La oposición obtuvo una victoria política el domingo 17 de abril. Estos resultados eran previsibles desde hace, por lo menos, dos meses. Es evidente que hubo deficiencias en la política, porque las diferencias reales podían permitir un acuerdo entre las partes. Fue una victoria que, por supuesto, tiene sus costos y es necesario revisarlos.
Lo que cabe dejar claro que fue un evento democrático y de libertades. El discurso, ciertamente fue agresivo, pero no fue precisamente una guerra. Los debates, a pesar de las apariencias, fueron bastante aceptables. Así es la política.
El debate y sus resultados constituyen una prueba definitiva sobre un régimen político que oye y, de grado o por fuerza, se atiene a los derechos de los opositores. Son tiempos distintos y las decisiones sobre el interés nacional, no se toman desde la cúpula del poder presidencial. No debemos ni podemos negar que en mucho hemos avanzado los mexicanos. Ganó una minoría opositora y, con ella, una nueva forma de gobernar, con reglas de juego aprobadas por todos los actores políticos en su tiempo.
Sería malo para los opositores una fiesta sin fin por su victoria. Sobre todo, porque el tema de la energía tiene muchas aristas que requieren de la atención y el trabajo legislativo permanente. Tras ese evento, ha llegado la oportunidad para los acuerdos por el país. Queda mucho por hacer; para atender el cumplimiento de las leyes constitucionales por parte de los empresarios y de todos los involucrados en ese renglón.
La oposición debe pagar un costo político. Ese costo se debe a que la orientación de sus acciones legislativas no tiene la simpatía de la mayor parte de los mexicanos y muchos de ellos se las van a cobrar en la primera oportunidad. Recordemos que en este año hay cinco procesos electorales en los estados.
Una oposición sensata y con altas capacidades políticas no perjudica al país. Inclusive, no perjudica a la fuerza política en el poder. Una oposición ideológicamente consistente elevaría el nivel de los debates y, con ello, se podría llegar al tratamiento de los grandes problemas nacionales. Ni los opositores ni el gobierno pueden vivir en un escenario de descalificaciones y, menos aún, vivir de descalificar al adversario. Más que adjetivar, México necesita sustantivar el debate e ir al fondo de los temas nacionales.
Es grave hacer un drama de algún efecto de la pluralidad que hemos construido con muchos esfuerzos. La tragedia está en las unanimidades por interés y, peor aún, en el consenso construido dictatorialmente. Si hubo lenguajes fuertes, así es la libertad. Si hubo resultados adversos para unos, así es la política. Si tenemos la altura para aceptar los resultados o llevar el triunfo con prudencia, así debemos ser los mexicanos.
@Bonifaz49


