Ciertamente, el documento del Dr. Diego Valadés es sugerente y merece una discusión seria y desapasionada. Es un texto con ideas claras que invita a la discusión bajo el signo del interés nacional.
En ese orden, es posible hacer algunas consideraciones que intentan aportar nuevas ideas al debate que, se espera, ha de ser intenso y presidido por una lectura de nuestras realidades que son complicadas y cambiantes.
En primer lugar, considero que la propuesta del Dr. Valadés no debe echarse en saco roto, pero es necesario pensar en el tiempo histórico del que, de alguna manera, somos protagonistas los mexicanos. Estamos, para decirlo pronto, en una etapa de transición de un régimen a otro y, por eso mismo, el tema de la duración de los mandatos puede discutirse en otras circunstancias y en otras fechas.
Por ahora, el país necesita concentrarse en recuperar sus esencias republicanas. Se requiere recuperar la legitimidad para las instituciones y devolver al Estado su condición de protagonista legítimo y de consensos. Primero debemos recuperar la hegemonía histórica y enseguida revisar los marcos políticos en los cuales habrá de funcionar el poder en el país.
Dicho de otra manera, el poder en México debe recuperar la credibilidad de los mexicanos. Con un poder cuestionado, no se pueden alcanzar mayores avances en la construcción de una sociedad más equitativa y más acorde con los tiempos actuales. Estos tiempos son, como es sabido, un encuentro de desafíos.
En segundo lugar, es necesario responder que el poder presidencial, en estas circunstancias, no puede ser frágil ni mucho menos. Los poderes fácticos y los múltiples intereses nacionales o del exterior deben ser enfrentados con una energía presidencial consistente.
Sin embargo, ese poder presidencial debe tener —y lo tiene— como soporte la voluntad mayoritaria de los mexicanos, que es muy clara en todas las mediciones que se le han aplicado. El presidente es fuerte por la fuerza de las instituciones, misma que se relaciona con la voluntad ciudadana.
Efectivamente, el tiempo sexenal es importante para consolidar el poder y para convertirlo en un instrumento para las transformaciones que el país requiere. Un mandato presidencial de cuatro años sería poco adecuado, puesto que la mitad del tiempo se emplearía en consolidar los poderes y solamente la mitad para ejercerlo. Un cuatrienio sería un espacio temporal en el que los conflictos políticos consumieran la mayor parte.
En resumen, el presidente requiere de poderes para enfrentar a las fuerzas fácticas y necesita tiempo para los cambios que el país necesita. Ya habrá tiempo, y circunstancias más propicias para pensar en disminuir los años del mandato presidencial. Hay, por supuesto, una cultura política de sexenios y no es fácil trastocarla. De todas maneras, siempre se agradece una propuesta inteligente, aunque no oportuna como la del intelectual Diego Valadés.