Si podemos coincidir en que el principal problema del país es la desigualdad o la ausencia de equidad en el acceso a mejores condiciones de vida, en la polarización inducida y reiterada desde Palacio Nacional la captura de la narrativa de la justicia social por parte del gobierno en turno y Morena habría de constituir una preocupación y una ocupación para las oposiciones.

No hay mensaje atractivo para la mayoría de la población en el campo de las oposiciones. Más allá de la crítica a las insuficiencias, los errores y los abusos de la administración federal y su construcción de los asuntos públicos, ¿cuál es la propuesta? Y, sobre todo, ¿cuál es la propuesta para reemplazar en el favor popular al planteamiento de “primero los pobres” con el acompañamiento de programas de subsidios presupuestales a diversos grupos de beneficiarios?

Mientras el movimiento político en el poder montó y utiliza un enorme aparato de propaganda gubernamental y logra presentar la no idea de la cuarta transformación como un objetivo político, la denuncia del populismo implícito y sus riesgos para la democracia y las libertades públicas no logra trascender de la academia y el círculo rojo hacia el resto de la sociedad. La defensa del pluralismo es un asunto de elite. Hace falta la idea que aglutine porque brinda esperanza y entusiasma.

Ahora, ante el número de aspirantes de las oposiciones a la candidatura presidencial del 2024 y la falta de conocimiento, penetración y eventual respaldo determinante para alguna de esas personas, la articulación de la oferta política merecería atención prioritaria.

Independientemente de las limitaciones de las personas favorecidas por el presidente de la República para participar en el proceso de su sucesión, todas enfrentan una limitación general: las ideas propias y las propuestas de cambio no son bienvenidas; su único discurso es la defensa del movimiento que encabeza quien definirá la candidatura.

Los gobiernos posteriores a la Constitución de 1917 se asentaron en una gigantesca idea política: concretar los objetivos de la Revolución Mexicana y honrar a los cientos de miles de muertos de esa lucha armada. Los vientos del cambio llegaron por el severo rezago del compromiso de establecer el sufragio efectivo, ofrecido desde 1910. El partido hegemónico se superó y la competencia electoral se hizo presente para que la ciudadanía optara por la alternancia de partidos en el poder.

Hoy parece que el discurso del movimiento revolucionario se agotó hace rato y que el faro de la democratización no cautiva ante la evaluación genéricamente negativa de los gobiernos electos en 2000, 2006 y 2012. En este último año el deterioro de la economía familiar, la percepción de la corrupción en el gobierno federal y la inseguridad imperante en distintas zonas del país fueron parte de la explicación del voto mayoritario por el candidato de la coalición de Morena, PT y PES.

En el contraste del pluralismo democrático con el populismo autoritario no se logrará llegar a la mayoría de las personas ciudadanas. Hoy el martilleo contra la conculcación de la democracia de los gobiernos priistas no puede emularse a la luz de la denuncia de la pretensión de que quieren conformar una nueva hegemonía. No hay duda del origen democrático del gobierno en turno, pero la ausencia de ejercicio democrático del poder no genera todavía el rechazo mayoritario. Ese saldo negativo está en la mente de pocas personas.

Si a pesar de los avances, en la evaluación global el gran rezago fundamental de los regímenes posrevolucionarios, de los gobiernos modernizadores y de las administraciones de las alternancias es la cuestión social; y si el poco contenido real de la actual gestión federal es destinar directamente recursos presupuestales a las personas adultas mayores, discapacitadas y jóvenes, las oposiciones bien podrían plantear compromisos políticos claros de carácter social sin disminuir los subsidios aludidos; por ejemplo: sistema universal de salud, servicio de internet gratuito para las personas más vulnerables, cero desempleo y seguro por desocupación y acceso universal a un mínimo de 15 años de escolaridad con reconocimiento de alguna pericia técnica.

Para contrastar el populismo, el discurso democrático requiere plantear acciones concretas en favor del Estado social. ¿Cuál es la propuesta para las personas más vulnerables y para quienes requieren de la acción gubernamental directa a fin de acceder a condiciones de vida en niveles mínimos razonables de bienestar? Desde luego que la propuesta de gobierno ha de ser integral y contemplar armónicamente lo político, lo económico, lo social, lo cultural y lo ambiental, pero con objetivos de combate a la desigualdad tangibles y evaluables.

La otra distinción inmediata es el método para concretar la postulación de las oposiciones a la presidencia de la República. ¿No es grave que, tras varias décadas de transición a la democracia, el verticalismo de la designación de quien pretende el Ejecutivo le suceda en el cargo se envuelva en una simulación mayor?

En espera de que no sólo Movimiento Ciudadano y el PRD impugnen la pretensión de Morena por hacer una precampaña de junio a septiembre y otra de noviembre a enero, una ilegal con el “ingenio” de jugar con la terminología y otra legal, las oposiciones enfrentan tanto el reto de no legitimar el proceso morenista haciendo lo mismo y escalando las desventajas, como la definición de la ruta que seguirán para consolidar su candidatura.

¿Es negativo que la multiplicidad de aspirantes ventile públicamente su interés en participar y exprese sus razones y propuestas? No. Lo negativo es que en los espacios partidistas y de la sociedad civil no se haga política para dilucidar objetivamente la viabilidad de cada quien, tanto en términos de conocimiento y potencial de crecimiento, como de pensamiento y discurso para representar el espectro de los partidos que se coligarían y de la sociedad sin militancia ni simpatía partidista. Y el método, al final y por razones obvias, para servir al propósito de una candidatura sólida, sólo puede ser con el voto de las personas ciudadanas que libremente deseen participar.