Ante el decreto presidencial para no cumplir con los concursos, licitaciones y demás para darles directamente a las fuerzas armadas el manejo de obras inmensas y los sistemáticos golpes a los poderes autónomos; escucho, veo y leo el lamento “y nadie dice nada”.

Ese es el tema que me interesa comentar.

¿Realmente nadie dice ni hace nada? Ante los estropicios sistemáticos contra la mínima existencia de una república laica, democrática, federal y sustentada en la división de poderes y la exclusión del poder de los militares.

Hay muchas voces y algunas acciones contra este golpe gradual, incluso pueden ser la expresión de la mitad o un poco más de los ciudadanos.

Hay denuncias en artículos publicados en la prensa escrita y digital, en comentarios en la radio y la televisión, miles de post en las redes de todo tipo, incluso algunas de pésimo gusto con caricaturas grotescas del presidente.

En el senado y en la cámara de diputados se toman tribunas, se gritan consignas, se hacen discursos contra las tentaciones golpistas, los actos contra las instituciones democráticas, se defiende a los organismos autónomos y no hay día que no se expresen los partidos opositores.

En defensa del gobierno y del presidente se expresan con enjundia y muchas veces con procacidad contra los opositores, los partidarios del régimen.

Incluso hay ciertos “comentaristas” desvergonzados que “argumentan” la legalidad y legitimidad del presidente en su creciente consentimiento al ejército y el resto de tropelías realizadas sin rubor alguno contra los más elementales rasgos de una república definida constitucionalmente y producto de más de un siglo de luchas contra los “emperadores”, los tiranos, los dictadores y los demagogos.

Sin embargo, es una marcha sin ningún dique hacia la demolición de la república.

No es que nadie hable ni haga nada, lo que ocurre es que hay un empate que no ha sido posible romper a favor de la república democrática y contra el rumbo de golpismo gradual del presidente AMLO.

¿Por qué?

Ese es el gran tema.

Un tema que está presente a escala planetaria.

El desprestigio de la democracia, de los partidos, de los políticos y de la política misma, ha llevado a situaciones aberrantes.

El escritor y analista argentino Pablo Stefanoni se pregunta ¿La rebeldía se volvió de derecha? En un libro recién publicado por Siglo XXI Editores.

En ese libro se nos dice que “La extrema derecha quiere cambiar el mundo. Y mucha gente está convencida de que eso es lo que el mundo necesita. Con combinaciones de nacionalismo, posiciones anti estado, xenofobia, racismo y misoginia, pero también guiños a la comunidad LGBTI y consignas ecologistas, con un aura de incorrección y novedad que atrae a los jóvenes, las llamadas “derechas alternativas” están protagonizando una revolución en la política occidental: orgullosas, levantan las banderas de la indignación y la rebeldía que eran la marca registrada de la izquierda. El progresismo, mientras tanto, entre el desconcierto y el gesto despectivo, se abroquela en la corrección política y corre el riesgo de volverse parte del statu quo”.

Pero como México no hay dos.

En nuestro país todas estas características de la rebeldía de derecha o casi todas y otras de la vieja izquierda stalinista-castrista, las encontramos en la práctica y el discurso del gobierno de AMLO.

Nuestro presidente es un genio, en su discurso y su práctica reúne a los más típicos mitos de las izquierdas viejas con muchos postulados de las derechas. Aunque eso sí AMLO es enemigo de la rebeldía venga de donde venga. Es un hombre de costumbres priistas.

Nuestra dictadura perfecta sigue viva.

Los mitos que sustentaron la hegemonía ideológica del partido de estado, son hoy la bandera de AMLO.

Eso es precisamente su 4 T.

La línea de continuidad de un “proceso revolucionario” con las tres fases anteriores: la revolución de independencia 1810-1821; la reforma liberal de 1857 y la revolución mexicana1910-1940. Es el “proyecto nacional” sostenido por una inmensa cantidad de personas.

Esas ideas han adormecido la mentalidad de millones y gracias a ello tenemos la más vieja “dictadura perfecta” del planeta.

Las tres máscaras del PRI, el Partido Nacional Revolucionario de Calles, el Partido de la Revolución Mexicana de Cárdenas y el PRI que comenzó con Alemán han gobernado con el consenso de una mayoría, antes sin tener datos de ningún tipo, dado que no había elecciones y ahora reafirmado por el triunfo de Morena en 2018.

Morena se auto define como el movimiento cuyo jefe Andrés Manuel López Obrador, realizará la Cuarta Transformación basada en el nacionalismo, el culto al Estado y una serie de postulados de la más pura estirpe priista.

El gobierno de AMLO además ha realizado un acto mágico: tiene una sumisión total a los Estados Unidos para lo cual actúa como policía para impedir la llegada de migrantes a territorio de Estados Unidos, no importa que esa política criminal este cerca de una tragedia con muchos muertos, heridos y miles de migrantes en la miseria deambulando por calles, carreteras, cuevas, poblaciones y ciudades.

Su “nacionalismo” es una mera balandronada y su práctica es de un entreguismo a los Estados Unidos nunca antes vista, como lo que expresó contra China en la reunión con Biden y Trudeau.

Su “nacionalismo” se reduce a apoyar a la dictadura de Ortega en Nicaragua y condenar el bloqueo yanqui a Cuba.

Ese es su acto “mágico”, ser un gobierno alineado a los gringos y hacer cierta demagogia “castrista” tolerada, al mismo tiempo. Esa estafa le da muy buenos resultados entre las izquierdas viejas stalinistas-castristas.

En el tema de los migrantes, AMLO reúne todos los prejuicios racistas de las derechas más extremas de Europa y de nuestro continente.

También en la cuestión de los derechos humanos AMLO es semejante a las derechas más reaccionarias: desprecia al feminismo; combate a los ambientalistas; calla ante los asesinatos de los líderes de los pueblos indios; reprime a los normalistas; desprecia a los intelectuales, a los artistas y los científicos

No es fácil romper este equilibrio catastrófico de un 50 o 51 % para AMLO contra un 48 o 52 % de sus opositores.

Tampoco es claro que un triunfo electoral de los opositores al gobierno de la Cuarta T, va a ser respetado por AMLO y las fuerzas armadas que han tomado partido por la Cuatro T en palabras del General secretario de la Defensa. Ese es el peligro de esas palabras, constituyen una variante de golpe de Estado.

Es cada vez más verosímil un vuelco hacia un régimen autoritario e incluso totalitario al estilo de Chávez- Maduro o de los hermanos Castro, cuestión que parecía una visión apocalíptica y delirante de los más derechistas opositores a AMLO, pero que. hoy no son tan fantásticas.

Tiene razón Pablo Stefanoni: Trump y Bolsonaro dejaron en claro que es hora de tomarse en serio las ideas de las derechas reaccionarias, aunque parezcan moralmente condenables o ridículas y, sobre todo, de entender cómo su discurso defensivo, sus líderes carismáticos y escandalosos y su provocación constante están logrando representar a muchos de los que se perciben postergados en las sociedades contemporáneas.

Cada vez resulta un tanto tedioso referirse a las tropelías de AMLO, la denuncia no es suficiente, aunque sea imprescindible, ahora el reto es construir un camino diferente.

En la fase actual se requiere unir a todas las oposiciones, tanto la derecha o la partidocracia con las luchas de los sectores populares.

El viejo discurso de las izquierdas stalinistas-castristas no es capaz de construir la fuerza para derrotar al gobierno militarista-golpista de AMLO, al contario le ayuda a mantener su discurso demagógico.

La rebeldía tiene que ser retomada por las fuerzas del cambio.