Guillermo Sheridan Prieto, con credenciales indiscutibles en la academia y el periodismo, ha aportado al debate nacional una información valiosa en sí misma, pero también como una especie de “termómetro” sobre los síntomas de la fibra moral de las clases dirigentes del país y, en cierta medida, de la República. Pienso que no es exagerado señalar que a toda persona sujeta a las leyes mexicanas es algo que nos atañe.
Un verdadero intelectual con la capacidad y talento para hacer uso de los instrumentos de búsqueda de las tecnologías de la información contribuye con datos contundentes sobre la tesis para presentar el examen de grado en la carrera de derecho de la entonces Escuela Nacional de Estudios Profesionales Aragón (ENEP Aragón) de la UNAM, de quien ocupa un sitial en el Pleno de la Suprema Corte de Justicia la Nación desde 2019 y hace unas semanas registró su candidatura a presidirla por cuatro años a partir del 2 de enero de 2023.
El entonces pasante Edgar Ulises Báez Gutiérrez presentó en julio de 1986 la tesis “Inoperancia del sindicato de los trabajadores de confianza del artículo 123 constitucional apartado A” para obtener el título de Licenciado en Derecho en la Facultad de Derecho de la UNAM. En septiembre del año siguiente, con prácticamente el mismo título, en la ENEP Aragón la estudiante Yasmín Esquivel Mossa presentó el mismo trabajo para obtener el título de Licenciada en Derecho.
Me salto el enredo de equívocos de una semana para tratar de eludir lo que ya está reconocido por muchos, incluido el Ejecutivo de la Unión y la aspirante a presidir la Corte: estamos ante un plagio intelectual. Sheridan está en lo correcto. Si bien para el presidente Andrés Manuel López Obrador -quien no parece contentarse con una explicación exculpatoria, sino con la vía que haga falta- se trató de una “irregularidad” de la época estudiantil que compete a las autoridades universitarias dilucidar para actuar en consecuencia; para la señora Esquivel se trata de la apropiación indebida de un trabajo de su autoría que debe investigarse y sancionarse penalmente.
El aderezo del exculpante político hoy más encumbrado es que la cercanía de la denunciada periodísticamente a su persona la hizo objetivo de la información de antaño; atacan al régimen en marcha. No pregunte usted dónde queda la independencia del Poder Judicial de la Federación frente al ánimo de tapar el sol con un dedo. Y el aderezo de quien es señalada como ajena a la integridad intelectual es victimizarse por razones de género; se aduce que son ataques contra la igualdad sustantiva y la aspiración de ser la primera mujer en alcanzar la presidencia de la Corte.
No pienso que a nadie pueda engañarse con estas dos victimizaciones, porque los hechos se encuentran expuestos y disponibles a plenitud para quien desee profundizar en ellos. Dos tesis prácticamente idénticas, una de 1986 y otra de 1987, aunque quien afirma ser autora de la segunda declara que el trabajo lo inició en 1985. Hechos duros que revelan las posiciones de poder de entonces -la directora de tesis- y ponen a prueba las de ahora -el presidente y su injerencia en la Corte-. ¿Podrá salvaguardarse la verdad? ¿La integridad?
Sheridan, en realidad, aportó demasiado, porque dio también el hilo conductor para esclarecer lo ocurrido: la directora de ambas tesis fue la señora Martha Rodríguez Ortiz, quien actuaba en ese papel en ambos planteles de educación superior. La falta de honestidad implícita en “dirigir” dos trabajos prácticamente idénticos y avalarlos sin tapujos merece una investigación a fondo y una sanción ejemplar. El breve recorrido de su trayectoria marca un patrón de “tesis repetidas” en diferentes momentos, empezando por la propia. Así lo ha revelado la periodista Peniley Ramírez en su columna “Linotipia” publicada en Reforma el 24 de diciembre en curso, con relación a la tesis de 1976 de Ignacio Ponce Alcocer titulada “Política social y justicia social a la luz de la teoría integral” y la que tres años después presentó la señora Rodríguez con el título “La política social y la justicia social a través de la teoría integral”.
Son demasiados componentes para asumir que lo ocurrido no es grave o que lo ahora conocido puede superarse sin la adopción de correctivos adecuados. Aquí, como en el refrán anglosajón: Bad habits die hard.
¿Es siquiera racional analizar la denuncia de quien aduce haber sido víctima de plagio, cuando su primer reflejo fue pedir el aval a la directora de las dos tesis en cuestión? Si la convicción original y espontánea no fue exigir una explicación a la señora Rodríguez y formular la denuncia de haber sido víctima de la apropiación sin derecho de su trabajo intelectual, sino recurrir a la consideración favorable de dicha persona, ¿cómo creer en la buena fe con que días después denuncia haber sido plagiada?
Los antecedentes de la muy atareada directora de tesis (se señalan más de 500 trabajos bajo su “cuidado”) y de la tesis plagiada en cuestión han puesto al descubierto un problema: el daño que causa la ausencia de honestidad intelectual en el sistema de elaboración y presentación de tesis para obtener un título profesional. No podemos generalizar ni tampoco dejar de considerar que sólo ha ocurrido entre estudiantes de derecho en planteles de la UNAM. Podrá discutirse si la realización de la tesis es algo que debe mantenerse hoy o si es aplicable a todas las carreras profesionales, pero en tanto sea un elemento para la obtención del grado, el reto intelectual y la solvencia ética han de ir a la par.
Los hechos ahora conocidos reclaman una revisión serena en todas las instituciones de educación superior sobre la prevención del plagio; con elementos para infundir y fortalecer la integridad del estudiantado y del profesorado y con herramientas técnicas para prevenir y detectar textos que pretendan hacerse pasar como propios cuando pertenecen a otra persona. Estamos, en realidad, ante un problema ético que alimenta la permanencia de la cultura de legalidad de la mayoría de los habitantes de nuestro país en niveles muy bajos; es una relación “simbiótica”, aspirando a la licencia de quien lee para escribirlo así. Ausencia de integridad e incumplimiento de la ley son los detonantes. Si no hay consecuencias, si no hay sanciones, avasalla la impunidad y se refuerza el modelo de conductas ajenas a la ética y a regir los actos por encima de los mandatos de la ley.
En este contexto se convierte en muy relevante la denuncia periodística de Guillermo Sheridan y el cotejo de textos entre la tesis de 1986 y la de 1987 hecha por Javier Martín Reyes que implica la vinculación de la primera al tiempo y circunstancias de su presentación y el desfase de la segunda, así como la presencia de material incluido en 1986 que no apareció en 1987. ¿Báez plagió y amplió o Esquivel “tomó sólo lo necesario”?
¿Qué actitud cabe asumir ante los hechos ahora conocidos? Ante todo, aquello que atienda a generar confianza en la integridad y la honestidad de quienes pueden motivar y llevar a cabo la investigación y sanción de lo ocurrido. En lo académico la UNAM, a través de la ahora Facultad de Estudios Superiores de Aragón y la Facultad de Derecho; en el antecedente del cargo que ocupa la señora Esquivel, el Senado está llamado a adoptar procedimientos estrictos de análisis de las personas propuestas para integrar la Corte y en ésta quienes la conforman están convocados a valorar la aspiración de quien desea presidirla con base en la verdad conocida para llegar a la verdad que se pretende diluir y ocultar.
Si hay dos tesis de igual contenido y la primera es más amplia; si la directora de tesis es la misma y no advirtió que la primera en elaborarse aunque no en sustentarse había sido plagiada y ya sustentada (la hipótesis de la teoría “¡al ladrón!” para no ser materia de persecución), pero no lo dijo; o si la directora de tesis es la misma y no advirtió que la segunda en presentarse y sustentarse era igual, pero con menor contenido que la primera, el hecho es que la tesis de la señora Esquivel no puede reclamar originalidad.
Cuando la clase dirigente no actúa y permite que la vulneración de las reglas quede impune, erosiona la ya gastada fibra moral que requiere para cumplir su función. Hay plagio. ¿Habrá cinismo?
