Cualquier cosa puede ocurrir en las elecciones presidenciales. Incluso puede perder Morena.

Si bien es cierto que hay una línea descendente de Morena desde las elecciones intermedias del 2021 hasta la llamada consulta del 10 de abril y además el gobierno sufrió una derrota en la Cámara de Diputados en su reforma eléctrica y los conflictos internos en el gobierno y en Morena están a todo lo que dan; todo lo anterior contrasta cuando se hacen encuestas y Morena aparece en primer lugar, independientemente del candidato.

Hay también muchos elementos de descontento creciente contra el gobierno, que son difíciles de medir. Cada día hay más grupos y personas que votaron por AMLO en 2018 y actualmente están arrepentidos.

En cuanto a los poderes fácticos, existe un apoyo de los mismos al gobierno. Los grandes capitales están con AMLO. El ejército también. El clero católico está subordinado, las decenas de iglesias grandes y pequeñas del protestantismo tienen una actitud muy favorable a AMLO.

Otro de los poderes fácticos es el gobierno de los Estados Unidos, salvo escaramuzas en torno a la cuestión de la reforma eléctrica y a ciertos conflictos por violación del TEMEC , el gobierno gringo actúa con cautela . El colmo de la abyección se dio con Donald Trump con el asunto de los migrantes. Este sometimiento lo ha divulgado de manera grosera Trump, al decir que nunca vio doblarse a nadie como lo hizo Andrés Manuel López Obrador al poner a casi 30 mil efectivos para impedir el tránsito de los migrantes hacia territorio de los Estados Unidos , imponiendo en los hechos la condición de tercer país seguro a México con su política de quédate en México.

En los diversos sectores y clases sociales, aparentemente, AMLO sigue teniendo un respaldo importante. No solamente entre los beneficiarios de sus programas asistenciales, sino entre muchos sectores de la llamada clase media.

En el llamado Cuarto Poder, AMLO tiene cada vez más seguidores y propagandistas abiertos en la prensa escrita, la radio y la TV. Su hegemonía es casi absoluta en la radio y la televisión públicas.

La confrontación grosera del presidente con varios conductores de radio y televisión, incluyendo a algunos que lo apoyaron como Carmen Aristegui y Ricardo Rocha, ha subido de tono en contra de Carlos Loret, Joaquín López Dóriga, Denise Dresser, Héctor Águilar Camín y muchos más.

El gobierno ha ido, paulatinamente, poniendo a sus propagandistas en las barras de opinión de las televisoras.

La capacidad de control del gobierno es muy poderosa.

En momentos claves ha impuesto el silencio. Así fue ante la consulta. Prácticamente ningún noticiario o programa de debates comentó la derrota de AMLO.

Incluso comentaristas muy críticos evadieron o les ordenaron callar ante la evidencia de la derrota sufrida por AMLO el 10 de abril.

Los escándalos de su familia, específicamente la Casa Gris de su hijo en Houston, el pleito entre Julio Scherer y Alejandro Gertz Manero y otros similares están casi silenciados. Paradójicamente ha sido el presidente quien le ha dado mucha difusión al caso de su hijo, debido a los ataques contra Carlos Loret de Mola a quien le ha dedicado muchos minutos en varias mañaneras.

Su aparato de control de los medios es muy eficaz. Mediante todo tipo de maniobras y presiones a dueños de cadenas televisivas, de radio y periódicos y revistas impresos ha efectuado muchas “purgas silenciosas” y colocado a sus propagandistas en sitios claves.

Estamos ante un “modelo” muy especial que combina el estilo cubano, el soviético con el de Trump y Boris Johnson con el esquema del PRI:

El gobierno ha realizado toda una estrategia para adueñarse de los poderes legislativo y judicial.

Ante los organismos autónomas ha tenido una hábil ofensiva que ha logrado la desaparición de muchos o la confrontación facciosa con algunos, especialmente con el INE.

Mientras esta guerra en los aparatos de Estado ha ganado muchas batallas, no se ha dado una lucha contra el gobierno en los sectores sociales. Sin embargo, hay innumerables casos de persecución y acoso estatal, incluso con el uso de las fuerzas armadas y especialmente con la Guardia Nacional para reprimir a los movimientos feministas, ambientalistas, de comunidades originarias, de campesinos, de trabajadores de la salud, de la cultura y la ciencia. Todo ello se ha vuelto parte del paisaje “natural”, día con día hay actos contra esos movimientos sin que se produzcan respuestas vigorosas en los partidos opositores oficiales, los medios o la intelectualidad.

Los movimientos no tienen la más mínima coordinación, mucho menos un programa y obviamente no tienen una dirección política, por más que el presidente ve conjuras por todas partes y en todos los ámbitos.

Está compleja situación política, social, cultural e ideológica ha logrado acomodar las fichas a favor del gobierno de Andrés Manuel López Obrador.

Sin ninguna reforma social, ninguna modificación de la terrible violencia con 100 mil desparecidos, miles de feminicidios, aumento de las masacres por todo el país, con una crisis económica con los más altos índices de inflación, carestía de los productos de la canasta básica como las tortillas, los limones, las verduras y los productos alimentarios como la carne , el pollo y el pescado; el impresionante aumento de las rentas de la vivienda toda esa carestía sin aumentos significativos de los salarios contractuales, además del crecimiento del desempleo, todo ello además de la inmunidad en los casos de corrupción del pasado y del presente , no son suficientes para que se produzcan deslindes y mucho menos rupturas de los llamados grupos de las izquierdas oficialistas.

Casi nadie se atreve a romper con la política antipopular y neoliberal de AMLO.

Cada vez estamos más cerca del proceso sucesorio del presidente. Nadie puede afirmar quien será su “corcholata” que resulte destapada , ni siquiera es segura la candidatura de Claudia Sheinbaum, no obstante no hay una candidatura con credibilidad en el bloque opositor de los partidos oficiales.

Aún en el caso de que se mantenga unido ese bloque y logre sumar a Alianza Ciudadana, no se ve ninguna figura para encabezar una candidatura capaz de vencer a la de Morena y sus aliados.

Pero incluso en el mejor escenario posible, con un bloque opositor unido, una candidatura única y más o menos atractiva, no hay puentes de ese mundo electoral con las oposiciones sociales. Difícilmente los movimientos feministas, ambientalistas de comunidades campesinas e indígenas, de los estudiantes y demás sectores en lucha pueden ser atraídos por una candidatura de los partidos oficiales registrados.

El reto es ineludible, se requiere unir a todo ese gran bloque de fuerzas sociales, políticas, culturales en un gran acuerdo electoral para competir y vencer a Morena.

Todavía es muy temprano para hacer vaticinios.

Al final del camino se tendrán que tomar decisiones de orden electoral por más desagradables que sean.

Todo el panorama descrito anteriormente no toma en consideración la posibilidad de cambios de facto en el régimen político, como los que pretende el presidente con su propuesta de reforma que liquide al INE como organismo autónomo, elimine la representación proporcional y se criminalice a la oposición bajo la acusación de traición a la patria.

Los opositores al gobierno de trayectoria libertaria, social y anticapitalista no podemos quedarnos al margen de un proceso de gran acuerdo opositor que incluya a las derechas, los liberales y otros opositores de AMLO.

En los peores escenarios autoritarios, nunca se pueden descartar virajes políticos democráticos, que sean capaces de unir al parlamento con la calle.