Los triunfos de Gabriel Boric en Chile y de Gustavo Petro en Colombia han despertado esperanzas de la conformación de gobiernos de una izquierda distinta a la que comenzó un ciclo de victorias a finales del siglo pasado e inicios del presente, llamados de izquierda “rosada”, “socialismo del siglo XXI”, “gobiernos progresistas” y por sus adversarios dictaduras en fase embrionaria o en plena consolidación.

La situación en Chile es muy especial debido al proceso paralelo a las elecciones presidenciales de elaboración de una Nueva Constitución.

Apenas el lunes 4 de julio de 2022, los 154 convencionistas, predominantemente independientes y de las izquierdas más variadas, entregaron el texto definitivo al presidente Gabriel Boric.

Las movilizaciones de 2019, consiguieron la convocatoria a un nuevo constituyente y generaron grandes expectativas para poner fin a las herencias de Pinochet y abrir un camino original de cambios políticos y sociales en Chile. La elección de los convencionistas significó una derrota insólita para los partidos tradicionales, tanto los de las derechas como los de las izquierdas, con una relativa excepción del Partido Comunista.

Las elecciones presidenciales de diciembre de 2021, consolidaron esa tendencia de crisis de los partidos tradicionales y un poderoso y original bloque de movimientos, independientes a los que se sumó el PC y finalmente el Partido Socialista y la Democracia Cristiana para consumar una victoria muy importante de Gabriel Boric, un joven procedente de las movilizaciones estudiantiles y populares.

Boric tuvo gestos alentadores al declarar sin ambages, que no se podían tener dos caras en materia de derechos humanos al condenar su violación en los países gobernados por las derechas y callar las arbitrariedades de los gobiernos supuestamente de izquierda.

Esa fue una de las consideraciones para no invitar a su toma de posesión a las dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua.

Además de una serie de propuestas de reformas sociales y económicas diferentes al “modelo” de esas dictaduras.

Boric ha enfrentado en los pocos meses de gobierno que lleva, desde que asumió la presidencia en marzo, una serie de conflictos como las luchas de los pueblos originarios ante las que usó medidas represivas que ofreció no utilizar, como el Estado de Emergencia.

La crisis económica, los problemas migratorios, una creciente inseguridad derivada del incremento del narcotráfico y otros problemas, muy certeramente señalados por la periodista mexicana y chilena Teresa Gurza, como el dólar caro y los temores ante los anuncios de aumento de los impuestos a la industria minera y los altos ingresos, se han combinado para que el nivel de aceptación de Boric que inició con más de 46 por ciento tenga ahora solamente un 34 por ciento.

Gobernar implica modificar muchas de las promesas previas que se hacen desde la oposición, la cuestión es qué tanto esos cambios significan virajes radicales que modifiquen el rumbo prometido, como ha ocurrido en México con el gobierno de la llamada 4 T.

Por supuesto que la historia de Chile y sus tradiciones políticas, culturales y sociales abonan a favor de un proceso más genuino al de las experiencias fatídicas de Cuba, Venezuela, Nicaragua y en cierto sentido de Bolivia, Ecuador, Brasil, Argentina y no se diga la estafa restauradora de AMLO en México.

La insólita de victoria de Gustavo Petro en la presidencia y la líder afrocolombiana Francia Márquez integrantes del Pacto Histórico, son un vuelco histórico en Colombia , donde jamás ha triunfado la izquierda.

Petro ha sido participante en la guerrilla del M 19 en sus primeras actividades políticas, aunque lleva muchos años en la vida política institucional donde ha sido alcalde de Bogotá y Senador.

La historia de Francia Márquez está muy asociada a las luchas de las mujeres y en defensa de la comunidad afrocolombiana y su estilo de gran cercanía genuina con la gente, lo que sin duda le generó al Bloque Histórico un importantísimo apoyo popular.

Petro no niega que tuvo simpatías por Chávez, pero es notoria su lejanía de Maduro. Incluso el dictador venezolano ha divulgado videos difamatorios contra Petro, acusándolo de “traidor” y “corrupto”. Más acá de las anécdotas, es un hecho que Petro ha marcado distancia con su vecino y en cierto sentido también con la dinastía castrista de Cuba y la criminal dictadura de Nicaragua.

Algunos comentaristas pronostican muchas dificultades para un proyecto de cambios en Colombia por su condición de país atrasado y con grandes tradiciones conservadoras muy arraigadas en casi la mitad de la población, no es fatal ese escenario.

Siempre es sano “vacunarse” ante riesgos de retrocesos e incluso de abiertos virajes autoritarios, en procesos donde las izquierdas no han realizado un balance claro, crítico y de ruptura con las revoluciones fallidas convertidas en dictaduras como la castrista en Cuba y la patética dictadura en Nicaragua o las de la triste decadencia en todos los planos del madurismo en Venezuela; sin embargo también es sano otorgar una cierta esperanza de construcción de unas izquierdas democráticas y capaces de forjar un modelo social que reduzca la desigualdad.

Chile y Colombia podrían hacer viable un proceso de izquierdas diferentes, alejadas del autoritarismo y del fracaso económico y social.