La copa mundial de fútbol FIFA Qatar 2022, concita atención universal y acredita el potencial del deporte para detonar entendimientos e impulsar buenas prácticas, que apuntalen el espíritu de comunidad y solidaridad entre personas y naciones. En el complejo escenario global de hoy, el deporte está llamado a generar sinergias de colaboración que estimulen una interdependencia virtuosa y acerquen a todos los pueblos, sin distinción de identidades políticas, culturales o religiosas.

Las actividades deportivas ofrecen un espacio de esparcimiento amable y constructivo. Son válvula de escape a la complicada agenda de la globalización, cuyas contradicciones estructurales auspician polarización social y desencuentro internacional. No se trata, por cierto, de que la agenda deportiva sea un mero distractor de una realidad enajenante y poco promisoria. Por el contrario, el deporte abre una ventana de oportunidad para que, a través de su práctica, se fortalezca el tejido social, ahí donde está lastimado y se impulsen sentimientos de corresponsabilidad que abonen a favor de un mejor futuro para todas las personas.

El deporte proyecta en el imaginario colectivo formas de vida asociadas al trabajo en equipo, la salud y la superación personal. Además sus grandes figuras, genuinos héroes populares, son líderes naturales de opinión y con frecuencia embajadores de buena voluntad. Estas características otorgan a los grandes movimientos deportivos organizados un valioso capital para la movilización de la opinión pública, como ocurre con el olimpismo y el deporte confederado.

En el caso del primero es conocido el buen trabajo que, a favor de los refugiados, realiza el Comité Olímpico Internacional, junto con ONG´s y ACNUR, para proteger de abuso, abandono y violencia a niños y jóvenes desplazados por la fuerza. De igual manera, la Fundación Olímpica para Refugiados impulsa proyectos de “Deporte para la Protección” en comunidades desplazadas, de acogida y otras vulnerables. Por lo que hace al deporte confederado, el caso del fútbol es emblemático por su popularidad y enorme cobertura. Así ocurre con la Fundación FIFA, que desde  2018 trabaja a favor de un mundo más inclusivo y del cambio social positivo. Para ello y a través del balompié, apoya la educación, atiende problemas sociales que afectan a la juventud, respalda iniciativas de programas sostenibles y empodera a mujeres y niñas a fin de que desarrollen todo su potencial.

Ante la Realpolitik y las iras de hoy, el deporte invita a transitar senderos de renovación y esperanza. Multiplicador natural de virtudes y empatías, une, agrega valor a la vida en sociedad y aporta a la construcción de un destino común para la humanidad. El deporte es un eslabón necesario en la cadena de acciones conducentes a una paz genuina, donde todas las personas, sin distinción, puedan superarse y encontrar la estrella que ilumine sus caminos, tal y como anhelaba “El Principito” de Saint Exupéry.

El autor es Internacionalista.