionalismos exacerbados, viejos y nuevos hegemonismos y la carrera armamentista, ponen a la paz en vilo.

Son tiempos complejos, que exigen atender lo sustantivo. Vivimos una tensión global que reconfigura los parámetros de la convivencia internacional, que cuestiona la vociferada voluntad política de los líderes de las naciones para transitar por un camino más ordenado y virtuoso. En tales condiciones, las narrativas guerreristas cierran puertas a la paz integral, con el riesgo que ello implica. Son eventos delicados, que  diluyen optimismos desbordados y llaman a la comunidad mundial a recapitular y aprender de las lecciones de la Guerra Fría y de la perversidad inherente a los dogmatismos ideológicos y políticos. Así, ante el agravamiento de diversas crisis convergentes, asoma la oportunidad para edificar consensos diplomáticos alrededor del respeto y la tolerancia, consensos que vigoricen el desarrollo económico con justicia y contengan el desplazamiento de millones de personas que, ante graves carencias, se ven forzadas a dejar sus lugares de origen para encontrar, en otras latitudes, oportunidades para una vida digna y mejor.

No obstante, las dificultades, hay esperanza en el fortalecimiento de la arquitectura multilateral, como vehículo para la paz. El talento del género humano es más grande que la obcecación de líderes públicos y privados, atados a intereses políticos y económicos que apuestan al inmovilismo. En tiempos de crisis, asoma la oportunidad para favorecer un modelo de convivencia mundial solidaria, acorde a la aún joven identidad de la sociedad global y a sus desafiantes realidades emergentes en todos los ámbitos. Es hora de trabajar por un mundo sin discriminación y de oportunidades, un mundo en el que todos quepan.

Internacionalista.