El doble discurso y contradicciones del presidente son cada día más notorios y evidentes, quien no quiera ver que no vea, el que no quiera escuchar que no escuche.

Hace un par de meses López Obrador criticaba un día si otro también en su mañanera al enemigo en turno, en aquella ocasión se trataba del expresidente del Instituto Nacional Electoral (INE), Lorenzo Córdoba. Terminó su mandato y se fue, sin embargo, hoy tampoco le gustan las medidas tomadas por el mismo órgano político al que tanto atacó y al que quiso destruir con reformas a modo.

Hoy critica al INE porque dice que lo quieren callar. Si no es como él dice, entonces no sirve, como él ha dicho: no hay que cuestionar, hay que acatar ciegamente lo ordenado. En su movimiento no se permite pensar diferente, el reconocer las cosas buenas de los demás, es simplemente destruir, denostar y maltratar a todo aquel que cuestione en lo más mínimo a la llamada cuarta transformación.

Criticaba en su momento lo que algunos expresidentes hacían contra su persona, querían descarrilarlo a la buena o a la mala. Hoy hace lo mismo con Xóchitl Gálvez. Según López Obrador las encuestas están cuchareadas, entonces por qué se desgasta tanto en atacar y hasta violar leyes para sacar de la contienda electoral a la Senadora, la cual según él no tiene ninguna oportunidad de contender con cualquiera de sus corcholatas.

Es evidente que la irrupción de Xóchitl en el tablero político descuadro al presidente. La Senadora puede representar a millones de mexicanos, de todos los sectores sociales, pero sin duda ya aglutinó a la clase media en torno a su persona. Si, efectivamente, a esa a la que el presidente tacha de aspiracionista.

López Obrador criticaba ferozmente a los expresidentes que se metían en los procesos electorales. Hoy no solamente hace lo mismo, sino que de facto el dirige las campañas de sus corcholatas y, desde luego, él coordinará la campaña de la corcholata ganadora.

Una de las banderas para ganar la presidencia de la República fue el combate a la corrupción, un lastre que no ha dejado crecer a nuestro país y algo con lo que la mayoría de los mexicanos están hartos.

No solo no se acabó la corrupción, al parecer se incrementó o por lo menos esa es la percepción. Habla de los contratos legales de la empresa de Xóchitl, a, pero minimiza los de las empresas amigas de sus hijos. Pues al final no es tanto, diría alguna vez.

Para hablar hay que tener la lengua corta, o, dicho de otra forma, para criticar hay que tener la cola corta, y ahí si el señor presidente tiene tanto la lengua como la cola muy larga. No es que antes no tuviera la razón en lo que decía, al contrario, eso fue por lo que millones de mexicanos votaron por él, pero hoy a cinco años de su administración, el presidente esta extraviado.

Hablaba de exmandatarios y exfuncionarios que hicieron estudios en el extranjero, como fifís que habían cometido un pecado, hoy uno de sus hijos estudia fuera de nuestro país. Criticaba como emblema de la corrupción a la estafa maestra, hoy apenas habla del fraude de SEGALMEX, en donde engañaron al pobre de su amigo Ignacio Ovalle, quien fuera titular de la entonces secretaría de la presidencia en el gobierno de Luis Echeverria Álvarez.

Criticaba el dedazo como método que utilizaba el presidente en turno para elegir a su sucesor o el acarreo para llevar a miles de personas a las manifestaciones. Hoy él hace lo mismo: el que quiera ver que vea, el que quiera escuchar que escuche.

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