Contundente y enérgico, avasalla y somete. Polarizante, genera atracción y repudio. Imparte justicia, la suya, porque no conoce otra. Desalmado e insensible, rechaza finezas y protocolos. No se anda por las ramas y cuando se ejerce es porque se tiene. Como facultad, desprecia la negociación y favorece la imposición; dicta y exige, establece condiciones, congela, descongela y manipula a su favor. Por su naturaleza, deforma y hace ruido. Lo suyo no es el matiz; con óptica sesgada, realiza diagnósticos polarizados y polarizantes de realidades polícromas, multiformes y plurales. Si se trata de la moral, identifica virtud donde solo hay revancha y perversión.

Obcecado, imprudente y tortuoso, ve paja en el ojo ajeno y no la piedra en el propio. Su consigna es estar por encima de todo. Porque aplasta, cree que gana todas las batallas. Percudido como trapo viejo, tiene mácula de animosidad y soberbia; lleno de arrugas no hay fórmula que le permita presentarse suave y terso. Inflexible y áspero, hace lo que quiere, cuando quiere y como quiere. Unilateral y egoísta, no genera confianza, viola acuerdos y destruye. Su fuerza radica en su capacidad para atemorizar y confrontar. Letal como un rayo, fulmina al que se le opone. Elogia al que acomoda la vela al viento y le concede legitimidad. Aliado de sí mismo, es corrupto y corruptor. No tiene límites ni reconoce fronteras. Existe en el mundo pero es ajeno a los muchos mundos que contiene; todo lo puede, todo lo compra y aspira a que todo sea suyo. Disruptivo y superficial, interrumpe conversaciones de solidaridad.

No admite que se le restrinja o acote, tampoco acepta llamadas de atención ni cuestionamientos variopintos. Monstruo policéfalo, inyecta veneno para generar discordia y viciar la esencia de lo que toca. Terco y negligente, se apoya en la blasfemia y la mentira. Traza caminos unívocos y los llena de obstáculos; otros, al pedir su ayuda para transitarlos, refuerzan su altivez. Su limitada visión de las cosas es consistente con la vanidad de quienes lo ejercen, por ello afirma que su voz es única y tiene la máxima autoridad. No conoce los vocablos error y disculpa. Frente a otras manifestaciones de voluntad, se empeña en esconderlas y desactivarlas. Si se trata de la supremacía, se presenta como campeón; si atañe a lo divino, se equipara a Dios. Todo lo interpreta a modo, sustenta su Ethos en su capacidad para moldear confianzas a partir del miedo. Reivindica su Pathos en la presunción de solidez de las alianzas que ha forjado a partir de la necesidad ajena.

Es aliado de la tecnología para la dominación, la desestabilización y el conflicto. Rechaza la ciencia que abre puertas al conocimiento y que aporta a una vida mejor. No cree en el desarrollo, el entendimiento y la paz genuina. Vela por sus intereses y ya, sin importarle ecos y consecuencias. Dominarlo parece imposible; como animal salvaje se resiste y lucha por su hegemonía. En la ciencia política y las relaciones internacionales, es materia central de estudio y eje de la discusión académica. Como concepto, hay que trabajar más para que el poder no sea monopolio de unos cuantos y sí, en cambio, herramienta democrática al servicio de todos, que transforme realidades, impulse la justicia y valide las luchas y anhelos del sur global.

El autor es internacionalista.