A semanas de cerrar el 2021, Standard & Poor’s mantuvo sus calificaciones soberanas sobre México con perspectiva negativa para el siguiente año, los principales riesgos: la reforma eléctrica, la mayor centralización en las decisiones políticas y la percepción negativa de los actores privados. El principal reto para el 2022: generar la confianza de los inversionistas para acelerar la recuperación económica y evitar el grado de especulación.

Las calificaciones crediticias son opiniones colegiadas, basadas en metodologías objetivas sobre la probabilidad de que un emisor (organizaciones públicas o privadas, gobiernos de ciudades, estados o países) cumpla con sus compromisos financieros en tiempo y forma. Las notas crediticias no son garantía y tampoco indicadores absolutos, pero si son parámetros que sirven para tomar decisiones más informadas.

Fitch, Moody’s y Standard & Poor’s (SP) son tres de las siete calificadoras que operan en México, también conocidas como instituciones calificadoras de valores (ICV), cada una con metodologías para medir la capacidad de pago y en algunos casos con criterios más amplios sobre gobernanza y políticas públicas. Aunque cada calificadora tiene su propia escala, los niveles pueden ir de AAA y hasta D, de acuerdo con la Comisión Nacional Bancaria y de Valores. La diferencia está entre las confiables versus las de especulación.

Actualmente México está en “la rayita” o califica “de panzazo” pues la nota otorgada de SP fue el mantener el grado ‘BBB’ en moneda extranjera y ‘BBB+’ en moneda local, pero ambas con perspectiva negativa; es decir, con posibilidad de una futura disminución.

Si bien el énfasis es estructural y no coyuntural, las calificaciones o notas no deben cambiar muy seguido; sin embargo, México ha mantenido una tendencia decreciente en los últimos años. Entrar en la categoría ‘BB’ es estar en grado de especulación y significa que el gobierno emisor enfrenta incertidumbre ante condiciones económicas, financieras y de negocio que sean adversas. Pasar ese umbral tiene como consecuencia la salida de capitales que están en diversos fondos de inversión que se comprometen a no comprar instrumentos considerados como especulativos.

En retrospectiva, el año 2021 para el país no ha sido el mejor. La recuperación económica se ha caracterizado por ser lenta y prolongada, misma que en Consultores Internacionales, S.C.® estimamos que cierre en 5.5 por cientoq anual respecto de 2020, año cuya caída fue del 8.2 por cientoq. Asimismo, el mercado laboral no se ha recuperado; si bien nuestra estimación de recuperación de 632 mil empleos formales registrados en el IMSS se aproxima a los 647 mil perdidos en 2020, las condiciones laborales se han precarizado, los niveles salariales continúan por debajo del observado previo a la crisis económica-sanitaria y el nivel de informalidad ha aumentado.

Por otro lado, ha persistido una inflación motivada por desajustes en las cadenas globales de valor, desabasto y por la incertidumbre de políticas públicas que ha decantado en una política monetaria restrictiva que limita las posibilidades de expansión de la economía.

Los motores del crecimiento económico no se han reactivado totalmente. El consumo interno privado ha sido incierto por la debilidad de empresas y hogares, así como por su alta dependencia de las importaciones. Las inversiones públicas y privadas han resentido la incertidumbre global por la contención sanitaria, pero también por las políticas internas. El único motor de la economía han sido las exportaciones. En pocas palabras, México obtuvo una calificación de panzazo sobre su desempeño económico en 2021; y sí, con perspectiva negativa para el año 2022.

En el próximo año, México necesitará mejorar; sin embargo, ya son preocupantes las señales que apuntan la centralización del poder en el Ejecutivo: las aprobaciones del Paquete Económico 2022 sin cambios y de la postulación de la próxima gobernadora del Banco de México, son alertas sobre la reforma eléctrica y sobre cualquier otra política o “decretazo” que pudiese ocurrir de forma espontánea o inesperada.

Ante un contexto que se caracterizará por elevada inflación, alzas en tasas de interés, choques en cadenas de abasto y política de gasto público enfocada en apoyar a las paraestatales en lugar de las empresas y el empleo, parece difícil afianzar la confianza en los inversionistas, misma que será fundamental para mejorar la calificación de México. Todo esto parece indicar que el 2022 será otro año en el que, en el mejor de los casos, califiquemos nuevamente de panzazo.

El autor es presidente de Consultores Internacionales, S.C.®

 

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