Decretar al Tren Maya como obra de seguridad nacional para evadir los amparos y confrontarse con los Estados Unidos y también con Canadá por violar al T-MEC, son los más recientes y graves actos de soberbia del presidente Andrés Manuel López Obrador.

Es un autócrata.

La cuestión es cómo derrotarlo.

Los torneos entre la casta, la partidocracia, la clase política o las fuerzas dominantes del poder político, económico, cultural y todas las esferas del mismo, están escenificando un teatro o circo grotesco.

La sociedad sufre ese patético duelo y tiene ante si un panorama muy lamentable.

Por cada acto de arrogancia del presidente, se replica con uno cada vez más decadente de la oposición partidista, como lo son las cada vez más gansteriles palabras del presidente del PRI.

La sucesión adelantada es otro componente del panorama decadente en el ámbito político.

El pleito a navajazos entre las “corcholatas” no respeta las mínimas reglas o incluso leyes promovidas anteriormente por MORENA y todo el país está pintarrajeado en muros, cientos de espectaculares, camisetas y “acarreos” protagonizados por funcionarios del más alto rango del gobierno de AMLO.

No les importa acatar las disposiciones del Tribunal Federal Electoral, mucho menos las del INE.

Para colmo de todos los males que padece el país en todos los ámbitos, tenemos un presidente que se comporta como payaso en sus giras a los Estados Unidos o en sus puntadas de las mañaneras, pidiendo la “devolución” de la Estatua de la Libertad.

Ese histrionismo de carpa queda en evidencia con “operativos” chuscos y trágicos como la detención de Rafael Caro Quintero. No hay límite de ningún tipo.

Esta ruta sistemática de vulneración de las prácticas, instituciones y legalidad a quienes más perjudica es los sectores populares. Sin diques o reglas que contengan las arbitrariedades del autócrata la impunidad de los feminicidios, las decenas de miles de muertos y desaparecidos es el pan de cada día.

El “estilo personal”, como diría don Daniel Cossío Villegas, del autócrata es el de la carpa obscena con Chico Che en la mañanera.

El desafío nacional es construir un camino que derrote al autócrata.

No es tan sencillo, pero tampoco es imposible.

Tener abiertos los ojos, la imaginación para impulsar todas las formas de resistencia civil, social y política es una condición indispensable para derrotar al autócrata.

Es necesario llamar pan al pan y vino al vino.

Aunque los partidos opositores están muy desprestigiados, tanto que ello fue lo que favoreció la victoria de AMLO y Morena el 2018 en la proporción arrolladora que le dio 535 de los votos y más de 31 millones de votos; también es un hecho político que en el proceso electoral del 2021 Morena perdió su antiguo bastión : la ciudad de México.

También el desprecio de los ciudadanos por las “consultas” de AMLO es un fenómeno muy interesante.

El rechazo por medios electorales es insuficiente. Incluso es o puede ser manipulado y pervertido como lo es la estafa restauradora de la llamada 4ª Transformación.

Los pequeños islotes de resistencia en el movimiento social, civil, cultural y político están por todas partes: en las feministas; en las comunidades originarias de los pueblos indios que padecen cada vez más acciones de acoso y represión como las del EZLN; en las resistencias de los padres de niños enfermos de cáncer y otras enfermedades; entre los científicos y los trabajadores de la cultura; en la creciente repulsa a la violencia de los familiares de las víctimas; incluso entre beneficiaros de los programas favoritos de AMLO donde la gente comienza resistir los mecanismos de control clientelar.

Los mundos tan diversos o incluso antagónicos de la resistencia político lectoral y el mundo de la resistencia social, tienen el reto de ir construyendo puentes de unión y redes de resistencia común.

No hay fórmulas mágicas para conseguirlo.

Cada quien y cada sector puede aportar su grano sal.

El embate del gobierno contra sus críticos no distingue a los situados en los poderosos medios masivos y ataca a columnistas, conductores y también a los que resisten en los movimientos sociales. A todos los difama. Los acusa de “conservadores” y ser parte de “conjuras”. Es el viejo estilo que práctico Luis Echeverría en su gobierno demagógico y criminal.

Ahora hay nuevos actores, con nuevos lenguajes, estilos y con herramientas desconocidas entonces y cada descubrimiento tecnológico potencian sus voces.

Puede ser el momento de forjar un gran bloque con ciertos rasgos de aquel compromiso histórico que proponía Enrico Berlinguer entre comunistas, socialistas, republicanos y demócrata cristianos, acorde al mapa de nuestros días.

Ese gran Acuerdo contra la restauración autoritaria puede convertirse en una fuerza capaz de derrumbar la muralla de la autocracia.