La recaptura de Rafael Caro Quintero podría incrementar el violento ajuste de fuerzas que está ocurriendo en la entidad guerrerense.

Guerrero, siempre ha ocupado un lugar estratégico en el narcotráfico. Es el primer cultivador de drogas entre las entidades federativas, en el periodo 2007-2015 llegó a concentrar el 28 por ciento de los cultivos ilícitos en el país, pero también llegó concentrar altos niveles de violencia desde la primera década del 2000 y con elevadas aristas entre el 2015 y 2020.

Desde siempre, este territorio del sur de México se ubicó como una plaza del Cartel de Guadalajara, luego del cartel de Sinaloa y hoy es un territorio que está en disputa por al menos 20 grupos delincuenciales o superadas que se ligan a los seis grandes carteles que reconocen las autoridades de seguridad y recientemente se sabe de la incursión del cartel de Caborca.

Pero la historia del narcotráfico en Guerrero es anterior a Rafael Caro Quintero y a Joaquín Guzmán Loera.

Existen documentos que confirman oficialmente, la presencia de marihuana en Guerrero y data está desde mediados del siglo XIX. La tendencia de incremento en la producción ocurre desde la década del treinta del siglo pasado.

La entidad adquirió una mayor importancia como estado productor de enervantes, desde finales de la década de los sesenta e inicios de la década de los setenta.

Entre otros factores, lo anterior se debe a dos causas: el aumento del mercado de drogas consideradas ilegales en Estados Unidos y los efectos del endurecimiento de las políticas prohibicionistas tanto en México como en su vecino del norte.

Un personaje esencial en la industrialización de la producción de marihuana en Guerrero fue Alberto Sicilia, narcotraficante cubanoamericano que inició sus operaciones en Tijuana en la década de los setenta e incursionó en el tráfico de cocaína sudamericana, así como en el trasiego de heroína y mariguana mexicana hacia Estados Unidos. A él se le atribuye la iniciativa de monopolizar la producción de marihuana en México.

En los 60 se vendía en Estados Unidos la mariguana Golden que se consideraba de mejor calidad que la cosechada en California o en Texas y para entonces ya había grandes ventas de mariguana en la Costa Grande de Guerrero.

La Organización de los Estados Americanos (OEA) y la Organización de las Naciones Unidas (ONU), estiman que el mercado de la mariguana alcanza a nivel mundial montos superiores a los 140 mil millones de dólares. Estados Unidos concentra el 42.9 por ciento de total del mercado.

Las actividades comerciales en México de este producto, generan una derrama económica anual que supera los 140 millones de dólares, teniendo a las exportaciones como una de las actividades más fructíferas, debido a que representan una ganancia de por lo menos 40 millones de dólares anuales al crimen organizado.

Después vendrían otros actores del tráfico de drogas a operar en Guerrero y llegaron a tener propiedades en Acapulco y en otras partes del estado.

La fragmentación del Cartel de Sinaloa se inició, según algunos documentos, en 2006 una balacera en Acapulco, constituyó el hecho inicial. Le seguiría el asesinato del capo Arturo Beltrán Leyva en 2009 por parte de las fuerzas federales. Desde entonces, el crimen organizado en el estado se ha extendido geográficamente, ha ampliado su gama de acciones y se ha vuelto más peligroso para los locales, sobre todo para aquellos que son objeto de extorsiones o sospechosos de ayudar a los rivales. Una ola continua de asesinatos, desapariciones, desapariciones forzadas y desplazamientos internos evidencia cómo la violencia criminal se ha transformado en conflictos armados locales de los cuales los civiles son las principales víctimas. Las señales actuales indican que estos grupos rivales no tienen intención de cesar sus actividades ante la amenaza del coronavirus.

Los agricultores viven día a día con miedo de que sus cultivos de marihuana, cuyo costo promedio supera los 30 mil pesos, sean descubiertos y erradicados por el Ejército, situación que cambiaría radicalmente con la regulación.

Durante más de 40 años, la zona conocida como El Filo Mayor fue líder en el cultivo de amapolas, hasta que, a finales de 2018, la violencia por el narcotráfico y el mercado neoliberal acabaron con el negocio.

Guerrero es el epicentro del crimen organizado en México, con más grupos luchando por el control del territorio que en cualquier otra región. Al menos 40 grupos luchan por un diverso portafolio criminal, que incluye la producción y el tráfico de drogas, sobre todo heroína para el mercado estadounidense y varios tipos de actividades criminales que han aparecido recientemente, principalmente la extorsión. Con altísimas tasas de impunidad para delitos graves (varios jueces y policías de alto rango son acusados ​​de complicidad en actividades delictivas)

Las perspectivas inmediatas para reducir la violencia en Guerrero son desalentadoras, especialmente en un momento en el que la pandemia del COVID-19 y sus efectos económicos amenazan con acaparar la atención oficial y drenar los recursos públicos. El problema es la gran proliferación de organizaciones criminales: mientras que antes había menos de doce organizaciones criminales que controlaban la mayor parte del dinero y las armas, a medida que la “guerra contra las drogas” se expandió desde el 2006, éstos se han dividido en una infinidad de grupos más pequeños e inclusive más violentos.