En los últimos años, las políticas de empleo se han concentrado en dotar de mayores ingresos monetarios a los deciles más bajos de la población para incrementar su capacidad de consumo. Una política bienintencionada que no promueve la productividad del empleo y que más allá de impactar favorablemente en los ingresos, está destinada a generar un estancamiento laboral y nuevos cinturones de pobreza.

A partir del año 2019, las medidas salariales han incrementado el salario mínimo nominal pasando de 88.36 a 172.87 pesos diarios, prácticamente un incremento acumulado del 95.6 por ciento a razón de 18.3 por ciento en promedio anual. En el caso del salario real, el incremento acumulado para el mismo periodo ha sido del 19.0 por ciento.

Esta política salarial, en adición a los impactos económicos derivados de la crisis económica y sanitaria, ha generado una marcada distorsión en el mercado laboral ya que entre los años 2005 y 2018, el promedio de las personas que percibieron hasta un salario mínimo fue del 13.6 por ciento del total de personas ocupadas; mientras que en 2019 –año previo a la pandemia–, pasó a 19.7 por ciento. En 2020 y 2021, esa proporción ha evolucionado al 22.9 por ciento y 25.0 por ciento, respectivamente.

En términos numéricos, en el año 2021 se identificó que 13.78 millones de personas ocupadas -de un total de 55.17 millones- perciben hasta un salario mínimo, lo que equivale a 1 de 4 personas ocupadas. Si se mantuviese la misma velocidad de crecimiento, al cierre del año 2024 se tendría que el 39.2 por ciento de las personas ocupadas percibirían hasta un salario mínimo. Algo simplemente inconcebible.

Ante una mayor población que percibe hasta un salario mínimo y un incremento salarial, sería lógico pensar que el ingreso monetario también se incrementaría; sin embargo, esto no ha sido así. Según datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), entre 2018 y 2020, el ingreso corriente total per cápita a precios de agosto 2020 -ajustados por efectos inflacionarios-, disminuyó en todos los deciles siendo el más alto y el más bajo los más afectados.

Lo anterior significa que entre 2018 y 2020 la razón ha sido perder-perder: los ricos son menos ricos y los pobres son más pobres; ya que el decil más alto pasó de 17.5 a 15.8 mil pesos mensuales per cápita y el decil más bajo pasó de 843.7 a 778.9 pesos, respectivamente; esto es una reducción del -9.9 por ciento para el más alto y del -7.7 por ciento para el más bajo ¿En dónde quedó el incremento del salario mínimo?

Además de la crisis, la respuesta es la inflación. En diciembre de 2018 el valor mensual por persona a precios corrientes de la canasta alimentaria urbana fue de 1,556.24 pesos y en diciembre 2021 pasó a 1,844.32, esto es un incremento acumulado del 18.51 por ciento en los tres años. En el caso de la canasta alimentaria más no alimentaria, pasó de 3,089.37 a 3,542.14 pesos, un incremento del 14.66 por ciento. Esto quiere decir que las líneas de pobreza extrema y de pobreza por ingresos se encarecieron sustancialmente en tres años.

La política laboral enfocada al incremento salarial por decreto no funciona y dadas las condiciones actuales (crisis económica e inflación creciente), empeora el mercado laboral y afecta más a quien menos tiene. Por el contrario, la política laboral debe generar más y mejores empleos que deriven en una mejor remuneración monetaria y no monetaria. La solución, es promover la productividad.

La mejora de la productividad es una política compleja por ser de largo plazo y multifactorial; es decir, no solo se enfoca en promover una mayor inversión que se traduzca en más ciencia, innovación y tecnología aplicada a las empresas y que generen mayor producción, sino también en empleos mejor cualificados y capacitados que implican mejoras en la educación desde el nivel primaria y hasta de nivel medio superior y superior. Algo que no surte efectos de un sexenio a otro.

No obstante, lo que si surte efecto inmediato es el incremento al salario mínimo provocando una percepción de mejoría económica en las personas y generando las condiciones de una tormenta perfecta para el estancamiento laboral. Algo que en Consultores internacionales, S.C.® hemos denominado “la ilusión monetaria salarial” porque sirve de distractor para la ciudadanía para efectos de construir una importante plataforma clientelar partiendo de la base de la pirámide, aquella de mayor cuantía electoral y que, suponiendo se correlacionará directamente con las personas que perciben hasta un salario mínimo, sabríamos que ahora es mucho mayor que en 2018.

Infortunadamente, consideramos que esta política continuará al menos hasta 2024 porque surte efecto para los propósitos para el que fue concebido, aunque la factura sea costosa y provoque importantes cinturones de pobreza en la población.

El autor es presidente de Consultores Internacionales, S.C.®