“Yo no sé, sr. Presidente, si usted está libre de pecado para calificar a Cuba, Nicaragua y Venezuela. Yo si; me considero de izquierda. Son regímenes represivos y dictaduras”, escribe mi amiga Citlali Moyers Millán. Me alegra mucho que Citlali opine así, es una mujer con mucha historia personal y familiar en las izquierdas. Su madre Silvia Millán fue una militante social pionera en Sinaloa y luego nacionalmente en las luchas populares. Como casi toda mi generación Silvia fue una entusiasta defensora de la revolución cubana, incluso viajó a La Habana y se entrevistó con Fidel. Tengo muy presente el recuerdo de esa fotografía.

Probablemente una buena parte de las izquierdas no comparta el criterio de Citlali y estará muy feliz con la visita del presidente Andrés Manuel López Obrador, su condecoración José Martí otorgada por el sucesor de la dinastía de los hermanos Castro, su discurso condenando a los cubanos que se movilizaron el 11 de julio del 2021 en toda la isla, al decir que él, AMLO, no era golpista.

Lejos de manifestarse a favor de los derechos humanos y la libertad, exigiendo la liberación de más de 200 personas desde entonces, hace 10 meses, se deshizo en elogios a la dictadura.

AMLO esperó llegar a México para exigir al presidente Biden, invitar a la Cumbre de las Américas, que se realizará en junio en Los Ángeles, a los dictadores de Cuba, Nicaragua y Venezuela. Ahora presiona, o eso considera, al gobierno de Estados Unidos amenazando que no irá a esa cumbre si no son invitados los dictadores.

Esta postura para muchos fanáticos, confirmará que AMLO es un presidente de izquierda y antiimperialista.

Ese es el fenómeno preocupante.

No les importa que AMLO se haya “doblado” ante Donald Trump y realice una política contra los migrantes, movilizando a varias decenas de miles de integrantes de la Guardia Nacional para detener a los miles de centroamericanos, venezolanos, cubanos, haitianos que pasan por México tratando de llegar a los Estados Unidos.

El presidente AMLO es el policía de los gringos.

Mucho menos le importa a esa “izquierda” autoritaria y fanática, la decadencia del modelo cubano. Además de la nula existencia de los derechos humanos, Cuba es un país con carencias muy graves. Millones de cubanos viven en la pobreza. La persecución y el hambre provoca que centenares de miles traten de huir a los Estados Unidos. Es una realidad que hace mucho tiempo Cuba es un país regido por normas típicamente capitalistas. El socialismo cubano no existe. Prevalece un Estado totalitario con un Partido Comunista único y sin ninguna libertad de expresión, ni de organización.

El único argumento de la dictadura para mantener al pueblo de cubano sometido a las prácticas de persecución, es el bloqueo de los Estados Unidos. Una medida absurda que le sirve a la dictadura y afecta a la mayoría de los cubanos. Salvo el gobierno de los Estados Unidos y el de Israel, ningún otro gobierno apoya el bloqueo.

Los casos de Venezuela y Nicaragua son semejantes. Nicaragua es una tiranía brutal, antiguos dirigentes del Frete Sandinista han roto con la dictadura de Daniel Ortega y su mujer.

En Venezuela, la dictadura ha rechazado los referéndums y disuelto las Cámaras donde triunfó la oposición. Cada día huyen del país cientos de miles. Hay millones de venezolanos viviendo fuera.

Cuando empieza a surgir un movimiento autónomo capaz de unir la lucha extraparlamentaria con los procesos electorales, como el caso de Chile, es patética y anacrónica la postura castrista de AMLO y sus seguidores.

Es muy esperanzador que el presidente chileno, Gabriel Boric, mantenga una distancia con las dictaduras de Cuba, Nicaragua y Venezuela a cuyos gobiernos no invitó a su toma de posesión.

El presidente Boric ha dicho con claridad que no se puede tener una política de dos caras, exigiendo el respeto a los derechos humanos a los gobiernos y dictaduras derechistas, pero callando ante el atropello a los derechos humanos en países gobernados por supuestos izquierdistas.

Ahora que se cumplen diez años del surgimiento del movimiento Soy 132, que tuvo varios rasgos libertarios e incluso elaboró un programa, conduciéndose al margen de los partidos, es conveniente recuperar sus enseñanzas.

Es muy importante defender una ruta distinta a la de la partidocracia y la casta que domina el país, como lo fue el movimiento Soy 132.

Mientras sigan siendo hegemónicas las prácticas autoritarias y el dogmatismo en las “izquierdas” castristas, será muy difícil construir un proceso de cambios radicales en la sociedad, la economía, la política y la cultura.

El alto costo de desprestigio del estalinismo, al que defendieron la mayoría de los partidos comunistas y sus aliados, no ha sido asimilado por los defensores de las dictaduras de Cuba, Nicaragua y Venezuela, usan argumentos similares a los que se emplearon para defender a la URSS de Stalin, argumentando que era víctima del cerco imperialista.

Cuba está reclamando la solidaridad de los movimientos sociales, combatiendo a la dictadura castrista.

AMLO se siente orgulloso de apoyar a esa dictadura.

No es gratuito que lo haga es muy congruente con su vocación autoritaria y su naturaleza de gobierno neoliberal y antipopular crecientemente militarizado.

La respuesta a esa vía con tentaciones dictatoriales esta en movimientos autónomos como el de hace 10 años en el Movimiento Soy 132.