“Yo compongo mis canciones
pa que el pueblo me las cante
y el día que el pueblo me falle
ese día voy a llorar”.
“Gracias” de José Alfredo Jiménez

 

Hace quince años, el 23 de noviembre de 2006, el inquieto y prodigioso espíritu de Carlos Monsiváis despejó la incógnita sobre el destino de su legado “lagunillero y barrial”.

Aquel cúmulo de intereses y aficiones que a lo largo de su vida le llevó a coleccionar más de 20 mil objetos, representa, cada uno y en conjunto, a la sociedad a la que el cronista supo explorar y descubrir en sus más íntimas confidencias, en sus más secretas pasiones y en sus más profundas aversiones.

Sería hasta 2004 cuando la proeza comienza a concretarse, gracias a la alianza por la historia y la memoria de la Ciudad de México que se pactó entre el gobierno citadino de Andrés Manuel López Obrador y un conjunto de intelectuales y empresarios que se dieron a la tarea de rescatar el icónico Edificio La Esmeralda, otrora sede de la más distinguida joyería de la primera década del siglo XX, para destinar sus plantas altas a recibir la valiosa colección de uno de los intelectuales más relevantes e irrepetibles de su tiempo.

Así nació el Museo del Estanquillo, cuyo nombre y existencia popularizó un inmueble concebido para los ricos porfiristas; democratizado desde su apertura como espacio expositor de las “joyas del arte popular y urbano” que conforman el acervo monsivasiano.

En esta ocasión, muy al estilo de Carlos, su Estanquillo cumple su presentación en sociedad con la exposición titulada Monsiváis el Musical, que se acompaña con la parafernalia propia de la consagrada fiesta de XV Años, en la que la música como eje rector del ágape nos deleita con objetos y acordes que van desde la extraordinaria lírica de Agustín Lara a los Himnos Religiosos predilectos del coleccionista, y que también se expresa en el barroquismo de Bach y Mozart o en el alma desgarrada de Lucha Reyes, sin dejar de lado a The Tepetatles, aquel grupo de rock urbano conformado por Arau y en el que Monsi asumió su veta de compositor de rock mexicano que esta exposición recupera para la historia sonora de nuestra Ciudad.

La música fue un referente vital en la vida cotidiana e intelectual de Monsiváis; en ese contexto la exposición entrega partes fundamentales de uno de los más grandes y liberales conocedores del alma musical de la sociedad capitalina que le tocó narrar y vivir, por ello reconocemos la grandeza y generosidad de Monsiváis, pues por su extraordinaria colección de discos —hoy en día patrimonio de la Fonoteca Nacional—, esos compositores e intérpretes que mueven nuestras almas y expresan nuestros sentimientos mantienen un pueblo que los cante y que no les falla; por lo que no tienen que llorar, sino dar las gracias, como premonitoriamente lo hizo José Alfredo Jiménez.