Sin duda son destacables las acciones implementadas para fortalecer el salario mínimo, que en lo que va del actual sexenio se ha incrementado en 135 por ciento; sin embargo, paradójicamente a pesar de ello, una parte importante de la población sigue afrontando la incapacidad de costear la canasta básica. Esta situación exige un análisis de más amplio espectro debido a que son intrincados los factores económicos que configuran la realidad que enfrentan a diario los mexicanos, sobre todo los de menores ingresos y mayores carencias.

En julio pasado el INEGI publicó los resultados de la Encuesta Nacional de Ingreso-Gasto de los Hogares (ENIGH) del año 2022. Destaca que del 2018 al 2022, se estima un incremento del 27 por ciento en los ingresos mensuales por trabajo de los hogares, lo cual, si bien puede influir positivamente en la medición de la pobreza por ingresos que realiza el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), no hay que olvidar que la pobreza no sólo depende de los ingresos laborales, siendo que también influyen otros factores.

En cuanto a los aumentos en los ingresos por hogar en el periodo comentado, los deciles que reportaron mayores incrementos fueron los más bajos, siendo que el decil I incrementó en 62 por ciento sus ingresos por trabajo y el decil II aumentó en 41 por ciento (cada decil agrupa al 10 por ciento de la población, siendo el decil I el de menor ingreso y el decil X con la población de mayores ingresos del país).

De acuerdo con la encuesta, el promedio de los ingresos corrientes por persona es poco más de 6 mil pesos al mes, de los cuales el 74 por ciento proviene del trabajo. Destaca que el ingreso de un trabajador formal sea de 4 mil 500 pesos al mes y mientras que quien se desempeña en el sector informal obtiene apenas poco más de mil ochocientos pesos.

Los datos del CONEVAL evidencian que el costo de la canasta básica en el año 2022 promedia 2 mil treinta y cinco pesos al mes; lo cual nos indica que los mexicanos en promedio dedican el 44 por ciento de sus ingresos por trabajo en poder sustentar la canasta básica alimentaria.

Distinguiendo por deciles, encontramos que a los deciles I y II no les es posible acceder a una canasta básica completa, debido a que los ingresos por trabajo reportados no les son suficientes. Por su parte, quienes se ubican en el decil III destinan el 72 por ciento de su ingreso laboral para poder adquirir una canasta básica. Aunado a ello, el incremento del salario se desgasta con los constantes incrementos de precios que vive actualmente nuestra economía; sobre todo en los que respecta a los precios de los alimentos que representan una importante proporción del consumo de los deciles de menores ingresos de la población.

Lo anterior implica que por lo menos al 30 por ciento de los hogares en México experimentan dificultades para poder acceder a lo básico en materia de alimentación y sustento como lo es la vivienda, salud, educación y otros factores de los cuales los deciles de menores ingresos difícilmente pueden obtener.

Es cierto que índice GINI, que es aquel que nos permite medir la desigualdad de condiciones económicas en la población, muestra cierta mejoría en los resultados de esta ENIGH 2022; sobre todo si se considera el concepto de Transferencias como parte del ingreso; no obstante, ello no genera aumentos en la productividad laboral y mucho menos permite la consistencia en estrechar la brecha de la desigualdad que es uno de los flagelos más importantes de nuestra sociedad.

Considerar a las Transferencias como el elemento que reducirá la desigualdad en nuestro país, es aceptar que las oportunidades de trabajo productivo, bien remunerado y de calidad, están fuera del alcance de nuestra población; además, es poco sostenible dedicar cada vez mayor proporción de recursos públicos al gasto social sin que ello tenga consecuencias en la productividad y en la economía nacional.

México es uno de los países en el mundo con mayor desigualdad en su población y este es uno de los graves problemas y pendientes que tenemos, no sólo desde el ámbito gubernamental, pero también desde la perspectiva empresarial, sindical y por supuesto social; se requiere de una política de largo plazo, de gran visión y de largo alcance para lograr vencer a este formidable enemigo.

Estamos en momentos de grandes oportunidades para nuestro país, debemos acompañarlas con política pública encaminada a satisfacer las necesidades de la población, no desde el asistencialismo, pero encontrando maneras sostenibles y productivas que logren la movilidad social tan necesaria en nuestro querido México.

El autor es presidente de Consultores Internacionales, S.C.®