La empatía motiva a las personas a acudir en auxilio de aquellas que afrontan situaciones extremas, con potencial de riesgo para su vida y seguridad. Esa empatía va de la mano con la solidaridad anómica y altruista, en el sentido sociológico que postuló Herbert Spencer. Dicho de otra manera, la empatía y la solidaridad son comunes al género humano y a su vocación de supervivencia. De igual forma, expresan la buena voluntad que se asocia a todo esfuerzo espontáneo de acompañamiento, protección y rescate. Porque frente al peligro todos somos iguales, el impulso empático, con su carga de adrenalina, pasa por alto las diferencias o roces que pudieran existir entre quienes ofrecen la ayuda y sus beneficiarios. También descarta cálculos con pretensión de vincular dicha acción de socorro a la obtención de prebendas o reconocimientos.

A nivel internacional, la dupla empatía-solidaridad que alimenta la diplomacia humanitaria contribuye al éxito de iniciativas destinadas a crear condiciones para el desarrrollo y la paz. Porque la diplomacia humanitaria pone al individuo en el centro de sus preocupaciones, va más allá del Derecho Positivo e incluso de los Derechos Humanos, que en más de una ocasión se han invocado para violentar el Derecho Internacional Humanitario. Asimismo y precisamente por su espontaneidad, la empatía y la solidaridad tienden lazos con el Derecho Natural, abrazan postulados semilla de los pacifismos laicos y confesionales y conectan lo material y objetivo con lo inasible y etéreo. Estas consideraciones explican que, en casos de guerra y de situaciones límite, la actitud empática y solidaria legitime liderazgos, favorezca la construcción de acuerdos horizontales y dote de contenido pleno la afirmación de Thomas Jefferson de que, sin excepción, todas las personas son creadas iguales.

Como ya se indicó, toda acción de socorro a individuos o poblaciones en riesgo, sucede a un impulso primario y virtuoso, esencialmente solidario, en el que privan la emoción (empatía altruísta) y la buena fe de quienes la procuran. Este es el leitmotiv del despliegue de grupos de rescate y oferta de ayuda humanitaria por parte de distintos países, incluso México, y de organizaciones como la Cruz Roja Internacional y Médicos sin Fronteras, para atender tragedias humanitarias de diferente calado y en distintas regiones del mundo. A manera de ejemplo, así ocurrió recientemente ante las trágicas secuelas de los sismos en Turquía y Siria.

Con un sistema internacional en crisis, desarreglado y volátil, las iniciativas humanitarias brindan empatía y solidaridad. Quienes las desarrollan no buscan beneficio y sí, en cambio, despliegan un poder suave que contribuye al alivio inmediato de las poblaciones afectadas y al esfuerzo de reconstrucción. En un contexto global dominado por políticas de poder, la empatía y la solidaridad fortalecen la denominada seguridad reputacional de los Estados y son eje de la propuesta de paz y no violencia que ejemplarmente encarnó Mahathma Ghandi, una propuesta que está más vigente que nunca.

El autor es Internacionalista.