En el plano de la salud hay ahora acciones dignas de comentarse. Ciertamente quedan muchas improntas del pasado, pero no vamos a detenernos en ellas, porque ya es la hora de revisar lo que se hace en el presente y cómo estas acciones van a incidir en el futuro.  La salud, y en eso hay un consenso nacional, es el pilar en la vida de las y los mexicanos y se le debe atender puntualmente, con decisión y sin regateos de ninguna clase.

El punto decisivo en los problemas de salud en nuestro país es el de la población sin acceso formal a los servicios médicos, es decir, de las y los mexicanos que no cuentan con servicios de seguridad social —de la cual la salud es el tema sobresaliente—. Nos referimos a más de la mitad de la población y ese problema debe atenderse con urgencia y en todos los puntos de la geografía nacional.

Las instituciones nacionales se han ocupado del asunto, aunque con fuertes deficiencias y con tratamientos distintos a las regiones. Tal es el caso de IMSS-Coplamar, que tuvo la intención de llegar a las regiones más apartadas de México. Sin embargo, sus alcances fueron, con algunas excepciones, solamente formales: un asunto de estadísticas alegres, pero ausentes en la realidad.

Las razones para el funcionamiento deficiente de IMSS-Coplamar fueron las mismas que todos conocemos: si no se atiende el asunto de la marginación, no se pueden obtener buenos resultados en la salud. Aun cuando es un lugar común, lo cierto es que no puede haber buena salud en escenarios dominados por la pobreza y sus efectos.

Así, con una mayor y mejor atención a las regiones y a los sectores de población más vulnerables, se ha iniciado una nueva etapa en la salud pública. Se trata del programa de IMSS-Bienestar, con el presidente López Obrador y Zoé Robledo, que entre abril y noviembre ha invertido casi 12 mil millones de pesos para atender problemas en un universo mayor a los 20 millones de mexicanos. Las líneas esenciales de esta inversión se han orientado hacia la rehabilitación de la infraestructura y el equipamiento de unidades de primer y segundo nivel para la población abierta.

Se destaca en esta etapa el gasto público de 619 millones de pesos en Nayarit; 887 millones en Tlaxcala; y 302 millones en Colima. En otras entidades, como Sinaloa, Guerrero, Campeche, Veracruz, Michoacán, Morelos y Oaxaca, las acciones se iniciarán en noviembre y diciembre del presente año.

Uno de los problemas esenciales ha sido el abasto de medicamentos. El traslado de los materiales médicos ha sido costoso y deficiente. Por eso, se han emprendido acciones con cuatro ejes básicos: ampliar la capacidad de los almacenes y su adaptación para las nuevas necesidades, como es el caso de las vacunas; aumentar el parque vehicular; fortalecer la colaboración con empresas como BIMEX, que tienen una larga experiencia en la materia; y establecer el Sistema de Administración de Inventarios, que permita conocer en dónde y en qué cantidades faltan los materiales médicos.

Con estas líneas de trabajo se han alcanzado resultados halagadores en Nayarit, en donde el abasto pasó del 78 al 99.7 por ciento; en Tlaxcala, del 81 al 93; en Colima, del 87 al 97; en Baja California Sur, del 77 al 99; y en Sonora, del 60 al 94 por ciento. Finalmente se ha comenzado a enfrentar seriamente el problema de la falta de médicos generales y de especialistas. En Nayarit se cubre ya el 97 por ciento; en Tlaxcala, el 91 por ciento; en Colima, el 82; en Baja California Sur, el 59; y en Sonora, el 67 por ciento.

Como puede verse, no se pueden echar las campanas al vuelo; pero en el caso de IMSS-Bienestar, los avances son adecuados, sencillamente porque los esfuerzos han sido en la dirección y el sentido que se requieren. No alcanza para celebrar, porque las carencias son muchas, pero sí para reconocer que hay cambios positivos sustanciales.

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