El presidente López Obrador no solamente disfruta la polémica y la confrontación a nivel local, también se da su tiempo para pelearse a la menor provocación en el ámbito internacional. Pareciera que el primer mandatario se alimenta de sembrar odio, rencor, tratando de descomponer relaciones bilaterales de años, además de como siempre y fiel a su estilo, descalificar a quien no piensa como él.
Ahora le tocó el turno al gobierno de Perú y a su presidenta, Dina Boluarte, quien, dada la virulencia del tabasqueño, y después de decidir suspender parcialmente las relaciones con Lima, luego de ser declarado persona non grata por el Congreso de ese país, llamó ignorante al presidente mexicano.
Boluarte afirmó en un acto de gobierno que López Obrador tiene mucha ignorancia para tanta inteligencia del pueblo mexicano. El presidente previamente había declarado que es mucho pueblo de Perú para tan poco gobierno.
Andrés Manuel critica a los gobiernos que lo cuestionan como es el de Estados Unidos de “injerencistas”, cuando sus funcionarios o legisladores opinan de algún asunto interno, pero él si se siente con todo el derecho de opinar e intervenir en asuntos domésticos de otros países cada vez que le da la gana.
Nuestros principios constitucionales, así como la doctrina Estrada, los aplica cuando le conviene y cuando no, simplemente se desentiende y voltea para otro lado.
En sus críticas pareciera que se está proyectando, es claro que muchos mexicanos piensan que es mucho pueblo para tan poco gobierno. Para muestra un botón, el fraude en SEGALMEX, cuando se dijo que ya no habría corrupción, y el desabasto de medicamentos, muy distante a lo que se prometió de estar a la altura de Dinamarca. Por cierto, en ambos casos se afecta a los más necesitados, a lo que el insiste en llamar el pueblo bueno y sabio.
Alguien le podría recriminar al presidente su falta de palabra o preguntarle que si no se mordió la lengua. Nunca es bueno criticar ni denostar a nadie, pero mucho menos cuando este gobierno llega al ocaso del sexenio con muchos pendientes.
Así como en su momento fue una ocurrencia declarar una pausa en las relaciones entre México y España, hoy hace lo mismo con Perú, afirmando que no habrá relaciones económicas ni comerciales por el momento.
El presidente, así como en el derecho interno inventa sus figuras jurídicas, por ejemplo: no expropia sino “ocupa temporalmente”. En el derecho internacional después de ser declarado persona non grata no rompe, suspende relaciones.
Pareciera que es gracioso, pero no lo es, su actitud pendenciera e irónica que lo ha caracterizado por confrontarse verbalmente con todo aquel que lo cuestiona, que no lo alaba, es de pena en el ámbito internacional. Donde más que un primer mandatario, pareciera que tenemos a un cadenero de una más de las discotecas de moda.
Esta confrontación y virulencia verbal han provocado a nivel interno una polarización absurda entre mexicanos, la cual no existía. Se ha dividido la sociedad en fifís y chairos, conservadores y liberales, nacionalistas y traidores. Por eso hoy más que nunca el pueblo tiene que pensar que quiere para los próximos seis años y más allá, para sus hijos o nietos: un país dividido o uno en el que cabemos todos y en el que todos podemos construir juntos una mejor nación. Traidor es aquel que pretende dividir.
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