Pato a la naranja en el Hunan es la imagen de la cuatro t combatiendo a la corrupción. El viejo adagio, cuando veo a un pato con cola de pato, que camina como pato y grazna como pato, pues no me queda otra que decir: ¡ES UN PATO!

Emilio Lozoya libre no deja lugar a dudas de la impunidad como norma de este gobierno. Precisamente lo contrario a lo prometido en su campaña. AMLO, como presidente, protege a los delatores, mete a la cárcel o persigue a sus críticos y mantiene, hasta hoy, su política de perdón a los ex presidentes, específicamente a Enrique Peña Nieto.

Ni hablar de los casos de corrupción de su gobierno. Contratos otorgados sin licitación o concurso alguno a sus aliados o familiares. Exoneración a altos integrantes de su gabinete que omitieron declarar sus faraónicas fortunas en propiedades de mansiones dentro y fuera del país, lujosos automóviles, joyas, obra plástica y demás tesoros de una élite impúdica que se declara redentora de los pobres, pero vive y tiene bienes como los de un Marajá.

La Secretaría de la Función Pública debiera llamarse la Secretaría de la Complicidad Obscena, no cambió nada con la salida de Irma Eréndira Sandoval, despedida de forma grosera por el presidente, sin que ella ni su marido –tan belicoso y “ultra radical”- abrieran la boca.

Los más fanáticos pejistas han tenido que tragar aceite y algo peor, para aplaudir a su líder que combate a la corrupción como nunca. Unos cuantos sudaron frío y admitieron que la imagen de Lozoya cenando en el Hunan era “chocante” como dijo Marcelo Ebrard.

No he leído, ni escuchado a ningún comentócrata, menos a ningún miembro de la partidocracia, ni de la casta, pronunciarse contra la figura de la delación premiada.

Estoy en contra de esa figura “jurídica” copiada del sistema gringo.

Premiar la delación es poner la justicia en manos de los criminales y dotar al Estado de capacidad total para fabricar culpables.

Emilio Lozoya es el delator que tiene la espada de Damocles para asestarla a quien le indiquen sus fiscales, es decir el jefe del gobierno y el Estado Andrés Manuel López Obrador mediante el fiscal de papel Alejandro Gertz Manero.

Uno de los datos grotescos del papel de Lozoya como delator, es que ha señalado a puros subordinados y a sus jefes solamente los menciona para mantenerlos en estado de rehenes, ya que el fiscal general solo ha procedido contra algunos peces chiquitos y protege a los peces mayores Enrique Peña Nieto, Carlos Salinas y su jefe inmediato Luis Videgaray principalmente.

La obscenidad del “proceso” contra Lozoya ha llegado a límites de la comicidad de Viruta y Capulina, el mismo presidente ha dicho que Emilio Lozoya cometió un “acto inmoral” pero no ilegal, dado que su condición de colaborador no establece claramente una prisión domiciliaria como estatus, para realizar las delaciones fuera de la prisión. Como diría Capulina “fíjate que suave”

Lozoya implicado en desvíos multimillonarios, fraudes colosales puede salir tranquilamente a cenar o comer al Hunan, mientras Rosario Robles tiene 3 años presa por “sacar un duplicado de licencia”

Oros perseguidos por la fiscalía general, como los 31 investigadores del Conacyt sufren una campaña de desprestigio y ahora se les suman los profesores e investigadores de la UNAM acusados por el presidente de cobrar sin trabajar, recurriendo a una verdad a medias, dado que incrimina a todos y evade señalar casos concretos porque muchos de esos “aviadores” son seguidores del presidente.

El tribunal de la Santa Inquisición se usa siempre para acusar a los opositores del gobierno.

Lo mismo para descalificar a las feministas señalándolas como provocadoras y lanzando la policía en su contra, también para dejar impunes casi un centenar de asesinatos y desapariciones de líderes campesinos e indios y para procesar a sus adversarios panistas ya sean ex senadores o ex gobernadores.

Dos medidas: a los cuates y familiares impunidad total y a los enemigos todo el peso de la ley, máxime si ésta es perversa como lo son los amparados en la delación protegida.

Además, se usa la figura de delación protegida para chantajear a los “machucones” hasta que sea conveniente o mientras esos “campeones de la corrupción neoliberal” guarden “secretos” del presidente que lo tienen también en calidad de rehén.

Un querido amigo y respetado maestro que fue alto funcionario con los gobiernos priistas incluyendo el de Carlos Salinas me comentó: “en política los acuerdos se respetan como lo que se traza en la arena, su duración es efímera; salvo que la otra parte conozca o tenga datos que te obliguen a respetar esos acuerdos”.

Esa lógica gansteril propia de El Padrino es la que preside la política de combate a la corrupción del gobierno de AMLO.

La solución radical y profunda es cortar de raíz su genética, es decir, acabar con un sistema, cuyo motor es la obtención de capital, esa verdad tan contundente es equivalente a decir el sol sale todos los días o la gravitación universal es una ley que determina toda la física.

Limitarse a una denuncia doctrinaria puede ser utilizada como coartada para evadir una lucha precisa contra la corrupción.

En éstos días de “destape” corcholatero y de colocación de monumentos de exaltación chovinista a lo pre hispánico y de convocatorias a “jornadas particulares” al modo de Mussolini –tan magistralmente protagonizadas por Sofía Loren y Marcello Mastroiani en el filme del comunista Ettore Scola– es muy saludable la existencia de organismos de combate a la corrupción y las acciones de denuncia de cada caso.

La corrupción se combate con hechos, no con “otros datos” obtenidos de un delator protegido que se pasea por los restoranes de lujo de Las Lomas, donde según el presidente viven menos conservadores que en la Colonia del Valle, lo dice porque varios de su gabinete viven ahí, en Las Lomas, como Manuel Bartlett, Olga Sánchez Cordero y su antiguo maestro Porfirio Muñoz Ledo y otros que viven con gran modestia en San Ángel, Coyoacán y tienen propiedades dentro y fuera del país de niveles semejantes a los Zares y Monarcas de todo tipo.

Con la impunidad hemos topado…