La mezcla mexicana del precio del petróleo se cotiza por arriba de los 110 dólares el barril y lejos de beneficiar a la economía mexicana termina afectándola. Parece que después de cuarenta años seguimos sin saber administrar la abundancia en lo que hemos denominado la falacia de los beneficios económicos del petróleo caro para México.

En México, el precio del petróleo es referencia obligada para el análisis económico. Desde la crisis originada por el boom petrolero de los ochenta hasta la enorme dependencia del erario público y la caída de los precios en 2014. No importa el contexto o el sector, el precio del petróleo siempre es un dato que merece análisis para la planeación económica de las organizaciones de diversos sectores e indirectamente hasta de hogares por el consumo de gasolina y el pago de transporte.

Desde el pasado diciembre de 2021, el precio promedio mensual se ubicó en 66.6 dólares por barril para cerrar en el mes de febrero en 86.2 dólares. En marzo ha llegado a los más de 110 dólares y se espera que continúe al alza. A diferencia de países latinoamericanos exportadores de commodities como el cobre en Chile, los minerales en Bolivia o los cereales en Argentina, a México ya no le beneficia el alza del petróleo como típicamente se ha creído.

Un petróleo caro tiene impacto en tres variables principalmente: en el saldo de la balanza comercial de productos petroleros, en los ingresos públicos por efectos de la recaudación de derechos e impuestos a PEMEX, y por el impacto en el alza de los precios para el productor y para el consumidor.

En el caso del saldo de la balanza comercial petrolera destacan el valor de la exportación de petróleo y de la importación de gasolinas lo que nos pone en un déficit comercial energético. Hasta el año 2014, nuestra balanza fue superavitaria promediando 9.3 mil millones de dólares entre 2010 y 2014; sin embargo, desde 2015 ha caído en un déficit que en promedio es de 17.8 mil millones y que tan solo en 2021 fue por 25 mil millones de dólares.

Exportamos mucho crudo e importamos más gasolinas. Con independencia de si se importa poca o mucha gasolina, la dependencia en el consumo ha venido en aumento. En 2010 se importaba cerca del 47 por ciento del consumo nacional, en 2021 la dependencia creció al 87.7 por ciento. Si antes pensábamos que México era un país de exportación energética, ahora es un importador neto.

Desde luego que el volumen de producción es importante y ha marcado gran diferencia en la primera década de los dosmiles ya que la plataforma de producción fue mayor a los 3.1 millones de barriles diarios y ahora es de apenas 1.6 millones. Este impacto en la producción ha beneficiado principalmente a las finanzas públicas cuando el 45.7 por ciento del presupuesto provenía del oro negro, ahora aporta cerca del 17 por ciento del gasto público.

Nunca se supo aprovechar realmente la bonanza petrolera ni en alta producción y tampoco por precios altos. Estados como Tabasco presentan un importante hueco en su actividad económica por el declive de la plataforma de producción.

En la actualidad, y por compromiso de campaña, el gobierno ha prometido evitar gasolinazos y ese control lo logra a través de nivelar el Impuesto Especial sobre la Producción y Servicios (IEPS) de la gasolina; sin embargo, esa medida de la Secretaría de Hacienda es insuficiente a precios tan altos por lo que los beneficios se quedan en el gobierno y los costos los absorben las empresas y los ciudadanos.

En los últimos años un incremento en los precios del petróleo ha significado una mayor inflación anual en gasolinas y en la economía en general, ejemplo de ello fueron en 2017 y 2021 con inflación anual en gasolinas del 22 por ciento que impactaron en una inflación general de 6.8 por ciento y 7.4 por ciento anual, respectivamente.

Si antes se pensaba que el petróleo era una bendición del llamado cuerno de la abundancia nacional, ahora es un lastre cuya factura la termina pagando la ciudadanía y que sirve de estandarte de campaña política para ganar algunos votos.

Los beneficios obtenidos del petróleo no se enfocaron de forma efectiva a través del fondo de estabilización de los ingresos petroleros y tampoco de otros mecanismos que contribuyeran a potenciar actividades económicas afines o de mayor valor agregado. Ahora estamos inmersos en el peor de los escenarios: cada vez con menos producción, mayor importación de gasolinas, beneficios exclusivos para el gobierno y facturas altas para la sociedad. Sin duda, con petróleo alto México pierde.

El autor es presidente de Consultores Internacionales, S.C.®