No cabe duda de que una de las corcholatas más preparadas políticamente es Marcelo Ebrard, sin embargo, en los últimos días a cometido errores que denotan desesperación al tener claro que él no es el favorito del gran elector.

En otras palabras, Marcelo quiere a toda costa convencer al gran elector que, de ser el candidato de Morena para la elección del 2024, seguirá al pie de la letra con el guion trazado por Andrés Manuel López Obrador para la llamada cuarta transformación.

Esto lo llevó a ofrecer a uno de los hijos del primer mandatario en caso de ganar la próxima elección, la titularidad de una secretaría de Estado llamada de la Cuarta Transformación. En política no se pueden plantear situaciones de las cuales previamente no se conozca la respuesta.

Andrés López Beltrán obviamente declinó la propuesta de ocupar el hipotético cargo de secretario de la Cuarta Transformación. Como era lógico, el hijo del primer mandatario respondió mediante una carta donde expresó que rechazaba la invitación de Marcelo Ebrard para que no pudiera ser utilizado en favor o en contra de los demás candidatos.

La estrategia no le resulto a Marcelo como el esperaba, si lo que pretendía era dar una imagen de cercanía y lealtad al presidente, la invitación no era necesaria. Esto ha quedado demostrado en innumerables ocasiones, una de ellas y la más emblemática, es cuando reconoció los resultados de la encuesta para decidir quién sería el abanderado del PRD en 2012 a la presidencia de la República.

Todos recordamos cuando Marcelo aceptó su derrota al reconocer que Andrés Manuel se había impuesto en tres de las cinco preguntas planteadas por los encuestadores. En aquella ocasión el exjefe de Gobierno y excanciller bien podría haberse empecinado e ir a unas elecciones internas. Demostró disciplina y lealtad, a fin de evitar la división en el partido y de la misma izquierda.

En ese momento, Andrés Manuel se refirió a Marcelo como un buen amigo y compañero, un dirigente político extraordinario que, dijo, había demostrado anteponer sus aspiraciones personales por el interés general. Lo comparó con Ulises, de la obra literaria “La Odisea”, porque no se dejó cautivar por el canto de las sirenas.

Ahora le toca su turno a Andrés Manuel López Obrador de ser congruente y consecuente. Debe como él lo dijo en su momento, anteponer sus intereses personales por el interés general, y dejar que las encuestas se desarrollen con total libertad. Que no se deje cautivar por el canto de las sirenas y que se ponga cera en los oídos.

Ebrard en ese 2012 pronunció la famosa frase: “Los Pinos pueden esperar”, y como el mismo lo ha dicho, jamás ha habido entre él y el actual presidente de la República un golpe bajo o una traición. Así que es de esperar, que, si las encuestas no le favorecen, cumpla con su palabra como lo ha hecho en otras ocasiones.

Por eso la invitación al hijo del primer mandatario era innecesaria, su lealtad ha sido ya probada. Lo que le debe hacer ruido a López Obrador es el estilo propio de gobernar de Marcelo, el de la “continuidad con cambio”. Así lo hizo en la Ciudad de México, donde fortaleció programas exitosos del obradorismo, pero también impulsó una agenda propia.

Las preguntas hoy para Marcelo Ebrard son: ¿Palacio Nacional puede volver a esperar?  ¿Si las encuestas dejan lugar a dudas podrá continuar sin odios ni rencores en la construcción de lo que llaman la cuarta transformación?

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