Así como la ciencia política estudia las relaciones de poder entre las personas, la disciplina de las relaciones internacionales hace lo propio en el caso de los Estados y otros actores relevantes en el plano mundial. Aunque parecieran similares, sus campos de estudio están bien delimitados y confirman que, la disciplina de las relaciones internacionales no es, como en sus orígenes, al inicio de la Guerra Fría, un conjunto de postulados útiles para la toma de decisiones en materia de política internacional, a partir de la definición del interés nacional en términos de poder. Por mérito propio, es un área de las ciencias sociales, con metodologías propias y diversas corrientes de pensamiento.

La complejidad creciente de la política mundial ha propiciado inéditas interpretaciones del poder, ya no necesariamente ligadas a sus componentes estratégicos, económicos y militares, como ocurre con las de potencias hegemónicas, sino a otras dirigidas a fortalecer la influencia y capacidad de acción de los Estados para lograr sus objetivos de desarrollo, en el contexto global. No todo en el mundo es guerra y la cooperación sigue siendo el mejor instrumento para nutrir solidaridades y fortalecer lazos entre los Estados y de estos con los organismos internacionales, en beneficio de la paz. En esta perspectiva, el poder descarnado muta en beneficio de políticas virtuosas, que impulsan intereses nacionales comprometidos con la atención de rezagos estructurales como la pobreza y la justicia social, así como con capítulos de preocupación global, entre otros Derechos Humanos, preservación del medio ambiente, desarme y ajuste del multilateralismo a realidades emergentes. Se trata del denominado “poder suave”, al que Joseph Nye ha estudiado en profundidad.

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La instrumentación del poder suave pasa por la llamada diplomacia pública, por canales de interlocución que los Estados, a través de sus representantes diplomáticos, realizan en los planos local y nacional de terceros países, incluso en organismos multilaterales, para defender intereses nacionales puntuales, como el bienestar de las diásporas y la atención de temas relevantes para la cooperación internacional. En los tiempos que corren, el poder suave es una modalidad muy útil para que las naciones conduzcan sus lazos con el exterior; una modalidad que abre un abanico de interpretaciones académicas sobre el devenir de las relaciones internacionales y su siempre cambiante fisonomía, en un contexto incierto y riesgoso, donde el concepto de poder deja de ser rígido para convertirse en maleable.

Para países como México, el poder suave es una herramienta crucial de su política exterior, concebida como palanca de apoyo al desarrollo nacional. A lo largo del tiempo, la condición constitucional y principista de dicha política externa le ha permitido al país construir una sólida plataforma de negociación internacional que, al tiempo que armoniza sus metas con las de la política interna, se traduce en la previsibilidad de su conducta allende las fronteras. Como resultado, la voz del país se prestigia. Ciertamente, para los estudiosos de las relaciones internacionales, México es un caso interesante para el estudio del poder suave.

Internacionalista.