Aunque empezó como novelista, el francés Florian Zeller se convirtió pronto en un dramaturgo famoso, y junto con Yasmina Reza, es el otro autor galo más conocido de los tres más recientes lustos. Entre 2004 y 2020 se montaron en París más de diez títulos suyos, en su mayoría grandes éxitos, e importantes actores se han interesado por su teatro, entre otros, Catherine Frot que estrenó Si murieras, y Pierre Arditi, La verdad y La mentira, y Robert Hirsch, El padre y Antes del retorno, y Fabrice Luchini, Una hora de tranquilidad, y Daniel Auteuil, Sin filtro, e Isabelle Huppert, La madre.

El nombre de Zeller saltó a la fama internacional cuando su pieza La verdad se montó con gran fortuna en más de treinta países, reconociéndose en Inglaterra como la Mejor Comedia del Año en los Premios “Laurence Olivier” del 2017. Sólo superada por El padre que rompió records en su país, este otro título del joven dramaturgo francés se estrenó en el 2012 en el Théâtre Hébertot, en París, dirigida por Ladislas Chollat y con el actor Robert Hirsch como primer nombre, permaneciendo en cartelera hasta 2015 y haciéndose acreedora a varios premios Molière, incluido el de Mejor Obra del año.​

Nominada tanto por The Guardian como por The Times como la obra más aclamada de la década, traducida a muchas lenguas y representada con gran éxito en más de cincuenta países, forma parte neurálgica de una trilogía de su autor completada por La madre y El hijo. Su consagración como autor teatral, en ella echa Zeller toda la carne al asador en su conocimiento de la naturaleza y la psicología humana, de los mejores recursos y engranajes dramáticos, del manejo de tiempos y voces del género, de su propio saber de la historia del mejor teatro desde la tragedia griega.

El dramaturgo francés vivo más representado dentro y fuera de su país, rápido también escaló a la cinematografía internacional, cuando en 2020 él mismo adaptó y dirigió en inglés y con no menor éxito su triunfal pieza El padre, que protagonizaron nada más y nada menos Anthony Hopkins y Olivia Colman. Presentado en enero de ese año en la selección oficial del Festival de Sundance y con una excelente crítica alrededor, se exhibió con no menor éxito en otros importantes certámenes internacionales, con seis nominaciones al Oscar, entre otras la de Mejor Actor para Hopkins y la de Mejor Adaptación para el propio Zeller (junto con el inglés Christopher Hampton) que ganó.

En su adaptación, el padre vive solo en su apartamento de Londres y rechaza con malos modos a todos los enfermeros que su hija Anne le manda. Ella ha tomado la decisión de irse a vivir a París con un hombre que según él acaba de conocer; ¿pero quién es este extraño con el que de pronto se encuentra en su sala y que afirma haber estado casado con ella durante más de diez años? Muy mayor y enfermo, con notable pérdida de la memoria en que lo ha sumido un muy avanzado Alzheimer, el personaje de Florian Zeller se encuentra  atrapado en un laberinto de preguntas sin respuesta, en ese triste callejón sin salida al cual conduce la vejez cuando ya ese alguien no puede valerse por sí solo y la tragedia de la muerte suele también trocarse paradójicamente en una triste válvula de escape. La actuación de Anthony Hopkins es soberbia, pletórica de matices, y si bien Colman (dos años atrás Oscar a la Mejor Actriz por su memorable interpretación de Ana de Gran Bretaña en La favorita, del griego Yorgos Lanthimos) no consigue estar a esa altura, sin embargo logra con él momentos de enormes esplendor y plenitud actorales, de auténtica cátedra histriónica a dos voces.

Si bien con el otro título de la trilogía El hijo no alcanzó Florian Zeller lo hecho con su obra maestra, se estrenó en Londres en 2019 y recibió una crítica también excepcional, escalando a otros treinta países más. También adaptada y dirigida por su autor en una no menos ambiciosa coproducción galo-británica protagonizada por Hugh Jackman, Laura Dern, Vanessa Kirby y el joven Zen McGrath (el mismo Hopkins accedió a tener aquí una pequeña pero no menos sobresaliente parte), cuenta la historia de un cincuentón cuya vida agitada se altera aun más cuando intenta ayudar sin suerte a su problemático y enfermo hijo mayor. Es indudable que ni la adaptación ni incluso la dirección alcanzan la intensa belleza de El padre, y sin embargo consigue tocar fibras sensibles y ahondar en el siempre complejo tema del suicidio y sus posibles causas detonantes dentro y fuera de quien renuncia a la vida por mano propia, porque en la condición del suicida cierto pareciera no existir escapatoria posible.

Con momentos de gran lucidez, en este segundo título cinematográfico del sobre todo dramaturgo francés quizá lo mejor se halle en el trabajo sobresaliente de los tres protagónicos adultos, Jackman, Derm y Kirby ––y por supuesto la citada pequeña parte del casi siempre magistral primer actor inglés––, quienes consiguen salvar un todo en el que a lo mejor se hubieran logrado mejores dividendos si Zeller hubiera aceptado ponerlo en otras manos. Otro elemento aquí a favor es la gran partitura del muy talentoso, creativo y premiado compositor alemán Hans Zimmer. Claro que vale la pena verse.