A nivel planetario, donde se realizan elecciones, hay un empate entre dos bloques. Por ausencia de nuevas categorías o simplemente de etiquetas, se habla del bloque de las derechas contra el bloque de las izquierdas.
Recientemente las derechas han triunfado en Italia, en Hungría, en Turquía, en España y antes en Austria, Croacia y Reino Unido. En el Sur del continente la situación favoreció a las izquierdas en Brasil, en Chile y en Colombia donde por primera vez triunfó con Gustavo Petro y la vicepresidenta Francia Márquez.
Desde finales del siglo XX a los primeros 23 años del XXI han ocurrido vuelcos a las izquierdas o las derechas, en una región sometida por décadas a los golpes y las dictaduras militares.
Exceptuando las dictaduras en Cuba, Nicaragua y Venezuela, hemos visto que las elecciones se han convertido en la normalidad.
El caso mexicano es medio surrealista. En 2018 los electores de izquierda obtuvieron un triunfo contundente y en gran medida histórico.
Las promesas del candidato triunfante atrajeron el voto de más de 30 millones, pertenecientes a diversas capas sociales, culturales, étnicas, de edad y de género.
Esa victoria expresó el rechazo a varias décadas de hegemonía priista, de más de 70 años y un breve lapso de 12 años de gobiernos panistas. La gente estaba harta de la corrupción, de la violencia y del estancamiento económico.
Han pasado 5 años de esa gran victoria de las izquierdas y el gobierno de AMLO dio un viraje a la derecha, hizo una gran estafa.
La corrupción es escandalosa, la violencia creció como nunca antes, lejos de regresar al ejército a sus cuarteles, el presidente les ha dado a las fuerzas armadas un poder y un control insólitos.
Los votos de izquierda, fueron convertidos por el gobierno en políticas antipopulares y de corte neoliberal.
Este escenario surrealista hace posible una aberración: gobierno derechista con discurso (narrativa, dicen ahora) de la izquierda estatista de los años treinta y cuarenta, vestido con guayaberas y retórica echeverrista.
En el viejo espectro de las etiquetas decimonónicas en las elecciones del 2024, estarán enfrentados dos bloques: Morena y sus marionetas y el PRI-AN-PRD.
Si nos despojamos de una visión en blanco y negro, de una clasificación binaria de izquierdas y derechas, que tiene sustento en una izquierda melancólica y una derecha anticomunista, para visualizar la policromía del siglo XXI, entonces esos dos bloques adquieren otros dilemas y ropajes, donde las cuestiones fundamentales, los desafíos y los retos del porvenir son la restauración autoritaria de la dictadura perfecta o la recuperación de la ruta democrática emprendida hace 30 años y gestada en los movimientos de la segunda mitad del siglo XX.
Las corcholatas son el símbolo anacrónico, del viejo modelo en blanco y negro del cine de oro, de las películas Una familia de Tantas y Nosotros Los pobres.
En ese modelo es imposible registrar los retos de una juventud conectada, para bien y para mal, con una globalidad que cambia los parámetros de la aldea apacible, del México del Tenampa y el chocolate express.
Tampoco es posible o mejor dicho es muy revelador querer envolver a esa juventud, en la nostalgia de Silvio Rodríguez y los rituales paralizantes de la evocación de las víctimas de la guerra sucia,
Los Murales de Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y Orozco son ahora “los premios Montemayor, los aniversarios de la liga comunista 23 de septiembre que han tomado por asalto Los Pinos” como símbolos de la lucha “contra la derecha conservadora”
Los ejercicios por exorcizar al ejército, por “haber recibido órdenes de los presidentes” no bastan para endulzar una realidad de ejecuciones y masacres, centenares de miles de muertes y desapariciones con fosas clandestinas por doquier.
La acumulación de retos para el porvenir, es semejante a las figuras y colores contenidos en un caleidoscopio, donde nada esta fijo.
Todas las puertas que se requieren abrir, para afrontar la desigualdad; la violencia; el narcotráfico; los feminicidios; el ecocidio; la carestía; el desempleo; la ola interminable de la migración hacia el Norte desde México y la que cruza nuestro territorio; la reconstrucción del sistema de salud y educativo; la recuperación y dignidad para las instituciones, en fin toda la gama de temas y problemas, requieren de una llave maestra, de un password: la construcción de una coalición democrática electoral que derrote al bloque de estafadores.
En los días, semanas y meses que vienen esa es la gran tarea: devolverle a la sociedad la capacidad de decidir sin la perversión de los partidos, dispuestos a defender sus privilegios a costa de lo que sea.
Ni corcholatismo, ni muro partidocrático.