La Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos subió su tasa de interés poniendo fin a la era del dinero barato. El Banco México, en búsqueda de cumplir su objetivo de inflación y mantener buen diferencial con Estados Unidos, seguirá subiendo la tasa. Las ineficientes políticas económicas dan paso a un doble efecto negativo: la incapacidad de retener inversiones extranjeras al tiempo de aumentar la deuda pública.

El elevado nivel de inflación en Estados Unidos, que en febrero fue del 7.9 por ciento anual, es uno de los más altos en las últimas cuatro décadas. Los desajustes en las cadenas de abastecimiento y los cuellos de botella en el transporte de insumos y mercancías han presionado los precios al alza seguido por el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania.Q

Ante este contexto, la Fed tiene previsto para el 2022 hasta seis ajustes a la tasa de interés con el objetivo de contener la inflación. Con el reciente incremento de 25 puntos base, ahora la tasa se ubica en un rango de 0.25 por ciento a 0.50 por ciento, y se espera que cierre el año entre 1.50 por ciento y 1.75 por ciento.

Estos movimientos no son indiferentes para México porque nuestra economía no es fijadora de precios sino precio-aceptante. Esto significa que México, además utilizar la tasa de interés para cumplir el objetivo de inflación (3.0 por ciento anual, más menos un punto porcentual), debe usarla para seguir siendo un país atractivo para la inversión extranjera y así mantener un tipo de cambio que no afecte la inflación.

Actualmente, el premio al riesgo que ofrece México por invertir en nuestro país es mayor al 6.0 por ciento anual lo que implica un diferencial de 5.5 por ciento con Estados Unidos. Mientras mayor es el diferencial, mayor el atractivo para el inversionista de dejar sus dólares en México manteniendo un nivel cambiario estable. Si el Banco de México decide emular el comportamiento de la tasa en Estados Unidos, se podría alcanzar una tasa de entre 7.50 por ciento y 7.75 por ciento al cierre de 2022. De cumplirse ese escenario y mantener la inflación a raya, posiblemente se verán nuevamente rendimientos positivos en las inversiones financieras.

En la teoría no existe un consenso sobre la relación directa entre el alza en la tasa de interés y el crecimiento económico. Lo cierto es, que se ha demostrado que para México esa correspondencia es casi nula. Sin mayores cambios en la economía real por un efecto directo de la tasa de interés, entonces la discusión se centra en el ámbito financiero.

Una economía con tipos de cambios estables, tasas de interés superior a la de países desarrollados (Estados Unidos) e inflación estable, son condiciones idóneas para atraer capital extranjero y generar ganancias. No obstante, esa relación se rompe ante la política ideológica de un gobierno que recurrentemente ha ahuyentado a los inversionistas.

En 2021, a pesar del amplio diferencial de tasas entre México y Estados Unidos, nuestro país fue testigo de una fuga masiva de capitales por ser incapaz de ofrecer condiciones de certidumbre en su inversión. Esa salida de inversiones extranjeras fue compensada por nacionales; sin embargo, sin menos inversión disponible, hay menores oportunidades de crecimiento, menos empleos, menos consumo, etcétera.

El segundo efecto se da en el costo de la deuda pública. Una alta tasa de interés, además de encarecer el financiamiento, pone en jaque a las finanzas públicas por el nivel de endeudamiento y la limitada capacidad de recaudación. En el año 2018 la deuda global del sector público fue del 44.9 por ciento del PIB, en 2020 y 2021 fue del 51.7 por ciento y 50.0 por ciento. El panorama para las finanzas públicas se complica para los siguientes años.

Más allá de lo alarmante de la deuda, es el limitado efecto multiplicador del gasto público. Los proyectos de inversión pública y la estrategia de gasto orientado a las transferencias sociales no han impactado lo suficiente en el crecimiento económico. En pocas palabras, más deuda y más gasto para nada; o como se dice, mucho ruido y pocas nueces.

Los tiempos del financiamiento barato llegaron a su fin. Ante la falta de apoyo a empresas y al empleo, los planes de las organizaciones que pensaron en obtener créditos con tasas blandas para aminorar los impactos de la crisis económica y sanitaria deberán ser replanteados.

México, inserto en un mundo competitivo que ofrecerá menos oportunidades de crecimiento, deberá ser más cauteloso en sus decisiones económicas y financieras y preparase para enfrentar el doble efecto de las altas tasas de interés. Empresas y hogares no deberán confiar en que se logrará la ansiada recuperación en este año, por el contrario, las condiciones de estancamiento pueden profundizarse.

El autor es presidente de Consultores Internacionales, S.C.®