Las relaciones de México con Estados Unidos siempre han sido, para decir lo menos, muy complicadas. Somos inevitables vecinos y la buena convivencia no siempre ha sido el ingrediente principal. Se ha llegado a pensar que hay una buena vecindad, pero que nosotros somos los buenos y ellos los vecinos. Es una relación difícil, porque hay asimetrías y desencuentros. Hay intereses encontrados y una larga historia que no favorece precisamente las fraternidades, sino que convocan a andarnos con precauciones. Ese marco de la historia es para tenerlo presente.
Por eso es importante ir a fondo en los análisis que se hagan sobre la reciente visita del Presidente Andrés Manuel López Obrador, para una reunión de trabajo, con el Presidente de Estados Unidos. Es necesario recordar que en aquel país, la división de poderes es compleja y su Presidente no puede dar respuestas rápidas en los grandes problemas internacionales: sencillamente no se manda solo. Por eso mismo, no es posible esperar acciones puntuales y concretas.
En este valioso espacio de la Revista Siempre!, me propongo hacer algunas consideraciones sobre dos de las propuestas hechas por el Presidente López Obrador al Presidente Biden. Se trata del asunto de los refugiados y del plan para frenar la espiral inflacionaria que pende sobre la mayor parte del mundo y de manera especial sobre la que nos corresponde en el continente americano.
En torno a los migrantes, la lectura del gobierno mexicano se relaciona con las causas centrales del problema migratorio, mismo que no se puede combatir solamente con fuerzas armadas en las fronteras. El asunto se relaciona con la desigualdad económica en los distintos países y con la violencia o las persecuciones que forman ya parte del escenario en Centroamérica y el Caribe. López Obrador solo ha reiterado, la urgencia de un esfuerzo internacional, predominantemente norteamericano, para sentar algunas bases de desarrollo en los países que generan la mayor parte del flujo humano forzado.
Otra vía para frenar el problema migratorio es la política. Se requiere una acción conjunta para acciones diplomáticas que obliguen a los gobiernos locales a comportarse dentro de las leyes y los derechos humanos. Si la violencia disminuye en América Central y se frena la represión en el Caribe, tendremos un escenario más propicio para que la migración en busca de asilo económico o político sea menor. En esta tarea está el Presidente mexicano y su estancia en Estados Unidos ha servido para refrendar las tesis mexicanas.
En el caso del proyecto mexicano para reducir la inflación, se puede decir que es adecuado y oportuno. El proceso inflacionario se frena con un incremento en los niveles productivos y la región norte y centro del continente americano son espacios con alto potencial productivo y una buena condición para las economías complementarias. En ese sentido hacen falta mega-proyectos de inversión y este requerimiento también puede tener una respuesta de acuerdos internacionales de mayor calado. Si existe un mercado, un alto nivel de mano de obra competitiva, facilidades para la inversión en todos los países del área y los recursos financieros suficientes, la inflación puede convertirse en un factor para mover los grados productivos. Esa es la propuesta mexicana y ese fue el mensaje de López Obrador en Estados Unidos.
La base estratégica de las propuestas del Presidente mexicano es la coincidencia de intereses y afrontar las crisis de la migración y de la economía son razones que comparten todos los países del área y, por supuesto, son temas urgentes para México y Estados Unidos. Seguramente, habrá cuestionamientos sobre la oportunidad o no de la gira, dada en el marco electoral en Estados Unidos, pero esta contingencia no es un asunto del gobierno mexicano. Como siempre, el debate debe ser saludable: así es la libertad.
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