Los dilemas son casi siempre incómodos, pueden ser injustos y son excluyentes.

En un sistema electoral diseñado para proteger a la partidocracia, como es el régimen político mexicano, el asunto se torna aún más arbitrario.

Hace mucho tiempo he insistido en una reforma que quite los “candados” que protegen a la partidocracia y excluyen a los ciudadanos. Reformas van y vienen, sin cambiar la esencia monopólica de la partidocracia. Siguen vigentes requisitos que impiden la libre participación de los ciudadanos e incluso hacen casi imposible el registro de partidos ajenos a la partidocracia.

No sobra insistir en esta coyuntura de elecciones del 2024 cuando se votará por el presidente, diputados y senadores federales, una buena cantidad de gubernaturas y de congresos locales y centenares de alcaldías, en este contexto es más necesario aún realizar una reforma profunda que arrebate el monopolio a la partidocracia y haga posible y sencillo el registro de candidaturas y partidos.

Es casi imposible que eso suceda.

Esa permanencia monopólica de la partidocracia está en curso y para las elecciones del próximo año habrá un dilema: votar por mantener a MORENA y sus aliados gobernando o votar por sacarlos del gobierno y el resto de los poderes.

Ese dilema es también: la consolidación de la restauración de la dictadura perfecta o la defensa de los espacios democráticos conquistados por diversos movimientos sociales, civiles y políticos en la segunda mitad del Siglo XX y en especial los establecidos a partir de la creación del Instituto Federal Electoral IFE como institución autónoma.

Es un dilema que excluye la presencia de múltiples y diversos movimientos, corrientes políticas e ideológicas. No tienen presencia en el dilema electoral del 2024, los trabajadores sometidos al control del charrismo, los pueblos originarios, las feministas, el movimiento ambientalista, los estudiantes sin futuro, los miles de trabajadores del capitalismo de plataformas, las mujeres y hombres de la llamada tercera edad sin pensiones ni seguros sociales y de salud, los millones de personas de la llamada economía informal y los que viven en la pobreza y la pobreza extrema.

No están en el sistema de la partidocracia las corrientes, movimientos y partidos de las tendencias históricas existentes desde el siglo XIX, es. un error me refiero a los socialistas, en sus diversas variantes desde los moderados hasta los comunistas, mucho menos están en el sistema de la partidocracia las nuevas corrientes del pensamiento del siglo XXI.

Para decirlo sin ambages, sin darle vueltas, sin simulaciones: en las boletas electorales del 2024 no habrá candidatos o partidos opuestos al capitalismo.

Ni siquiera estarán las corrientes de centro izquierda.

Para bien y para mal, tampoco estarán las tendencias del pensamiento derechista que han triunfado en buena parte de Europa y tienen un crecimiento electoral en países como Argentina, como los libertarios del Partido Libertario de Javier Milei.

Esas corrientes derechistas existen en buena parte del planeta, incluido México.

Tener una actitud de avestruz, creyendo que ignorarlos los elimina del mapa político, pero algún día ganan elecciones como Trump en los Estados Unidos; VOX y sus aliados del PP en España; Erdogan en Turquía y la familia Le Pen en Francia.

El sistema de la partidocracia sobrevivió al partido de Estado del siglo XX bajo las siglas de PNR, PRM y PRI.

Ahora MORENA encarna el viejo modelo de la dictadura perfecta. En poco tiempo ha reconstruido el presidencialismo autoritario, avanza en la conversión de MORENA en partido “hegemónico, prácticamente “único”, el antiguo aparato corporativo no ha desparecido y ha surgido el llamado “clientelismo”.

La arrogancia del poder presidencial no descansa en someter a los poderes y suprimir a las instituciones autónomas.

Toda esa operación de restauración del nacionalismo estatista se realiza  bajo la “narrativa de primero los pobres”, aunque en la vida real practique una política neoliberal negándose a realizar una reforma fiscal progresiva,  realizando recortes sistemáticos en el aparato burocrático que  dejó a decenas o quizá cientos de miles sin empleo, no ha realizado inversiones  productivas y tiene como base la política de subsidios  y la promoción de “proyectos” majestuosos como el Tren Maya, la refinería de Dos Bocas , el AIFA  y el transítsmico.

A toda esa política hay que añadir la militarización cada vez más peligrosa   al borde de la extensión de la violencia contra la sociedad por parte de los aparatos de las fuerzas armadas.

Esa política se encuentra en un polo del dilema para 2024, está realizando una intensa campaña para determinar al candidato o candidata de la Cuarta Transformación.

Al no existir opciones que representen los intereses políticos e ideología de todos los excluidos o de la parte sustantiva de los mismos, el otro polo del dilema se está estructurando en torno al llamado Frente Amplio.

Los partidos que lo integran fueron rechazados contundentemente en las elecciones del 2018.

La estafa del presidente Andrés Manuel López Obrador a los que le dieron la victoria, podría   sumar a muchos de los que votaron por AMLO al polo del llamado Frente Opositor.

Prácticamente hoy tenemos en el plano electoral el dilema de votar por AMLO, sus partidos y aliados o por el Frente Opositor.

Esa es la disyuntiva real para el 2024.