Es posible que hoy no se perciban la importancia de los acuerdos de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2021 (COP26), también conocida como el Pacto Climático de Glasgow, pero lo cierto es que vivimos el momento decisivo para hacer frente a la crisis climática ¿Habrán sido suficientes? Solo el tiempo lo dirá.

Poco se ha logrado para evitar que la temperatura global rebase los 1.5 grados Celsius, nivel que aumentaría los riesgos de enfrentar olas de calor letales, escasez de agua y colapso de ecosistemas. En seis años, posteriores al Acuerdo de París, el seguimiento ha sido insuficiente y solo las medidas de aislamiento lograron dar un breve respiro al avance en el cambio climático.

Lograr ese objetivo depende de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) y el sector energético es fuente de tres cuartas partes de las emisiones de GEI en la actualidad, por lo que es clave alcanzar para el año 2050 el conocido “Cero Neto”, lo que significa una transformación de la forma de producir, transportar y consumir energía.

Los acuerdos alcanzados por 165 países participantes en la COP26 para lograr el Cero Neto fueron insuficientes por postergar la eliminación del uso del carbón antes del 2040 y conformarse con una reducción progresiva, además de la reducción de subsidios a los combustibles fósiles ineficientes y la reducción de emisiones globales de metano en al menos 30 por ciento para el 2030.

Otro acuerdo para el Cero Neto es la transición mundial de vehículos de combustión interna hacia eléctricos, en la que más de 30 países, incluido México, se comprometieron a que todas las ventas de nuevos vehículos sean de cero emisiones a más tardar en 2040, incluyendo seis fabricantes que se comprometieron a que el 100 por ciento de sus ventas sean de este tipo de vehículos para 2035.

Por otro lado, la firma de la Declaración sobre bosques y el uso del suelo, en el que México participó como parte de 130 países (que cubren el 90 por ciento de los bosques del mundo), promueve la detención y reparación del daño de bosques y de la tierra para el año 2030 debido a su capacidad de absorción de dióxido de carbono (CO2), otro de los GEI.

Finalmente, destacan las 450 organizaciones que se comprometieron a financiar con $130 billones de dólares, acciones orientadas a la tecnología “limpia”, como la energía renovable, y financiamiento para reducir la dependencia de combustibles fósiles. México y otros 39 países apoyaron la creación de la Junta Internacional para Estándares de Sustentabilidad (ISSB) para elaborar estándares globales de transparencia y reportar en dónde se invierte el dinero.

El balance de la COP26 no fue malo, pero pudo ser mejor. Hoy las grandes economías como China e India dependen del carbón y su influencia matiza la ambición de eliminarlo como fuente energética.

Estados Unidos, después de una ausencia internacional en materia de cambio climático, tiene un renovado liderazgo en la agenda climática y por ello busca, entre otras medidas, implementar subsidios a la adquisición de vehículos eléctricos fabricados en Estados Unidos, medida que impacta a la industria automotriz mexicana.

México por su parte inicia y termina la COP26 sin mayores compromisos de reducción de emisiones y con los objetivos que se presentaron el año pasado suspendidos por un tribunal. Deslucido por la ausencia del presidente, nuestra participación coincidió con la discusión en el Congreso de una Reforma Eléctrica que inhibe la inversión privada y la menor participación en generación de electricidad con renovables.

Ante el gran potencial en energías renovables por los niveles de insolación y los recursos hídricos, más pronto que tarde, deberemos transitar a un modelo de crecimiento de bajo carbono que incluya esfuerzos públicos y privados que impulsen la innovación, la investigación y las inversiones en tecnología y en formación de capital humano.

No se trata de un planteamiento ideológico, es un compromiso planteado por México con los mexicanos y con el mundo. Quedar fuera de él no es solo omitir un esfuerzo para evitar el cambio climático, sino perder competitividad en nuestro vecindario de América del Norte y con otras regiones del mundo.

El autor es presidente de Consultores Internacionales, S.C.®