En mi columna del 3 de mayo de 2020, de esta nuestra revista Siempre, argumenté que el sistema escolar mexicano está fatigado, sí, por efectos de la pandemia, pero más por la fuerza de la costumbre de cargar a la escuela con montones de tareas. Apunté que la fatiga del sistema se manifiesta en su baja calidad, inequidad, administración rígida, centralismo absurdo (querer uniformar todo), maestros que compraron o heredaron su plaza, rezago pedagógico, problemas en las escuelas, violencia entre alumnos, vandalismo y escasa relación entre docentes y padres de familia.

Este miércoles 24 participé en la presentación del libro de Emilio Tenti Fanfani, sociólogo y educador argentino, a quien le debemos piezas memorables que analizan el oficio de los maestros mexicanos. El título del nuevo libro, La escuela bajo sospecha (Buenos Aires: Siglo XXI Editores Argentina, 2021), antes que nada, provoca curiosidad y, cuando se lee, produce enojo dadas las realidades que muestra en su discurso. No obstante que en la parte empírica se apoya en la política educativa y sistema escolar de Argentina, su análisis abarca a toda América Latina; es compatible con la realidad mexicana.

Es un libro valioso que no reseñaré en esta ocasión. Sin embargo, apunto que una de las cinco tensiones por las que atraviesa la educación básica, según su visión, me inspira para plantear el paralelismo entre su análisis y la familiaridad con algunos de mis textos. No que haya comunión intelectual plena, él es un bourdieunano de cepa, pero sí coincidencia en los juicios que hacemos.

Tenti distingue cinco tensiones en el desarrollo y la política de la educación básica: 1. Entre masificación de la escolarización y concentración del conocimiento poderoso. 2. Entre democratización del conocimiento objetivado (las cosas de la cultura) y la concentración del conocimiento incorporado en las personas. 3. Entre demandas crecientes al sistema escolar y capacidades para satisfacerlas. 4. Entre el programa escolar y los aprendizajes extraescolares. Y, 5. Entre el conocimiento y la cultura como derecho y como mercancía.

Por cuestiones de espacio, concentro mis puntos en la contrariedad 3, que muestra más la carga en el sistema escolar y que, si no se resuelve en el corto plazo, conducirán a la educación mexicana a una depresión de magnitudes impresionantes.

Una frase de Tente Fanfani, “Todos, en especial los políticos en tiempos electorales dicen valorar más la educación que cualquier otra política pública”, quizá no se aplique a la realidad mexicana. Es patente que al presidente López Obrador nada más le interesan sus proyectos y la sucesión de 2024. La educación está en el escalón más bajo de sus intenciones, no sólo por lo cicatero del Presupuesto de Egresos de la Federación en el ramo educativo (el gasto mayor es en becas), sino porque ya ni siquiera forma parte de su narrativa mañanera. Y porque la secretaria de Educación Pública, Delfina Gómez Álvarez, en sus comparecencias ante comisiones en el Senado y la Cámara de Diputados (los 16 y 23 de noviembre) no parece valorar su trabajo al frente de la SEP. No planteó nada relevante y regresó a la tonadilla de echarle la culpa al pasado neoliberal.

No nada más la política educativa carga y fatiga a la escuela; también las expectativas sociales por mayor escolaridad, aunque no siempre por más conocimiento. Una cita extensa del libro de Tenti Fanfani ilustra el punto:

Se tiende a esperar casi todo de la escuela. Se suele afirmar que la educación sirve para resolver el problema del crecimiento económico, favorece la distribución de la riqueza y la construcción de una sociedad más igualitaria, forma ciudadanos y facilita el funcionamiento de la democracia, permite bajar la delincuencia, mejora el estado general de la salud, sirve para proteger el medio ambiente, inculca el respeto y la valoración de las diferencias y combate la discriminación… y hasta puede disminuir los accidentes del tránsito.

¿Suena familiar? Basta con echarle un ojo al párrafo décimo primero del artículo 3 tras la reforma de 2019: “Los planes y programas de estudio tendrán perspectiva de género y una orientación integral, por lo que se incluirá el conocimiento de las ciencias y humanidades: la enseñanza de las matemáticas, la lecto-escritura, la literacidad, la historia, la geografía, el civismo, la filosofía, la tecnología, la innovación, las lenguas indígenas de nuestro país, las lenguas extranjeras, la educación física, el deporte, las artes, en especial la música, la promoción de estilos de vida saludables, la educación sexual y reproductiva y el cuidado al medio ambiente, entre otras”.

Y ¿a qué tiempo se espera que lo hagan los maestros si no hay más días en el calendario escolar? Vamos, ya ni siquiera habrá escuelas de tiempo completo. Además, muchos docentes se pierden el bosque del contenido y pierden de vista lo esencial, acredita Tenti. Por ello, la escuela no está a la altura de las expectativas sociales y “Cuando la escolarización no cumple con sus promesas, deja de ser la ‘gran esperanza’ y se convierte en la ‘gran culpable’, y el resultado es una reproducción de la sospecha hacia el sistema escolar”.

El recurso de políticos para justificar las fallas de la escuela es dirigir las sospechas hacia los maestros y al pasado. Nunca se consideran responsables de las tensiones que sus medidas producen en las escuelas.

No obstante, ni Emilio Tenti Fanfani ni yo pecamos de melancolía. En futuras entregas analizaré perspectivas optimistas.

 

Retazos:

Pongo a disposición de los lectores que lo deseen, el libro que mis colegas Karen Monkman, Zaira Navarrete y yo compilamos: Innovación e inclusión en educación: Políticas y estrategias de implementación (México: Plaza y Valdés Editores / Sociedad Mexicana de Educación Comparada. Lo pueden descargar sin costo de: https://www.researchgate.net/publication/356490123_Innovacion_e_Inclusion_en_educacion_Politicas_y_estrategias_de_implementacion