Definitivamente no. No es ético comprobar un razonamiento con los números de una tragedia. Sobre todo, porque esta tragedia ha sido recurrente: otra vez, migrantes muertos en México y esta vez en Chihuahua. Los números, como escribí antes, no son para tener razón: no son para hacer énfasis en el “yo lo dije”. Tal vez sea, por enésima vez, volver a señalar vigorosamente a los culpables.

Más bien, debemos evitar que el asunto se convierta en un tema de agencia de ministerio público. El incendio se produjo y alguien lo produjo. El agente del ministerio público tiene alguna posibilidad de saber quién fue y cómo se desarrolló el evento que comenzó con la quema de los colchones en la “estación migratoria” de Ciudad Juárez. Los que iniciaron el motín mortal son de carne y hueso: también tienen o tuvieron nombres, apellidos y muy claros sus lugares de origen en América Central. Ahí están los culpables directos: ahí termina el papel de la agencia investigadora.

Lo que sigue es fácil de explicar, pero muy difícil de resolver como problema humano. El guión es simple: unos centenares de los cientos de miles de migrantes guatemaltecos, hondureños, salvadoreños, y de otras procedencias en América Central, fueron detenidos por las autoridades migratorias. Fueron llevadas a una “estación migratoria” y de ahí quisieron salir para seguir buscando el sueño de todos conocido. Tras algunos días de detención, quisieron salir a fuerza y algunas decenas de ellos murieron en el intento. Así de sencillo.

Pero el asunto es más complicado. Los migrantes son el resultado, ahora con vida propia, de causas sociales profundas. Huyen de las dictaduras y del hambre; sobre todo del hambre. El modelo de desarrollo, o los modelos, que se aplicaron en los distintos países (hagamos a un lado las ideologías) sencillamente no funcionaron. Sus víctimas, no se les puede llamar de otra manera, llegaron a Chihuahua, como pueden llegar a otros puntos geográficos y, al igual que en Ciudad Juárez, llenar el mapa de tragedias.

La idea mexicana es sencilla: la migración no es una causa, sino un efecto que ha llegado a un punto de crisis mundial en todos los sentidos. Es necesario que a nivel de todos los continentes se busque una solución aun cuando sea a mediano o largo plazos. Es decisivo orientar el desarrollo económico de una manera más equitativa y esa reorientación es posible con un trabajo real de los agentes del poder mundial. En este caso, no se ve ninguna preocupación de los gobiernos centroamericanos por hacer frente a las causas del problema migratorio. Que los ciudadanos se vayan parece ser una solución para las autoridades de estos países. La migración es una válvula de escape que sirve para evitar tensiones sociales de mayor impacto.

Por eso, necesitamos que los ciudadanos que ahora mueren en el camino mejor se queden en los suelos de su Patria. Es urgente que cada gobierno se haga responsable de la sobrevivencia digna de las mujeres y hombres que nace en un lugar, pero tienen sus sueños en otra parte. ¿También debemos considerar a México como un espacio con riesgos para los migrantes mexicanos? Por supuesto que sí; pero en este caso, el gobierno del Presidente Andrés Manuel López Obrador trata de apoyar a los mexicanos menos favorecidos con un esfuerzo adicional de la Nación para que no se vayan.

Una mayor equidad social será un camino para que los mexicanos, sobre todo los del sur, permanezcan en sus lugares. Esta propuesta es parte de la transformación que se busca: es una posibilidad a seguir.@Bonifaz49