Por supuesto, no se trata de una falta contra la urbanidad y las buenas maneras. De ninguna manera se atenta contra las propuestas de don Manuel Carreño, que escribió un libro de urbanidad y buenos comportamientos “especiales para jóvenes y señoritas”, allá en los principios del siglo XX mexicano. Don Manuel, siguiendo las líneas de las buenas costumbres victorianas, había intentado un recetario de “comportamiento social”, digno del Porfiriato en sus grandes tiempos.

Por supuesto, “El Carreño”, como se le conocía ya avanzado el siglo XX, era un objeto de burlas, particularmente por parte de los jóvenes que no aceptaban desfiguros morales como los propuestos por don Manuel. Carreño llegaba a extremos tales como prohibir los ruidos al respirar y el uso de zapatos de gran tamaño que hicieran pensar en pies grandes; de manera particular en el caso de las damas. Don Manuel era muy claro en la gran falta cuando alguien no se ponía de pie ante la llegada de un personaje distinguido.

Si Carreño viviera, pondría mucho énfasis en la “falta a las buenas maneras” cometida por la Ministra Piña en Querétaro, justamente en la celebración del aniversario 106 de la promulgación de nuestra Carta Magna. En realidad, la ministra presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación no violó los códigos de comportamiento “especiales para jóvenes y señoritas”, sino que fue protagonista de un evento POLÍTICO y así debemos verlo. Es decir, no fue un asunto de mala educación  —producto de malas crianzas—, sino de una posición y una actitud política, en donde hay en juego formas y fondos de ver y sentir la marcha de nuestra vida nacional.

Expresar las ideas distintas es una potestad de los ciudadanos, sean o no actores de la función pública: esa es la libertad. Hacer que las ideas distintas empaten para un arreglo político es un objetivo prioritario para las comunidades humanas: esa es la democracia.

En México necesitamos que las ideas distintas se encuentren. Necesitamos oír al poder y escuchar a las disidencias. En política, la forma es fondo y la manera de expresarse políticamente no puede condicionarse ni mucho menos. Lo importante es que en el México de hoy es posible disentir, aunque esa realidad no sea reconocida por todos; pese a que, seguramente, es perceptible como una realidad alcanzada con el sacrificio de varias generaciones.

La Cuarta Transformación es una propuesta social que, sin duda alguna, resiste la confrontación con otras ideas. La intención de buscar una sociedad más equitativa y con un manejo más transparente de los asuntos públicos —que lo público sea realmente público, como lo afirmaba Daniel Cosío Villegas— en un marco de libertades no tiene muchos argumentos de peso en contra. La búsqueda de un esfuerzo más compartido y de una mejor distribución del producto social, seguramente tiene la aceptación indiscutible de los mexicanos.

Por eso, quienes compartimos las ideas de la 4T no le tememos al debate y a las ideas opuestas o simplemente diferentes. En este caso, la ministra presidenta de la SCJN manifestó su desacuerdo y debemos disentir de ella, si es el caso, pero de ninguna manera creer que será un obstáculo insalvable para el futuro nacional. Respetar la pluralidad es sano para los mexicanos que tenemos pensamientos democráticos.

Lo dicho, no se trata de una falta de educación y no se resolverá con el Manual del Carreño en las manos. Los problemas de la libertad y de la democracia se resuelven con más libertades y una mejor democracia. Se puede hacer, cuando las ideas son firmes.

@Bonifaz49