A la memoria del gran artista plástico Benjamín Domínguez

 

Muchas veces hablé con mi muy querido y admirado Benjamín Domínguez de nuestra compartida devoción y de su entonces visible débito para con la obra de su notable colega alemán, nacionalizado inglés, Lucian Freud (Berlín, 1922–Londres, 2011). Quien murió ya casi nonagenario, desde el año pasado que estuve en Madrid por estas fechas vi anunciada con bombos y platillos una retrospectiva en el siempre fascinante Museo Thyssen-Bornemisza, cedida por la National Gallery de Londres, entre febrero y junio de este año, como prolongación de las actividades organizadas en su país de adopción con motivo del centenario de su nacimiento.

Uno de los artistas figurativos más importantes de la segunda mitad del siglo XX, arribaría a su inconfundible sello hiperrealista ​después de haberse formado en las huestes juveniles del surrealismo como primer influjo de su ilustrísimo abuelo ––fundador del Psicoanálisis––, si bien él mismo confesaría después que los drásticos efectos de la segunda posguerra lo llevarían a experimentar otros nuevos cauces más acordes a sus inquietudes y necesidades de expresión . Quien en los retratos y los desnudos encontró su veta de búsqueda más personal, en la construcción de su inconfundible poética, se reconocen en su siempre crítica e inquietante expresión efluvios de nodales artistas como Velázquez, Rembrandt o Géricault, manifiestos tras la sostenida evolución a lo largo de las siete décadas en la trayectoria de un creador siempre cáustico y subversivo, a veces hasta incendiario.

Heredero de una inteligencia superlativa, Lucian Freud realmente se formó en Inglaterra, tras el exilio de su familia cuando él sólo tenía once años de edad. Se sabe que realmente fueron sus padres quienes se fueron de avanzada tras el arribo del Nacional Socialismo y Hitler al poder en 1933, y hasta cinco años después los alcanzarían sus amados abuelos Sigmund y Martha Bernays con sus otros hijos, si bien el autor de El malestar en la cultura moriría ya octogenario poco más de un año después a raíz del insoportable cáncer de laringe que lo aquejaba desde casi una década atrás.

Británico desde 1939, se educó en el Dartington Hall School en Totnes, en Devon, y más tarde en el Bryanston School. Después de un breve período en la Central School of Art de Londres y otro más prolongado en la Escuela de Pintura y Dibujo Cedric Morris’s East Anglian, en Dedham, se enlistó como marino mercante en un convoy del Atlántico Norte en 1941, como ayuda colateral del difícil protagonismo de las fuerzas inglesas en la Segunda Guerra Mundial.

Amigo entrañable del algo mayor y no menos promimente artista expresionista inglés Francis Bacon desde finales de la década de los cincuenta, ambos desarrollaron al paralelo obras con visibles vasos comunicantes, y si bien sus diferencias estilisticas resultan incuestionables, igualmente constituyen dos más que valiosos y a su vez complementarios espectros de la plástica contemportánea. Uno de los mayores exponentes de la llamada Escuela de Londres, y si bien su producción no es muy extensa, quizá sea en los retratos de su madre Lucie Brach donde ​alcanzó sus más altas cotas de expresividad, donde la naturaleza psicológica y la condición emocional del personaje retratado, como sello distintivo de su obra, se manifiestan sin dilación, entre otras razones porque ella había sido determinante tanto en el hallazgo de su verdadera vocación como para el desarrollo de su inusitado talento.

A su regreso fue comisionado por el editor ceylanés Tambimuttu para ilustrar el libro de poemas The Glass Tower, de Nicholas Moore, valiosa experiencia que le sirvió como  acicate para su primera exhibición individual en la Lefevre Gallery, en 1944, donde llamó particularmente la atención su celebrado cuadro “El cuarto del pintor”. Otra vivencia determinante en su formación sería su primer viaje por algunos de los países más golpeados durante la guerra, incluidos por supuesto Francia y su capital París, donde el contraste de los cruentos efectos postbélicos y el descubrimiento de los grandes artistas y sus obras más influyentes contribuirían a delinear su personal itinerario.

De hecho, una de sus primeras modelos fue Kathleen Garman Epstein, su primera esposa y con quien tuvo dos hijas. Padre de muchos hijos más o menos cercanos, con diferentes parejas de igual modo más o menos cercanas, con su muy amada Bernardine Coverley tuvo otras dos hijas, la reconocida escritora Esther Freud ––quien a su vez se casó con el actor David Morrisey––, y Bella Freud, exitosa diseñadora de modas.

Defensor y amante confeso de los animales, de nuestros hermanos los perros, como los llama mi dilecto Fernando Vallejo, en sus retratos suelen aparecer las mascotas de sus personajes, porque ellas, decía Lucian, representan una extensión real y no imaginaria de sus personajes, por ejemplo “Muchacho y Speck” o “Eli y David”. De hecho, su no menos sabida pasión por los “enigmáticos” caballos lo llevó a pintar los ejemplares de la escuela en Darlington, donde no sólo los montaba sino hasta dormía con ellos en los establos, así sus famosos retratos de Grey Gelding, o “La yegua Skewbald”.

Producto de su profunda admiración  por la escuela impresionista y sus más célebres exponentes, que descubrió en sus largos y estudiosos paseos por el Museo de Orsay, es su cuadro “A la manera”, donde trata de emular, a modo de homenaje, la difícil técnica de Cézanne; uno de sus cuadros mejor vendidos, se encuentra en la National Gallery de Camberra, en Australia. No menos controversia suscitó entre el público y la prensa locales su pequeño retrato de la reina Isabel II, donde pareciera subrayar el paso implacable del tiempo, más allá de quien se trate.

Uno de los artistas contemporáneos mejor tasados, en la citada retrospectiva celebratoria en el Museo Thyssen-Bornemisza abrieron los cinco cuadros de su propiedad, siendo uno de los espacios fuera de Inglaterra con más obra suya: el autorretrato “Reflejo con dos niños, “ Paddington”, “Último retrato” y los dos retratos de su benefactor, el barón H.H. Thyssen-Bornemisza. Dos obras suyas forman parte del rico acervo del MUNAL en la Ciudad de México.