La democracia perfecta, acabada e inmejorable, no existe ni ha existido en el mundo. Es una aspiración humana y, afortunadamente, una búsqueda cada vez más extendida e intensa de la libertad política. Sin embargo, incluso en las polis griegas —que con frecuencia se ponen como ejemplo— las decisiones las tomaban 4 mil ciudadanos en una población que incluía a 40 mil esclavos y más o menos 4 mil mujeres. Ni los esclavos ni las mujeres tenían ningún derecho a opinar ni, mucho menos, a decidir.

Pasemos al ahora, cuando para mejorar la democracia es necesario más democracia. Más prácticas en donde la decisión provenga cada vez más y cada vez mejor de la mayoría. Parece obvio, pero con frecuencia no está del todo claro: la práctica democrática siempre es perfectible. Es un ejercicio humano y, como tal, tiene sus tropiezos y requiere de prácticas para evolucionar o cambiar en sentido positivo.

Viene a colación ese tema porque acaba de terminar un proceso en MORENA. Un proceso encaminado a designar, por acción de la voluntad mayoritaria, a quienes vayan a defender y orientar las tareas de la Cuarta Transformación. Acaba de terminar y fue un procedimiento inédito en nuestro país, concebido y llevado a la práctica en un ejercicio democrático que resultó exitoso y, sobre todo, aleccionador. Fue exitoso porque una organización política, MORENA, designó a la responsable de las nuevas tareas; y fue democrático porque la decisión fue tomada por la mayoría de las mujeres y hombres que constituyen el Movimiento para la Cuarta Transformación; fue aleccionador, porque mostró que esta modalidad política es viable.

Por supuesto, este procedimiento fue cuestionado en algunos sectores morenistas, tanto por su formato como por sus resultados. De más está decir que todo ejercicio ciudadano es imperfecto y, por eso mismo, altamente cuestionable en su desarrollo y sus resultados. También hubo cuestionamientos por sus resultados, aunque la mayor parte de los contendientes aceptó la voluntad de los militantes de MORENA expresadas en las encuestas y continúan en el Movimiento, en los trabajos que se orientan hacia las nuevas fases de la sucesión presidencial.

Ha sido, en ese orden, un evento político con plena legitimidad y así lo han confirmado las instituciones nacionales encargadas de los procesos electorales del país. Tan fue legal, legítimo y democrático, que otras fuerzas políticas ya lo han puesto en práctica en sus procesos internos o, de alguna manera, se preparan para decidir, en los mismos términos, quiénes los representarán en las próximas competencias electorales.

Inclusive, los cuestionamientos posteriores fortalecen la legitimidad, porque se han examinado los procesos internos con la participación de las diversas fuerzas en competencia. En el caso de MORENA, la revisión ha sido a fondo y con las formalidades establecidas. Ya los participantes, quienes cuestionaron los resultados, decidirán si continúan en el movimiento o escogen libremente otras opciones políticas, mismas que se inscriben en nuestra normalidad democrática.

Esta práctica es conveniente para los partidos políticos porque un proceso competitivo de designaciones internas los prepara para el siguiente nivel de la competencia. Nada hay que favorezca más a las organizaciones políticas democráticas, que una consulta interna, porque permite la consolidación de puntos de vista y de los aparatos operativos electorales para una elección constitucional competida. Tras una competencia interna, las habilidades electorales se tornan mayores y mejores. Esas experiencias fortalecen finalmente a la democracia que los mexicanos necesitamos. Bienvenida Claudia Sheinbaum.

@Bonifaz49