En unas horas habrá una nueva marcha de mexicanos “en defensa del Instituto Federal Electoral”. Es un evento político que nos permite hacer dos lecturas y que de ninguna manera se puede considerar solamente negativo. Ejercer los derechos señalados en la Constitución Política del país no debilita a las instituciones nacionales, sino que, por el contrario, las fortalece.
La primera lectura es justamente en ese sentido, en ver y oír a ciudadanos con pensamientos distintos a las líneas políticas del Gobierno. Los mexicanos, aun cuando en algunos casos estén parcial o totalmente equivocados, tienen todo el derecho a expresar sus simpatías o rechazos a las diferentes causas o propuestas políticas que surjan. En esta lectura no hay ninguna duda.
Lo que llama al debate es la pertinencia y la razón de la próxima protesta. En mi opinión, la causa central no es válida, porque el INE no está en riesgo y el Gobierno actual, pese a las diferencias, no tiene la pretensión de colapsarlo ni mucho menos. El Gobierno actual sabe el valor de una institución independiente, porque esa institución permitió a los mexicanos ejercer el derecho a un cambio social en 2018, mismo que nos conduce a la Cuarta Transformación.
En esta colaboración en la tribuna de Siempre, quiero señalar una circunstancia que cada vez pasa más desapercibida y que se relaciona directamente con los procesos electorales a nivel federal en México. Efectivamente, el INE es un factor central en el desarrollo de las elecciones federales y, por eso mismo debe fortalecerse con una composición cada vez más democrática. A la democracia se le fortalece con más democracia.
Lo que cabe señalar es que el INE no es el único agente de la democracia mexicana. En realidad, se está perdiendo (uso el gerundio inevitable) de vista que el gran protagonista de las elecciones es el pueblo mexicano. En un proceso electoral de todo el país participan más de dos millones de ciudadanos y la limpieza de las elecciones está depositada precisamente ahí, con los mexicanos que vigilan y que cuentan físicamente las boletas electorales.
Así, la fortaleza de la democracia en México lo será en la medida en que haya un compromiso democrático de las mujeres y los hombres —seleccionados aleatoriamente— para organizar y dar el seguimiento correspondiente a las jornadas política de cada seis y cada tres años. La opción de los mexicanos por la democracia está fuera de toda duda y esa es nuestra principal fuerza para que la voluntad de los votantes se cumpla de manera puntual y en la forma adecuada.
Si la marcha próxima es una expresión de orientaciones democráticas, no hay ningún motivo para cuestionarla. Sin embargo, si es por intereses distintos, lo que conviene a los mexicanos es ponernos en guardia. La democracia es un ejercicio de libertades plenas, pero ese ejercicio se enturbia si atiende a intereses de naturaleza oscura y con orígenes que no están muy claros ni mucho menos.
Defendamos a las instituciones, pero más a la vocación democrática de los grandes grupos sociales a lo largo y ancho de la República.
@Bonifaz49