Este viaje es un salto a lo desconocido
para huir de una certeza que se ha hecho
insoportable

B.

En un viaje relámpago del año pasado a España, y de vuelta a una Barcelona que antes era la joya de la corona y de unos años para acá ha venido a menos, pues la encontramos más bien maltrecha y tristemente rebasada por ese invasivo turismo de trasatlánticos que sólo contamina, de regreso también a la maravillosa Pedrera me encontré una hermosa y muy ilustrativa pequeña biografía novelada de Gaudí escrita por el tataranieto de quien fuera mecenas del gran artista catalán, el rico industrial y político barcelonés Eusebi Güell. Inspirador del hermosísimo parque trazado por el genial arquitecto modernista donde por cierto se encuentra su mausoleo, su descendiente consigue con Yo, Gaudí un autorretrato bastante vívido y fidedigno de quien con su inusitado talento contribuyó a robustecer el patrimonio cultural español y de la ciudad, de la humanidad toda.

También  director de orquesta y productor musical, Xavier Güell fortaleció sus estudios con batutas de la talla de Sergiu Celibidache, Leonard Bernstein, Seiji Ozawa y Franco Ferrara, y en su trabajo ya profesional ha estado al frente de agrupaciones españolas e inglesas, así como coordinando varios proyectos multidisciplinarios en otros países europeos. Su sapiencia y su pasión euterpeanas han sido a su vez acicate para construir una amplia y no menos ambiciosa bibliografía en torno a periodos y compositores de la música de concierto más cercanos a sus gustos y su radar de intereses, sobre todo de los siglos XIX y XX, siempre en el entendido de que cada artista encuentra en el contexto en cual se inscribe ya sea impulso o freno a su talento y a su instinto creador.

En este terreno literario-musical, Güell publicó en 2015 la novela La Música de la Memoria, un largo itinerario que recoge las voces de Beethoven, Schubert, Schumann, Brahms, Liszt, Wagner y Mahler, como personajes paradigmáticos del romanticismo decimonónico ––a su vez efluvio del llamado Sturm und Drang alemán–– musical. Un auténtico best seller que le abrió las puertas, su autor consigue aquí una a la vez docta y amena lección de música, pues más allá de emplear un lenguaje especializado para describir obras sustantivas y sus procesos de composición, igual contribuye a humanizar a personajes que la Historia acostumbra tratar como meras estatuas marmóreas. Se trata de “la verdad de las mentiras” de la que habla Vargas Llosa en su memorable ensayo del mismo nombre, porque, como decia Schücking, “la literatura suele ser más filosófica ––en su grado de verdad–– que la Historia”.

Ahora acabo de leer maravillado y de un hilo los dos primeros volúmenes de su extraordinario Cuarteto de la guerra, en derredor de la historia de cuatro grandes músicos que lucharon por su existencia y por su obra cuando los totalitarismos y la fatalidad bélica asolaban Europa: el húngaro Béla Bartók, el alemán Richard Strauss, el ruso Dmitri Shostakóvich y el austriaco Arnold Schönberg. El exilio, la defenestración, la persecución carcelaria y el fanatismo tiránico son algunos de los cánceres que plagan este crudo y a la vez poético recorrido donde la creación vuelve a ser víctima de sistemas fascistas que atentan contra la libertad de expresión y la dignidad humana, constatándonos que el ser humano suele ser la única especie que consuetudinariamente tropieza con la misma piedra.

En voz de estos grandes genios, Güell nos invita a reflexionar sobre la naturaleza sublime del considerado lenguaje universal por antonomasia, como expresión decantada de sabiduría y de trascendencia. El primer volumen de la tetralogía, Si no puedes, yo respiraré por ti, cuenta el exilio voluntario y a la vez trágico de Béla Bartók (Sânnicolau Mare, 1881-Nueva York, 1945), quien al arriesgar todo tras su postura crítica al fascismo, igual sufrió una dolorosa inadaptación que aceleraría su fatal leucemia. Creador revolucionario por donde se le vea, que con su entrañable colega Zoltán Kodály realizó un invaluable trabajo de rescate del folklore de su región, Xavier Güell describe el difícil proceso de escritura en el destierro de célebres y sustantivas partituras suyas como el Concierto para orquesta que estrenó Koussevitzki, o su Concierto para viola o su Sonata para violín que escribió para Menuhin, o su inconcluso Tercer concierto para piano que concibió pensando en su esposa intérprete Ditta Pásztory, que lo ubica en su lecho de muerte y es uno de los pasajes más conmovedoramente estrujantes de todo el libro.

Crónica minuciosa de un exilio difícil y cruento, Si no puedes, yo respiraré por ti describe el rechazo inicial que produjo la adelantada y compleja obra de Bartók en el público norteamericano, y el impacto nocivo que dicha negación tendría en su carácter hosco y reservado, en su organismo frágil. Ante el deterioro progresivo de su salud, las dificultades económicas y los trastornos patológicos agravados de su esposa Ditta, Xavier Güell atestigua que igual se detonó en el compositor una emergente intensidad creativa auspiciada por la generosidad de sus leales amigos y discípulos que admiraban y reconocían su genio, porque la vida suele estar llena de contrastes y de claroscuros. Completan este hermoso y singular gran Cuarteto de la guerra los volúmenes dedicados a Richard Strauss (Nadie llegará a conocerse), Dmitri Shostakóvich (Y Stalin se levantó y se fue, que nos recuerda esa no menos extraordinara biografía novelada El ruido del tiempo, del inglés Julian Barnes) y Arnold Schönberg (Romperé los cerrojos con el viento).