El 62 por ciento rechazó la nueva Constitución redactada por un Constituyente integrado por 77 mujeres y 78 hombres, mayoritariamente independientes, el 64 por ciento. Esos datos son contradictorios con relación a los de la Convocatoria a la Nueva Constitución y también con los porcentajes de la elección presidencial Gabriel Boric 55.87 por ciento de una amplia coalición de las izquierdas y José Antonio Kast 44.13 por ciento, de una coalición de las derechas. No se puede simplificar poniendo en la derecha a los del rechazo y en las izquierdas a los del apruebo.

Los datos duros parecieran haber salido de dos países radicalmente diferentes.

Las declaraciones sobre la votación son también polares.

Yo mismo me precipité al escribir: La derrota en Chile a la Nueva Constitución es un retroceso inmenso. La derecha sigue siendo muy poderosa. Se requiere analizar por qué.

Mi opinión no ponía en juego los matices.

El mismo presidente de Colombia dijo que era el retorno del pinochetismo. Para la derecha fue la aplastante victoria contra las izquierdas y el rechazo al socialismo y al comunismo.

Aunque es difícil comparar las elecciones presidenciales donde votó solamente el 55 por ciento de los electores con la del plebiscito donde votó el 85. 7 por ciento,13 millones de un padrón de 15 millones en comparación con 8 millones en las presidenciales, la diferencia es abismal aún considerando que el domingo 4 de septiembre del 2022 el voto era obligatorio y había multas hasta de 200 dólares para los que no sufragaran.

La aprobación de un proceso para elaborar una nueva Constitución fue de muy escasa participación comparándola con el plebiscito, solo votó el 50.9 por ciento.

El asunto se complica más si se examina la raíz de este proceso.

Fueron las movilizaciones de 2012, 2014 y sobre todo las de 2019 donde se gestó este movimiento en contra la desigualdad y su expresión institucional en la vieja Constitución de la era de Pinochet, aunque hubo varios cambios ocurridos durante la presidencia de Ricardo Lagos, socialista de la Concertación que gobernó Chile durante 30 años.

Es probable que la ausencia de matices, como el anterior al centrar la campaña del apruebo en la denuncia y lucha contra la Constitución de Pinochet sin considerar los cambios que tuvo bajo la presidencia de Ricardo Lagos, esa falta de matices favoreció el triunfo del rechazo, dado que muchos electores de centro izquierda que triunfaron durante 30 años en los gobiernos de la Concertación alianza de socialistas y demócrata cristianos, no estaban de acuerdo con el contenido por el fondo y la forma establecidos en la Nueva Constitución.

Si bien, como ya lo he mencionado, los procesos son diferentes cabe preguntarse a dónde se fue la diferencia porcentual de votantes por Gabriel Boric en diciembre de 2021 55por ciento al 37 a favor del apruebo, un 18 por ciento que no se esfumó, sino que se trasladó al rechazo. Ese 18 por ciento no es de derecha, ni siquiera de la derecha moderada sino de electores de centro izquierda.

Hubo un rechazo a las posiciones maximalistas establecidas en la Constitución. Por buenas y malas razones el electorado no quería la disolución del Senado, tampoco la consideración de las etnias como naciones con amplia autonomía, que para muchos ponía en riesgo la unidad del Estado Chileno, la redacción sin taxativas del aborto y otras semejantes.

Algunos analistas chilenos y desde luego las derechas responsabilizan la presencia o hegemonía del maximalismo en los Convencionistas debido a la juventud de los mismos, a la ausencia de abogados y expertos en reformas legislativas, ese razonamiento propio de la gerontocracia no me parece adecuado.

No ayuda entender los fenómenos la política del avestruz.

Predominó un criterio de ir por las máximas reformas, maximalismo, porque en las corrientes mayoritarias había un radicalismo contra la vieja institucionalidad. Un rechazo a los 30 años de gobierno de la Concertación. Un repudio a los Partidos. Tanto el Partido Socialista como el Demócrata Cristiano casi desaparecieron. La excepción es el Partido Comunista.

Todo ese clima político radical y maximalista contribuyó al triunfo del rechazo.

Esa táctica o estrategia maximalista no debiera llevar a la conclusión del fracaso del proceso de movilización extraparlamentario. Considero que sin ese movimiento no se hubiera podido echar a andar este proceso, como es evidente.

Pero nunca es lo mejor tirar el agua sucia de la bañera con todo y niño. El presidente Gabriel Boric ha tenido una postura correcta ante los resultados. No ha dicho que son producto de una conjura, ni mucho menos de un fraude, al estilo de ya saben quien. Boric ha rescatado la inmensa importancia de la democracia como ruta para mantener la cohesión nacional y el diálogo entre los diferentes.

Boric registró los daños del maximalismo y realizó cambios en su gabinete de un cierto viraje hacia el centro izquierda.

La originalidad del proceso chileno, sus limitaciones y aportaciones exigen una actitud abierta, alejada del dogmatismo.

No existe ningún manual para ir hacia adelante en la ruta de cambios sociales y políticos que consigan sumar los procesos políticos tradicionales con los fenómenos novedosos de los movimientos extraparlamentarios de los jóvenes, los ambientalistas, el movimiento étnico, del LGTB+; el feminismo; el de la nueva cultura y otros en gestación como la lucha de los trabajadores de las Plataformas tipo UBER y demás; los migrantes.

Todo es nuevo fenómeno con nuevos actores no se puede afrontar con viejos esquemas.

Los enigmas y desafío de Chile son parte de los temas de nuestra insólita realidad.