Con una sola convicción emergió el proyecto del presidente de la República después de conocerse, reflexionarse y empezar a digerirse el resultado de los comicios de junio del año pasado para renovar la Cámara de Diputados, gubernaturas en prácticamente la mitad del país, y las legislaturas locales, alcaldías en la Ciudad de México y ayuntamientos en casi toda la República: preparar la participación de Morena y sus aliados en los comicios de 2024, sin dejar de contemplar las elecciones locales de 2022 y 2023.

En 2021 el resultado fue insatisfactorio en términos globales para el inquilino de Palacio Nacional. Se triunfó en 11 gubernaturas, pero no se alcanzó la mayoría absoluta de Morena en la Cámara de Diputados, ni la calificada de dos tercios con sus aliados electorales y se perdió la votación -globalmente hablando- para las alcaldías en la capital federal.

Consecuente con el propósito de inaugurar una nueva etapa de la vida nacional, el Ejecutivo Federal impulsa como asunto prácticamente único la construcción de la victoria electoral para su movimiento en 2024.

Bajo el capelo de la llamada Cuarta Transformación, afirma la polarización de la sociedad como el vehículo para que la pluralidad responda a la convocatoria realista y pragmática: por un lado, los partidarios de la propuesta lopezobradorista y por el otro, quienes se ven forzados a ubicarse en el otro extremo para construir su planteamiento, amalgamándose para impedir la continuidad con la candidatura que defina el líder real del movimiento para la elección de 2024.

Cierto es que el presidente Andrés Manuel López Obrador ha capturado para su gestión una identidad muy relevante de la población que lo aprueba y suele respaldarlo: el compromiso con las personas y grupos más desfavorecidos en lo económico y en lo social. A partir del discurso de campaña, el establecimiento de programas para entregar dinero público a esas personas y grupos como medio de subsistencia y la propaganda gubernamental, se ha logrado generar una base social suficiente para su movilización electoral. Es hoy y bien puede serlo en el futuro cercano, el componente capaz de definir la mayoría de los comicios de diferentes cargos, si las fuerzas políticas de la oposición se presentan divididas.

Es paradójico, porque el número de personas en pobreza extrema ha aumentado y las personas en condición de pobreza también se han incrementado, pero la percepción pública anclada en los recursos destinados a las personas beneficiarias de esos programas, parece inclinar un gran reconocimiento al gobierno en turno. Importa la narrativa y no la eficacia del objetivo de disminuir la pobreza.

Permítame reducirlo al objetivo presidencial real: el resultado electoral, no la justicia social y la construcción de ciudadanía.

Asomémonos a otro espacio. Dijo al inicio del mandato el Ejecutivo de la Unión -cito de memoria- que la mejor política exterior es contar con una buena política interior. Y, aún con la simplificación, parece cumplirlo a su modo; es decir, la política exterior es una extensión subordinada de la política interior. No son un par de espacios para la actuación gubernamental que deben guardar congruencia y coherencia, sino un espacio -el exterior- al servicio de los fines del otro. La actuación del Ejecutivo Federal en materia internacional obedece a las prioridades de la polarización, la vinculación con sus partidarios y la motivación para la movilización.

¿Se pueden tener objetivos nacionales y globales al mismo tiempo, o son excluyentes? ¿Se puede ejercer la soberanía nacional en los órganos del Estado y asumir compromisos con la comunidad internacional? ¿El mundo de hoy puede trascender la época de las colonias y la sumisión de pueblos enteros basados en la conquista y la dominación dependiente de la fuerza armada?

Es precisamente por la postulación y afirmación de determinados principios para la convivencia entre pueblos que se auto-identifican como una Nación y conforman un Estado soberano, que ha podido crearse y evolucionar la comunidad internacional. Son soberanías nacionales que conviven en un plano de igualdad, sin dejar de reconocer que cada una tiene intereses propios y estrategias para potenciarlos y, en su caso, defenderlos.

Es axiomático, sólo los Estados soberanos suscriben compromisos internacionales ante otras formaciones estatales de idéntica naturaleza. Así, hay objetivos nacionales, regionales y globales que conviven a un mismo tiempo; hay capacidad para asumir libremente determinadas obligaciones en aras de un objetivo compartido y la aspiración de un beneficio mayor.

A partir del triunfo de Joe Biden en la elección presidencial estadounidense de 2020, el Ejecutivo mexicano ha adoptado una posición que promueve y -quizás ahora- exacerba la provocación al vecino del Norte y, en específico, a sus ámbitos de responsabilidad política.

A pinceladas: la postura de regatear el reconocimiento y el mensaje cordial de buenos deseos al candidato triunfador; la reclamación como injerencista de los recursos de la Agencia Internacional para el Desarrollo de los EUA a organizaciones de la sociedad civil que no coinciden con la visión presidencial; la erosión de la cooperación en asuntos de seguridad y las limitaciones a la posible contribución estadounidense en esa área; la falta de compromisos en el contexto de la lucha contra el cambio climático; el condicionamiento de su asistencia a la Cumbre de las Américas (2022).

Ahora, ante la realización de un procedimiento de consultas entre las partes, previsto en el nuevo tratado comercial y de inversión (TMEC) suscrito por nuestro país con los Estados Unidos y Canadá en 2020, que solicita la Representante Comercial de los EUA sobre las consecuencias de las leyes y políticas mexicanas para el óptimo cumplimiento del tratado en materia de inversiones en la industria eléctrica, el presidente López Obrador recurre a la retórica propia de quien ha sido objeto de una agresión y no de la puesta en marcha de un medio mutuamente convenido para solucionar posibles diferencias.

Se va nuevamente a la narrativa simple y elemental; se amaga con arengar a la población con motivo del CCXII aniversario de la Independencia Nacional; se busca escindir al país entre nacionalistas y “traidores a la Patria”. Es más polarización con un solo interés: el electoral o la movilización de la población en favor de Morena.

No hay muchos fierros en la lumbre. Sólo el electoral.