Andrés Manuel López Obrador militariza el país. Esa medida es profundamente reaccionaria. Toda su demagogia queda exhibida con esta grave decisión que coloca al país en la ruta de los gobiernos militares de América Latina.

En las peores épocas del autoritarismo, no se dio un paso tan riesgoso para la convivencia pacífica.

El priato tuvo una habilidad para evitar la conversión del país en una dictadura bananera.

Los episodios más oscuros que sufrió el país no llevaron a darle tanto poder a los militares, como lo hace AMLO.

La “dictadura perfecta” logró un hecho histórico a nivel planetario: México tuvo casi un siglo de estabilidad. No sufrimos golpes militares, ni guerras generalizadas.

La fórmula se basó en un régimen corporativo, un presidencialismo imperial y la ausencia de elecciones reales.

Hubo muchas situaciones críticas: el asesinato de Álvaro Obregón. La guerra cristera. El máximato. Levantamientos de militares que fueron derrotados. Fraudes e imposiciones contra los opositores desde Vasconcelos, Almazán hasta el fraude contra Cuauhtémoc Cárdenas.

Masacres como la de Tlatelolco el en 1968 o la de San Cosme el 10 de junio de 1971.

Represiones masivas a los trabajadores ferrocarrileros y maestros a fines de los cincuenta y principios de los sesenta.

Una larga década de acciones militares y represivas 1956 a 1972, contra el movimiento estudiantil, considerada por el derecho internacional y los jueces mexicanos como genocidio, porque tuvo como fin exterminar a ese sujeto político y social: el movimiento estudiantil.

Las fuerzas militares jugaron un papel criminal contra múltiples movimientos sociales y políticos. Se practicaron los “vuelos de la muerte” y las “aldeas arrasadas” contra grupos y movimientos armados en el medio urbano y campesino.

Sus instalaciones, cuarteles, el Campo militar Número Uno se usaron para matar y desparecer a cientos de opositores en abierta violación a las leyes, la Constitución y todos los derechos humanos.

Esa larga etapa histórica de autoritarismo, desarrollo capitalista de grandes desigualdades y pobreza, la inmensa corrupción y la ausencia de sindicatos y salarios justos para los trabajadores, fue combatida por múltiples movimientos sociales, civiles y políticos que fueron conquistando paulatina, muy lenta e insuficientemente espacios democráticos.

Ese largo y sinuoso camino rumbo al establecimiento de un régimen político de una república democrática consumó cambios muy importantes para establecer una democracia incipiente.

Ese proceso denominado transición democrática consiguió derrotar por vía electoral al partido de Estado en las elecciones del año 2000.

La construcción de instituciones autónomas para arbitrar las elecciones y poner fin a la falsificación electoral, consiguió el triunfo de una coalición electoral en 2018 que capitalizó el inmenso rechazo ciudadano y popular a la clase política del llamado PRIAN.

Andrés Manuel López Obrador triunfó arrolladoramente y despertó una gran esperanza para poner fin a la corrupción, reducir la desigualdad y detener la violencia regresando a los militares a sus cuarteles.

Precisamente esa bandera de regresar a los militares a sus cuarteles , ha sido abandonada por el presidente Andrés Manuel López Obrador.

Esa es su gran estafa.

Cuando era presidente electo dio un viraje en su combate a la “guerra de Calderón” y el uso del ejército por Peña Nieto quedó hecho a un lado y AMLO adoptó la política combatir a los criminales con las fuerzas militares.

A fines de diciembre de 2018 consiguió la aprobación por unanimidad de la creación de la Guardia Nacional.

Maniobró y engaño al establecer una cláusula que dejaba la dirección de esa Guardia Nacional en manos de civiles.

Los partidos supuestamente opositores: PAN, PRI y PRD le dieron carta blanca al presidente para crear su Guardia Nacional.

Desde él principio puso a un militar, que se decía civil, porque que aparentó haber dejado las filas de las fuerzas armadas,

Fue una maniobra burda.

Los partidos fueron engañados o sobornados, para crear esa Guardia Nacional de composición predominantemente militar y con mandos también militares.

La Guardia Nacional tiene 8 militares por cada 10 de sus componentes.

Tiene 118,188 efectivos.

97,256 son personal militar y 20,932 personal civil.

El presidente mediante un decreto que pasa por encima de la Constitución y las leyes pretende que la Guardia Nacional pase a ser parte de la Secretaría de la Defensa Nacional. Sin tapujos, quiere dar un poder desmedido a los militares.

Se puede especular por qué lo hace, lo que es indiscutible es que con esa medida el país se pone bajo las fuerzas armadas.

La ominosa militarización del país es un grave riesgo para la vida pacífica y la incipiente democracia mexicana.