La llamada polarización promovida por el gobierno tiene múltiples efectos perversos. En los medios masivos comerciales, en la estructura de los partidos oficiales y en buena parte de los artículos, opiniones de radio y televisión e incluso en las redes, es muy profusa la visión binaria: conservadores versus cuarta transformación.
Paradójicamente esta visión oficial es reproducida, en cierta medida, por un sector muy importante de las oposiciones.
Es casi nula la presencia en el debate de los críticos radicales del gobierno. Eso ha contribuido a otorgar el monopolio de las posturas de izquierda al gobierno, su partido y sus aliados. No es exactamente así.
Las posturas de múltiples movimientos, grupos, pequeños partidos y quizá cientos de personas que se auto consideran de izquierda, han sido borradas de un plumazo por esa visión oficial.
La diversidad es una característica esencial de las sociedades contemporáneas. Esa diversidad requiere ser tomada en cuenta para garantizar la existencia de una convivencia democrática. Para ello se requiere tener en cuenta la naturaleza multicolor de las corrientes políticas, ideológicas e intelectuales. Es el matiz lo que determina los términos del análisis.
Precisamente la ausencia de condiciones de plena expresión de la diversidad durante el autoritarismo del siglo XX, condujeron a situaciones de confrontación muy graves.
Además esa diversidad estaba totalmente ausente en el régimen político y de manera extrema en al ámbito electoral.
La combinación de múltiples luchas, movimientos, grupos, partidos, revistas, periódicos y de miles de ciudadanos fueron logrando establecer de manera paulatina, muchas áreas de libertad o incluso reglas generalizadas de tipo democrático.
Excluir a las corrientes radicales del debate nacional dañó profundamente la vida civil, social, cultural y política a lo largo de casi todo el siglo XX.
Las sucesivas reformas políticas derivadas de los movimientos de la segunda mitad del siglo XX, conquistaron una democracia incipiente que tuvo la capacidad de reconocer los triunfos
opositores tanto de la derecha política electoral en el año dos mil, como la victoria de Andrés Manuel López Obrador en 2018. Ambas victorias y su reconocimiento dejaron atrás un régimen político autoritario y excluyente donde prácticamente no existieron elecciones. Un régimen político estructurado con base en he los partidos registrados- lo que he llamado la partidocracia- dejó fuera a una gran variedad de sectores ajenos a esa partidocracia.
La intolerancia del bloque triunfador en 2018, condujo a los grupos, corrientes y partidos de las izquierdas oficiales a considerarse como los únicos representantes del conjunto del mundo denominado de izquierda.
Muchas corrientes socialistas, comunistas, trotskistas, maoístas con planteamientos radicales, en el sentido profundo del término, que consideran necesario el cambio del modo de producción capitalista, han sido anatemizadas por el gobierno y difamadas llamándoles conservadoras e incluso traidoras a la patria.
Infortunadamente esta descalificación a las corrientes radicales, también la hacen sectores de la oposición partidista, algunas corrientes liberales y sectores de los empresarios.
Por supuesto que es necesario debatir sin temores, lo que implica que los defensores del modelo capitalista no acepten las posturas radicales que propugnan la revolución o el cambio anticapitalista.
Es lamentable que muchas corrientes y personas de la oposición califiquen como socialista e incluso comunista, al gobierno de la Cuarta Transformación. Además de no corresponder a la realidad, esa actitud favorece el discurso excluyente y autoritario de AMLO y sus aliados.
Precisamente la naturaleza demagógica del gobierno a favorecido las políticas neoliberales, la militarización, la violencia con sus terribles casos de cientos de miles muertes, cien mil desaparecidos, feminicidios, represión creciente a los migrantes y cada uno de los movimientos feministas, ambientalistas, pueblos originarios, trabajadores asalariados, trabajadores de la cultura, la ciencia, la salud y los estudiantes, bajo la supuesta etiqueta de ser un gobierno de “izquierda”. Esa demagogia favorece a las tendencias más reaccionarias y al discurso anticomunista.
No es tarea fácil de las corrientes radicales diferenciarse de las desviaciones totalitarias de partidos y gobiernos autonombrados comunistas y socialistas.
Excluir a los críticos radicales de las tareas en defensa de las libertades, favorece las tendencias dictatoriales de AMLO y sus aliados.
Es necesario incluir a los grupos, partidos y movimientos radicales en el gran espectro de fuerzas opuestas a la restauración del autoritarismo.
La mirada radical que ubica los orígenes de la desigualdad, la pobreza, la concentración de poder en unos cuantos monopolios y capitales, es hoy más necesaria que nunca.
Sin esa visión radical, la demagogia facilita el control ideológico y político de millones de personas de las capas populares.
La operación política gubernamental basada en los programas de subsidio a los adultos mayores, a los jóvenes, sin impulsar un proceso de reformas sociales para crear empleos puede ser combatida por las corrientes radicales y con ello fortalecer a los sectores democráticos, promoviendo reformas sociales que promuevan el empleo, los buenos salarios y derechos políticos y sindicales.
Si el gobierno tiene como política la descalificación de sus críticos, llegando al extremo de calificarlos de traidores y realizar acciones de persecución, sería muy dañino excluir y desprestigiar a las corrientes radicales, desde el campo de las fuerzas opositoras.


