Los resultados de las elecciones del domingo 5 de junio de 2022 mostraron la crisis del sistema de partidos actual, al que he llamado hace mucho tiempo: partidocracia.
Hubo una gran abstención. En el caso de Oaxaca llegó a 62 por ciento del padrón e incluso la votación más alta en Tamaulipas apenas supero el 50 por ciento de participación.
En una palabra, hay un rechazo de la gente a votar en un sistema de partidos que son etiquetas distintas de un mismo producto.
Morena arrasó en 4 de seis estados al bloque PRI-PAN-PRD, pero lo hizo con candidatos de larga militancia en el PRI, sobre todo en el tricolor o el PRD como es el caso de Jara en Oaxaca.
El mismo presidente Andrés Manuel López Obrador tuvo una larga militancia en el PRI, desde su juventud hasta finales de 1988 cuando no consiguió ser candidato del PRI. AMLO era miembro del PRI cuando se realizaron los comicios del 6 de julio, donde su amigo Manuel Bartlett orquestó el fraude contra Cuauhtémoc Cárdenas del Frente Democrático Nacional, también con una larga carrera en el PRI, partido por el que fue gobernador de Michoacán.
Hay algunos morenistas que argumentan y defienden la procedencia del PRI de la mayoría de sus altos dirigentes, gobernadores, diputados, presidentes municipales, porque era el “único partido que existía”. Lo que es una falacia. Había Partidos muy antiguos como el Partido Comunista Mexicano, durante muchos años sin registro electoral, al que pertenecimos varios miles de personas. Por hablar del ámbito de las izquierdas. Sin olvidar al PAN fundado en 1939. Partido, que según su fundador Manuel Gómez Morín, realizó una larga travesía por el desierto opositor.
Las reformas electorales realizadas desde 1977 no rompieron el monopolio de los partidos. Al contrario, se ha reforzado la partidocracia. Es decir, solamente quienes ya pertenecen al “club de Tobi”, pueden participar en el reparto del pastel.
El asunto no está en el inmenso subsidio a los partidos, que efectivamente es muy ofensivo, sino en el hecho que esos subsidios, canonjías, prebendas y cuotas de poder su reparten entre una especie de casta integrada por familias, dinastías, cacicazgos, dueños de los registros electorales, verdaderas franquicias.
Por ello y por la gran concentración de poder en unas cuantas familias, no existe un genuino sistema o régimen de partidos abierto.
Estamos ahora, además, ante la restauración del régimen de Partido de Estado que significa el creciente poder del presidente López Obrador y su franquicia denominada MORENA.
Hay muchas lecturas de los resultados de las elecciones del 5 de junio del 2022. Tanto el gobierno como sus opositores en el Bloque de partidos con registro PAN PRI PRD se consideran por separado triunfadores, incluso Movimiento Ciudadano.
Los analistas no saben como explicarse los resultados.
Es muy revelador que prácticamente nadie cuestione al actual régimen de partidos.
Todos están conformes con mantener el monopolio de partidos registrados tal como opera hace varios decenios. No existe posibilidad de registrar partidos nuevos y mucho menos candidaturas independientes. Dado el inmenso número de firmas, asambleas y afiliados que se requieren para registrar partidos y peor aún candidaturas independientes.
Si todo sigue igual, para la elección presidencial se presentará un panorama muy poco alentador. Escoger entre el actual grupo gobernante MORENA y sus aliados o el Bloque de PRI PAN PRD es promover el abstencionismo.
Los opositores al actual gobierno, de diverso origen, intereses, ideologías y pensamiento, político estamos colocados ante un espectro ajeno a la existencia de opciones programáticas diferentes.
En ese escenario las probabilidades del continuismo oficialista de MORENA son muy grandes.
Una de las razones, diría la fundamental, fue el desprestigio del PRI en gran medida, también del PAN que capitalizó hábilmente AMLO.
Ese hartazgo difícilmente va sentirse motivado a votar por el Bloque de PRI PAN PRD y eso favorece el mantenimiento del oficialismo.
Estamos obligados a presionar para realizar una reforma que abra los registros a partidos distintos y facilite las candidaturas independientes. Nada del otro mundo.
En casi todo el mundo de regímenes políticos de democracia representativa, los registros para un partido o candidaturas es muy sencillo. Basta la decisión de unos cuantos ciudadanos, para construir un programa o proyecto político, conformar un partido con sus estatutos para obtener el registro electoral. Lo que decide la permanencia o desaparición de los partidos es la votación de los electores. Nada más, pero nada menos.
Vuelvo a insistir y proponer el sistema de registros de partidos que existe en España en Francia o incluso en los Estados Unidos.
Sin eso continuará el monopolio, seguirá la partidocracia.
Como ahora es MORENA el partido casi único, por el control político que tiene en el Ejecutivo, el Congreso de la Unión, el Poder judicial y ahora en 22 estados de la república en centenares de presidencias municipales, no se requiere ninguna bola de cristal para ver el muy seguro triunfo de MORENA en las elecciones presidenciales, casi con cualquier candidato.
Es por ello que la disputa real está dentro de MORENA o mejor dicho en asegurar el dedazo del presidente para uno de las llamados “corcholatas”.
No extraña la feroz disputa que hay entre los “suspirantes”.
Todo el clima político tan enrarecido es producto de la partidocracia.
No hay que descartar la consumación de una Reforma que ponga fin al monopolio de la partidocracia y abra el régimen de partidos y candidaturas.
Lo contrario será la continuidad de AMLO, es decir un Maximato grotesco y anacrónico, muy nocivo para el país.